¿Escuela antiimperialista?

PRADAHernán García Prada*Es ya el momento de exigir mayor respeto a la institucionalidad. La wiphala y el odio no conducen a buen camino.No hay duda de que vivimos en la época de las sorpresas. Mientras la extrema pobreza deambula nuestras calles y los hospitales están abarrotados de enfermos, nuestro gobierno derrocha nuestros ingresos como lo hizo Chávez en Venezuela.Bien sabemos que las consecuencias serán funestas para nuestro futuro próximo. Lo último, que en verdad causa hilaridad es nada menos que la creación de una escuela “antiimperialista” para los militares. Si entendemos que el imperialismo es un sistema político y económico por el cual un país desarrollado industrial, económica y militarmente, extiende su dominio sobre otros, sea por influencia o por la fuerza, nos vemos frente a una paradoja: ¿Cuál es la nación que ejerce tal amenaza contra Bolivia?La historia de nuestro Ejército nace con nuestra República y se mantiene adherida a la suerte del país. Nuestros cuarteles han sido desde época pretérita, el paso del indígena a las ciudades por medio de los cuarteles donde acudían en la edad prescrita para prestar su servicio militar. En mi calidad de oficial de Ejército en los años cuarenta pude ver cómo indígenas de poblaciones alejadas en Oruro y Potosí se enredaban con el uniforme abotonado que se les proporcionaba al despojarse de su ropa usual pegada al cuerpo a más del poncho. Junto a la enseñanza del idioma se les inculcaba valores morales y materiales para el objetivo cuartelario de servir a la patria y defenderla contra todo enemigo.Esperamos que surja la opinión de los militares actualmente en servicio activo, pero desde el servicio pasivo considero un atropello a la dignidad institucional. Y surge la interrogante al Gobierno indígena, si considera que los institutos militares no cumplen su función específica para crear una escuela antiimperialista que obligue a los militares a odiar a los países calificados como del “imperio”, refiriéndose temerariamente a los Estados Unidos de Norteamérica, donde un gran número de militares bolivianos fueron capacitados profesionalmente pasada la guerra mundial.Surge la presunción de que la próxima medida de este Gobierno será disponer que los próximos forjadores de nuestras Fuerzas Armadas sean los “ponchos rojos” expertos en matar perros y concurrir a los desfiles aparatosamente y quizás  invitar a los militares venezolanos desviados ideológicamente por el chavismo que les permite dejar que su país se hunda en el desastre.Se nos inculcó que todo se puede perder menos el honor. Es ya el momento de exigir mayor respeto a la institucionalidad. La wiphala y el odio no conducen a buen camino. Bolivia no merece transitar por el actual sendero; le corresponde de una buena vez un mejor futuro.*El autor es escritor y militar jubiladoLos Tiempos – Cochabamba