Cómo Kris Jenner convirtió a su familia en un negocio multimillonario

Kris Jenner, asistiendo al desfile primavera/verano de Eli Saab en París, a primeros de octubre.

¿Es que el día tiene más de 24 horas?”, nos responde Kris Jenner cuando le preguntamos sobre qué hace, además de velar por las carreras de su prole. Madre y manager de los Kardashian y las Jenner, de Kim, Kourtney, Khloé, Kendall, Kylie y Rob (el único con el doble estigma de ser varón y no tener un nombre de pila que empiece por la letra ka), es la matriarca de un imperio que acaba de vender la vida de su familia por (dicen) 100 millones de dólares. “Mi especialidad es el asesoramiento interno”, comenta orgullosa. Esta es la fabulosa historia de una dependienta de una tienda de ropa para bebés y de cómo se convirtió en, probablemente, la ejecutiva más poderosa y ambiciosa de la telerrealidad mundial.

Al principio de los años ochenta, Kris Jenner (San Diego, 1955), la que acaba de firmar ese contrato de 100 millones de dólares con la cadena estadounidense de televisión E!, detestaba la fama. La que también fuera azafata de American Airlines era una de las mujeres más discretas de labeautiful people californiana. No concedía entrevistas, no aparecía en los medios y vivía por y para los cuatro retoños que había tenido con Robert Kardashian, abogado de éxito apodado el “Rockefeller armenio” y que llevó la defensa de O. J. Simpson. Pero en 1990 conoció a Bruce Jenner (hoy Caitlyn Jenner) en una cita a ciegas, y cayó rendida a los encantos del excampeón olímpico de decatlón.



Kris Jenner, junto a Kim Kardashian y Kanye West en el front row del desfile de Balmain de septiembre de 2014.

Kris dio su primer paso a la fama en una cinta para correr y ya no dejó de esprintar. La vida pública de Jenner comenzó el día que decidió aparecer como florero en los anuncios de teletienda, sección gimnasia, de su marido a comienzos de los noventa. En aquel desangelado plató le inocularon el virus mediático que la acompañaría toda su vida. Por entonces, ya era la madre de todos los Kardashians (Kourtney, Kim, Khloé y Rob), y estaban por llegar las dos Jenner (Kylie y Kendall). Su sueño televisivo tenía que esperar… pero no tanto.

En 2005 animó a la primogénita, Kourtney, a participar en el reality Filthy rich: Cattle drive; aunque dos años antes le tocó a Kim, en The simple life, donde ejercía de amiguísima de Paris Hilton. Juntas eran agua y aceite, la emperatriz de los hoteles peliteñida, blanquísima como una campesina holandesa, una tabla de apenas 50 kilos (sin ropa interior); la hija del abogado, morena de piel y cabellos, curvilínea como una botella de Coca-Cola.

«(LAS KARDASHIAN) TAMBIÉN SON ATRACTIVAS PORQUE SON DIVERTIDAS Y ROMPEN TABÚES, COMO EL DE SUS CONVERSACIONES SOBRE VULVAS Y VAGINAS»

Con esos mimbres, Kris rodó un piloto de cómo podría ser un reality con su familia. Nadie pareció hacerle mucho caso, salvo Ryan Seacrest, creador de American idol. ¿Fue cabezonería de Kris o sagacidad de Ryan? Hay opiniones para todos los gustos. Este es el balance de Matt Wallace, periodista del corazón especializado en telerrealidad: “No creo que nada sea posible en este mundo sin Ryan Seacrest. Estoy convencido de que es el emperador de una cábala secreta que controla todo, incluido el programa espacial”, bromea.

Jeff Jenkins, que cuando conoció a los Kardashian era un modesto productor en una compañía de programas de telerrealidad de bajo coste, discrepa. “La idea de que la familia apareciera en pantalla fue 100 por cien de Kris Jenner”. Hoy es el vicepresidente de Bunim Murray, una multinacional cuyo producto estrella, Keeping up with the Kardashians, se ve en 130 países… Aunque según cuenta Kris Jenner: “¡Nos ven en más de 300 países!”. En su hiperbólico universo existen casi el doble de estados que en el mundo real. Sea como fuere, nadie en octubre de 2007 pensó que aquel capítulo de Keeping up… fuera a convertirse en el fenómeno que es hoy.

