Invirtiendo dólares con Lenin

mendietaGonzalo Mendieta RomeroEl presidente fue esta semana a Nueva York a seducir inversionistas, no quinceañeras. A diferencia del 1º de mayo de 2006, no fue necesario que Evo les recordase que “Bolivia ha sido el primer país del continente en nacionalizar sus hidrocarburos, en el año 1937 a la Standard Oil Co., medida heroica, que se tomó nuevamente en el año 1969 afectando a la Gulf Oil, correspondiendo a la generación presente llevar adelante la tercera y definitiva nacionalización…”, como reza el Decreto Héroes del Chaco. Esta vez el gobierno no se valió de la venezolana PDVSA, sino del muy sajón Financial Times.Pero criticar al gobierno solo a partir de su coherencia reduciría la política al principio aristotélico de no contradicción. Merecen repasarse, más bien, las explicaciones a las que el gobierno se aferra. Es justo que el MAS recurra a distintos instrumentos según el viento sople, aunque sería ideal que admitiera algún error y cambiara de estribillo en sus serenatas a las masas, para variar.Como esmerado lector del vademécum del buen guerrillero, el vicepresidente apeló a las obras de Lenin para justificar este paso neoyorkino. Más a la mano estaban Perón o Paz Estenssoro -de lustre nacionalista, en su tiempo, y también a la caza de inversiones externas-, pero se entienden las restricciones bibliográficas del gobierno. El argumento de autoridad del vice (“si Lenin lo hizo, por qué no nosotros”) resonó, de nuevo, al Bedregal de 1985, blandiendo la NEP de Lenin para bendecir al neo-MNR, de añoranza nacionalista.Este reflejo escolástico (en la Baja Edad Media una discusión se definía por citar apropiadamente al Doctor Angelicus, Tomás de Aquino) no es solo de hijos -como el vice y yo- de universidades latinoamericanas, fundadas por el neotomismo. También Donald Trump repite que Reagan subió impuestos, pese a su prédica de bajarlos, sobre todo a las empresas. Y hasta la derecha liberal habla aquí, con despistado orgullo, de las proezas capitalistas de Deng Xiaoping en China (a quien Sendero Luminoso llamaba “el perro Deng”, en un canino sentido que don Eugenio Rojas ha repudiado), sin acordarse que Deng también fue artífice de la “repre” en la plaza Tiananmen.Citar a Lenin es pues un modo de echar el bulto para no revelar bien las convicciones del Gobierno y sus ajustes en esta década. También Fujimori invitó a inversionistas internacionales y eso no lo convierte en leninista.Ayudaría más saber qué piensan de la inversión externa servidores públicos que, mal o bien, dirigen el país por diez años y algo entienden mejor ahora, que antes en el llano. Amarrarse al manual impide que desarrollemos una discusión de temas cruciales, honestamente basada en la experiencia, no en la recitación. Romper con la propia historia discursiva es duro, pero hay formas de hacerlo que enseñen y porten valores públicos como la verdad sencilla, para un pueblo sencillo.El libreto usual en Latinoamérica es el de las revoluciones traicionadas. Y posiblemente se use contra el Gobierno, razón que lo induce a parapetarse en Lenin. Pero algo en ese libreto viene sospechosamente cargado de sustantivos como traición o entreguismo. Se esconde así una cuestión más allá de la consecuencia revolucionaria de los héroes de ocasión.La inversión externa debe nomás ser ineludible, aunque conviva mal con nuestra tradición. En la colonia, por ejemplo, la explotación de recursos naturales era mera concesión del rey, no dominio, y los extranjeros no la tenían. Modernamente, el MNR nacionalizó en 1952, pero poco después mandó a escribir una ley petrolera liberal (el Código “Davenport”); y Perón galanteó a la Standard Oil en 1955, como Evo corteja a otros gringos hoy, al igual que Raúl Castro.Convendría pues conducir de una vez esta dinámica histórica. Encontrar una manera no vergonzante de vivir con la inversión externa, que no desafíe a la historia ni a la cultura política local, y sea consciente de la desigualdad. Y que no arriesgue acudir a Lenin, cuando una frase de Hayek o hasta de Jaime Paz pueda ser más cabal.El Día – Santa Cruz