Mar, con Evo de fondo

Agustín Echalar Ascarrunzint-63841Las últimas semanas han estado muy saladas para mí, demasiado mar, y me he sentido un poco como en medio de los mundiales de fútbol, cuando todos a mi alrededor hablan de algo que no me conmueve. Esto de que el mar me importe un bledo – me lo explico a mí mismo – tiene que ver con mi origen paceño. Yo he nacido muy lejos del océano, mi referencia telúrica son las montañas, las vegas y un frío y a la vez maravilloso altiplano.  La primera vez que vi el mar: horror de horrores, fue en Miami. La primera vez que entré en las aguas del Pacífico fue en Australia.En Australia, hace más de 30 años, sentí verdadera nostalgia por mi patria. Escuchaba Savia Andina y descubrí la hermosa canción De regreso, de Matilde Casazola, y se me hizo un nudo en la garganta. Peor, lo que añoraba eran las montañas alrededor de la ciudad, las calles de La Paz, en fin, las cosas y las personas que habían rodeado mi niñez.En estas semanas, una frase en un artículo de The Economist me ha llegado a gustar, ha sido la descripción del estado de ánimo boliviano como una especie de locura colectiva. Y hasta me han dado ganas, por un minuto, de ser parte de esa locura colectiva, pero los sentimientos y las sensaciones no se pueden inventar.Ahora bien, hace un par de días, una declaración relativamente ingenua, dicha por el Vicepresidente a un auditorio de niños, ha causado un cierto revuelo. Su Excelencia ha dicho que una de las cinco condiciones para recuperar el mar, ese anhelo colectivo, es que el presidente Evo nos siga acompañando. Pero no se estaba refiriendo a  sus oraciones  o  a un apoyo moral, sino a que siga como jefe del Estado Plurinacional.La afirmación no tiene nada de nuevo, sabemos desde siempre, lo sospechamos desde un principio, que la intención del actual Gobierno es eternizarse en el poder y que la única forma de hacerlo es vía la figura de Evo, porque -también sabemos- sin Evo no hay más MAS. Ahora bien, la aseveración del Vicepresidente pone en evidencia la parte no honesta, no bella, no «de locura romántica” de la aspiración marítima. El tema -no ahora, sino siempre- tuvo un profundo contenido político, de política interna, de lucha por el poder, por llegar a éste, o por conservarlo.No creo que este tipo de aseveraciones ayuden a la causa boliviana en un tribunal internacional, aunque es posible que no sean tomadas en cuenta. Precisamente por eso, no es necesario rasgarse las vestiduras al respecto, pero lo que la gente tiene que tener claro es que el mar tiene el color del partido de gobierno, que la soberanía, ésa que se está pidiendo, tiene la cara de Evo.Si el juicio en La Haya llega a buen término, eso significará una permanencia de Evo en el poder, hasta -como dicen los creyentes- que Dios lo disponga de otra manera.Posiblemente lo importante es asumir esa situación, sopesar que tampoco se trata de la peor de las opciones, que es difícil imaginarse otro presidente que no sea Evo, y que se pueda vivir en relativa  paz, pero de democracia, en su sentido más puro, ya no se podrá hablar.Si usted cree que los atropellos del actual gobierno son inaceptables, hablo por ejemplo de las groserías del impresentable Órgano Electoral Plurinacional, o del manejo sórdido que se hizo de la dolencia del magistrado Gualberto Cusi, asunto que, dicho sea de paso, se ha convertido en anécdota, déjeme decirle que dentro de cinco o 10 años las cosas serán mucho peores. Es posible que Bolivia vuelva a tener mar (aunque seguiremos comerciando por Arica y utilizando las carreteras chilenas), pero el costo será altísimo. «El que quiere celeste, que le cueste”, dice un refrán que se escucha en las calles paceñas.Página Siete – La Paz