Para los no iniciados, la vida de Kris y su estirpe que vemos en pantalla es un monumental lío solo comparable al de los argumentos de los culebrones yanquis de los años ochenta, tipo Dinastía o Falcon Crest. Imagínese que Alexis Carrington o Angela Channing tuvieran problemas de retención de líquidos durante una comida o que sus hijas pretendieran curar su soriasis inguinal con la leche de los senos de su parturienta hermana. Eso es lo que hacen las Kardashian. Suena chabacano y escatológico pero su éxito, precisamente, consiste en eso. Al menos según Meredith Jones, organizadora del primer Kimposium!, un congreso dedicado a las Kardashian que se celebró en Londres el pasado verano: “Ninguna de ellas, salvo Caitlyn, que fue medallista olímpico cuando aún era Bruce, tiene un talento particular. Representan la fantasía de ‘si ellas pueden tenerlo todo, quizá yo también lo consiga’. También son atractivas porque son divertidas y rompen tabúes, como el de sus conversaciones sobre vulvas y vaginas”.

Kris Jenner, con Kylie y Kendall Jenner en un desfile en febrero de 2013.

Así, las estrellas son sus hijas, pero la emisión no existiría sin la ubicua madre. Así lo cree por lo menos Amanda Scheiner McClain, que ha publicado el primer estudio académico sobre el programa, Keepin up the Kardashian brand (Lexington): “El reality no sería lo mismo sin Kris. Todos y cada uno de los miembros son necesarios para representar a la familia, con su mezcla de drama, comedia y vida real. Además, una de las claves del reality es cómo presenta la interacción entre generaciones. A través de la representación de diferentes grupos de edades, atrae a un público también diverso”. Jeff Jenkins es de la misma opinión: “¡Kris es una superestrella! Tiene un tercio de Lucille Ball, un tercio de Joan Collins y un tercio de genialidad propia. Siempre quiero que Kris aparezca en cada episodio, en cada conversación. No hay otra como ella y es una pura delicia. Cuando la conoces en persona, caes rendido a sus pies. Es un torbellino”.

Pero más allá de sus liftings de 50.000 dólares en directo, Kris ha sido capaz de hacer que funcione su familia porque, tal y como han reconocido sus hijas, fue la que las empujó al proceloso mundo de las redes sociales.Kris alardea en todas y cada una de sus entrevistas del número de seguidores en Twitter de su prole (los 34 millones de Kim, los 16 de Khloé y Kourtney). No ha parido hijas ni estrellas de la tele sino a reinas del networking. ¿Cuál no será su poder si hasta la mismísima Hillary Clinton, en plena precampaña para ser la primera mujer presidenta de EE UU, es capaz de arrimarse a Kim? Para Meredith Jones: “Son el punto álgido de la cultura del selfie. Un tipo de éxito que solo se sustenta en ser uno mismo. Resulta fascinante”.Tan fascinante y global que incluso el enfant terrible de la nueva poesía británica (ganador en 2012 de uno de los galardones más prestigioso del Reino Unido, el Forward Prize), Sam Riviere, ha editado este año un poemario íntegramente dedicado al segundo matrimonio de Kim Kardashian, con el jugador de baloncesto Kris Humphries, que solo duró 74 días y que, según la leyenda, también fue una campaña orquestada por la matriarca Jenner. Riviere explica por qué en su poemario la presencia de Kris Jenner es constante: “Es una maestra de la gestión de la imagen. Consigue incorporar la desgracia y el drama a su narrativa personal con verdadero talento”. Que la alta cultura se haya fijado en esta dinastía es solo una prueba más de su irresistible atractivo. Y el encanto, en televisión, tiene un precio.

Concretamente, los 100 millones de dólares que le ha costado al canal E! la renovación por cuatro temporadas de Keeping up with the Kardahians, según ha publicado el New York Post. Lo nunca visto y nunca negado por la cadena de televisión. Cabe preguntarse si tan millonario contrato es rentable. Juzguen ustedes mismos: en la era pre-Kris, E! era la decimotercera opción en el grupo demográfico de las mujeres entre 19 y 34 años; en la era post-Kris, E! se ha convertido en el número uno entre este apetitoso sector publicitario. Como agente, Kris se lleva un 10 por ciento de la operación. Eso explicaría por qué la matriarca se cogió un tremendo berrinche cuando su exmarido Bruce decidió ir por libre para contar la historia de que ahora es una mujer de nombre Caitlyn.

