La Haya y febrero

ECHALAROKAgustín Echalar AscarrunzQuienes siguen esta columna saben que el asunto del mar no me mueve ni me conmueve. El jueves pasado estuve -como dicen- como Adán en el día de la madre o como yo mismo en una final de Mundial de fútbol.  Tengo que decir que me dio pena no poder sentir lo mismo que todos, pero los sentimientos, las emociones, no pueden inventarse, mucho menos fingirse. Y es que a pesar de toda esa algarabía, a pesar de las tiernas lágrimas en el Gabinete ministerial, sigo teniendo los mismos cuestionamientos de siempre.Tengo serias sospechas respecto a ese sentimiento marítimo boliviano, principalmente porque cuando uno nació a más de 500 kilómetros de una costa difícilmente puede ser algo natural en él. Estoy convencido de que esas ansias, ese no renunciamiento al mar, son una construcción artificial, hecha paso a paso, a lo largo de generaciones, en base a horas cívicas, desfiles y amaestramiento durante el servicio militar.Y las sospechas respecto a este sentimiento son que éste puede ser activado burdamente por razones políticas en el momento apropiado. No se trata de diáfano patriotismo,  es un tema que, sin llegar a ser una conspiración por sí mismo, puede ser utilizado tanto en conspiraciones contra el poder establecido como en un plan maquiavélico para perpetuarse en el poder.Recuerdo con claridad cómo, en medio del levantamiento popular contra Sánchez de Lozada, fueron las mentiras respecto a una alianza del gobierno con Chile -el cuento de que el gas iba a beneficiar a los archienemigos chilenos y hasta la historia de tropas de élite chilenas en un hotel céntrico de La Paz-las que terminaron cohesionando a la gente en El Alto en contra del gobierno.Si bien es cierto que la emotividad tiene su propio valor y que éste no debe ser subestimado, siempre he pensado que es la razón la que debería ganar, curiosamente aun en las lides del amor y mucho más en las de la política.Más allá de que la Guerra del Pacífico hubiera  sido tremendamente abusiva para un país tan pequeño y pobre como era Bolivia entonces, lo cierto es que el acceso al mar y a los beneficios de éste para la actual Bolivia puede solucionarse sin tener un acceso soberano, precisamente en estos tiempos  en que las fronteras se hacen cada vez más cuestionables, sobre todo en esta parte del mundo.El episodio del jueves pasado, que es sin lugar a dudas un gran éxito diplomático del gobierno de Evo Morales, aunque no signifique ni de lejos que Bolivia está recuperando su mar,  tiene implicaciones políticas de un alcance inimaginable. Si la noticia es manejada adecuadamente -y eso se puede hacer cuando se tiene los medios de comunicación  bajo control y el dinero suficiente para promocionar la idea-, el referendo para cambiar la Constitución, que tendrá lugar en febrero del próximo año, tendrá los resultados esperados por el oficialismo.Irónicamente, el equipo técnico que apoyó a la demanda habrá ayudado, «sin querer queriendo”, a la reelección indefinida del autonombrado líder espiritual de los bolivianos.El mar es más que el as bajo la manga de Evo Morales, es un poderosísimo argumento que llega al corazón de la inmensa mayoría de los bolivianos, y aunque  no es nada seguro que Bolivia recupere su «calidad marítima”, la gente puede interpretar este suceso como si ahora estuviera a la vuelta de la esquina.Lo que sí es seguro es que un cierto porcentaje de los bolivianos que no lo hubieran hecho  votarán a favor de la rerere-elección debido al logro de hace tres días, y ese porcentaje puede ser el determinante, puede ser el que le dé el triunfo en el referendo y, por ende,  la eternización en el poder. ¿Debemos felicitarnos?Página Siete – La Paz