Se acabará el destino

RENZORenzo Abruzzese*En un curioso discurso pronunciado por el vicepresidente de la nación, las dotes premonitorias del mandatario adquirieron contornos sorpresivos. La compleja relación entre mitos y constructos ideológicos posee una extensa bibliografía en el campo de la antropología política. Es desde este ámbito que pretendo reflexionar sobre las palabras del vicepresidente.En la comunidad de Viliroco, el polémico personaje hizo el siguiente llamamiento: “Papá, mamá, no lo abandones al presidente Evo, no lo dejes solo. No lo abandonen, el presidente Evo, si tiene apoyo, construye colegios; si no tiene apoyo regresarán los gringos, regresarán los vendepatrias, regresarán los asesinos y a las guaguas les van a quitar todo y no va a haber destino. Va a haber llanto y el Sol se va a esconder, la Luna se va a escapar y todo va a ser tristeza para nosotros, no se olviden”.La casi súplica vicepresidencial: “No lo abandones al presidente Evo” denota el grado de duda en que se debate el régimen. La proyección simbólica de la frase intenta dibujar en la subjetividad social de los comunitarios un hombre que; a pesar de su grandeza, es víctima de la maldad de los ‘gringos’, los ‘asesinos’, los ‘vendepatria’, en suma, los perversos esos que no dudarán un minuto en quitar a los niños (la figura más vulnerable y tierna de la cultura humana) todo lo que la inconmensurable bondad del líder les ha dado. La soledad del salvador es así presentada como un castigo inaceptable, como una venganza de los otrora poderosos y malvados.En la proyección simbólica del enunciado, si vence el No, no solo retornará el dolor y la maldad, sino que además no habrá ya, sin Evo, ninguna esperanza; “se acabará el destino”.El destino es el lugar donde las vidas se ejecutan; si se acaba el destino la vida pierde sentido, se transforma en un infierno. El mensaje subliminal es claro: si no quieres que tu vida se acabe o se transforme en un infierno en manos de los demonios del pasado, permite que Evo gobierne, vota por el Sí. Se trata de una hábil manipulación de los substratos míticos hechos política.El Deber – Santa Cruz