De todas formas, la televisión es solo la excusa. Más que superestrellas catódicas, Kris y las Kardashian son grandes corporaciones económicas. Cuando le preguntamos a su agente de prensa, Cynthia Bussey, no sabe por dónde empezar: en la sección de cine y televisión, Kris es la productora ejecutiva de las 10 temporadas de Keeping up with the Kardashians y sus cuatro spin off, al que se añadirá un quinto y un talk show presentado por Khloé cuando usted lea estas líneas; en la sección de moda, además de sus tres boutiques DASH, Kris diseña para la firma QVC, mientras sus hijas tienen su propia línea de complementos y accesorios y otra para bebés, más los calcetines con la firma de Rob; también hay un sección de libros con su autobiografía (Kris… and everything Kardashian), y, por supuesto, un recetario de Kris con las comidas favoritas de su prole (In the kitchen with Kris), con el fin de que las lectoras sean capaces de reproducir esas posaderas que les han hecho famosas.

Si lo suyo es la lectura, puede completar su estantería con las memorias de sus hijas (Kardashian konfidential), las de su antigua niñera (Malibu nanny) o sus supuestas novelas que no han tenido ningún pudor en reconocer que han sido escritas por terceras personas. Bajo la Ka de Kardashian se venden más de una docena de perfumes, una completa gama de maquillaje, cremas bronceadoras y cuidados de cabello (extensiones incluidas). De todo ello, recordemos, Kris ve el 10 por ciento en su condición de “momager”, neologismo surgido de la suma de madre y manager que, por cierto, ha intentado patentar sin éxito… por el momento.

Mamá siempre nos ha hecho sentir cómodas a su alrededor. Podíamos decir lo que quisiéramos y nunca hemos tenido que reprimirnos. Una vez dicho esto, hay que admitir que Kris puede ser agotadora. Se entusiasma con todo, ya sea bueno o malo. Es divertida pero a veces piensas: ‘¿Por qué no te tomas un tranquilizante y te relajas?”, dice su hija Kourtney en sus memorias.

Para manejar tan tremendo negocio, Kris Jenner ha creado una empresa llamada Jenner Communications. Su pedestre diseño en la web no refleja el volumen de negocio que maneja. Cuando contactamos con ellos, nos contesta la propia Kris. No tenemos ninguna razón para creer que no sea ella: sus respuestas transmiten ese optimismo desbordante y chillón de las presentadoras de la teletienda que la ha hecho popular. Además, es perfectamente congruente con la imagen que da en sus entrevistas: Kris no es solo la mater amatísima de su prole, también lo es (y no con menos pasión, precisamente), de sus negocios.

La protagonista de este reportaje nos explica cómo y por qué decidió dejar la maternidad a tiempo completo para dedicarse a los negocios: “Creé Jenner Communications cuando me casé con Bruce para llevar su carrera, y al final he acabado llevando la vida profesional de toda mi familia”. ¿De dónde sacó los conocimientos en marketing, publicidad o economía?, le pregunto. “Durante mi primer matrimonio con Robert Kardashian, nuestro círculo íntimo consistía en algunos de los empresarios más exitosos del planeta. Escuchaba y aprendía y, después de casarme con Bruce, me pareció el trabajo más normal del mundo ya que, por decirlo así, poseía todas las herramientas y materiales”.

Una obsesión por conocer el negocio del entretenimiento que la ha llevado a conservar todas y cada una de las tarjetas de visita que recibe. Claro, que una cosa es llevar a tu marido y otra muy diferente a siete mujeres que, precisamente, destacan por su capacidad para meterse en todos los charcos que les ofrece la vida. “¡Creo que ya nací organizada! Vigilo todos los negocios de mi familia y me implico en cada uno de sus aspectos de principio a fin, incluyendo las negociaciones y las operaciones de franquiciado, a lo que sumo velar por sus carreras. ¡También soy la productora ejecutiva de Keeping up with the Kardashians, y de todos sus spin off!”, nos cuenta.

Una supermujer, sin duda. Los expertos, sin embargo, opinan que la actitud de Kris es una pose. Darren Bettencourt, representante de actores y productor del show Victoria Beckham, coming to America, cree que “Kris merece todo nuestro reconocimiento porque es la matriarca. Sin embargo, en la vida real, es imposible que ella sola controle a la dinastía Kardashian. Es evidente que hay muchas personas en la sombra que contribuyen al éxito de sus negocios. Es un trabajo de equipo”. El periodista Matt Wallace es más sarcástico: “Necesitas todo un pueblo para controlar una máquina de celebrities como esta. Publicistas, agentes, managers, abogados, confesores, parásitos… Como mucho puedes pensar que las Kardashian son una empresa con un consejo de dirección presidido por Kris Jenner”.

Mamá Kardashian solo acepta preguntas profesionales, por supuesto. En la economía del exhibicionismo cada suspiro, cada guiño, cada beso soplado al aire se monetariza. Para proteger su inversión, ha levantado un muro legal de cláusulas de confidencialidad. Los periodistas que han visitado su mansión de Hidden Hills saben que, tras los buenos días, les esperan los embargos que deben firmar.

Se nos priva así de la posibilidad de preguntarle por sus polémicas. ¿Fue ella quien filtró la cinta de su hija Kim haciendo el amor con el rapero Ray J. para conseguir estrenar Keepin up with the Kardashians? ¿Es Khloé realmente una Kardashian o fue fruto de sus amoríos con O.J. Simpson? Tampoco podemos interrogarle por uno de sus escasos fracasos, el que sufrió al intentar independizarse de su camada para presentar un talk show titulado, ejem, Kris. El vicepresidente de Fox, Frank Cicha, llegó a afirmar en The Hollywood Reporter que era muy poco interesante. “Cuando la cámara la enfoca no es que parezca una liebre aturdida por las luces de un coche, sino una liebre que hubiera sido atropellada por un camión”.

Al inicio de la décima temporada de Keeping up… parecía que la franquicia creada por Kris llegaba a su fin. Sus primeros episodios tuvieron una audiencia pírríca, con una quinta entrega solo vista por 1,7 millones de estadounidenses. Muchos la daban por muerta. Craso error. El doble episodio especial sobre cómo las hijastras e hijas habían asimilado la transexualidad de su antiguo padrastro/padre hoy madrastra/madre volvió a reventar los audímetros y a rozar los tres millones.

Siempre ha sido así. Ya en 2011, Darren Bettencourt veía muestras de flaqueza y pronosticó el fin del imperio levantado por Kris. Hoy reconoce que se equivocó: “Su reinado es una anomalía. Representa un momento definitorio en la historia de la cultura popular por la relación simbiótica entre la telerrealidad y la prensa amarilla. El éxito de Kris y de las Kardashian es más producto de la cultura del siglo XXI que de ellas mismas”. A lo que añade, resignado: “Creo que el imperio de Kris durará toda la vida”.

Jeff Jenkins, que produjo The simple life con una entonces novata Kim Kardashian y ha acompañado a la familia en su ascenso a la fama, tiene una visión algo más historicista. “El concepto de fama moderno tiene aproximadamente 100 años. Desde entonces, el público se ha interesado apasionadamente por la vida real de los famosos. No creo que eso cambie jamás. ¡Queremos saber cómo viven! Mientras haya famosos, existirá el deseo de documentar sus vidas”.

Aceptémoslo: Kris es la Steve Jobs de la telerrealidad. Ha construido un ecosistema cerrado alrededor de su marca en el que cualquier escándalo no hace sino retroalimentarse a través de las redes sociales.

Kim y yo estábamos de pie frente a ella [la Mona Lisa] y una multitud nos rodeó, susurrando nuestros nombres y saludándonos fogosamente. Nos hicimos unas fotos con el cuadro mientras los demás empezaron a hacernos fotos a nosotras. ¡Increíble!”, cuenta Kris Jenner en su libro Kris… and everything Kardashian. El ser humano lleva siglos preguntándose por el misterio de la Mona Lisa; ella ha tardado bastante menos en descubrir cuál es el secreto de la fama en el siglo XXI. Nadie mejor que Kris, la antigua vendedora nocturna de aparatos de gimnasia, ha entendido que los medios de comunicación son una inmensa teletienda, abierta las 24 horas del día, los siete días de la semana.

Fuente: www.revistavanityfair.es