Re-elección

Diego-Ayo1Diego Ayo SaucedoEs usual escuchar aquellas opiniones que afirman que “hay que dejar que se elija a quien el pueblo esté dispuesto a elegir. Por eso la re-elección es un rasgo común de la democracia”. Lo que dice esta frase es que no hay que poner candados a la re-elección pues esta sería absolutamente democrática.A continuación viene una segunda afirmación: “la gente no sólo tiene el derecho sino la posibilidad de decir No, lo que muestra que hay equidad en el voto. Ambas opciones son válidas”. Y, por último, como cierre de oro, se argumenta que “el desarrollo del país depende de que haya continuidad, por eso es mejor que Evo siga gobernando”. ¿Son válidas estas afirmaciones?La respuesta es no en las tres. Para argumentar esta posición me baso en el excelente estudio de Javier Corrales, Los invencibles: la reelección presidencial y los cambios constitucionales en América Latina.Este profesor ha analizado los datos de 137 elecciones presidenciales desde el retorno a la democracia a principios de la década de los 80.Respecto a que la reelección es común y, por ende, democrática, es preciso observar los datos que nos ofrece: “….al inicio de sus procesos de transición, el 67% de las constituciones latinoamericanas incluían esquemas de reelección diferidas para los presidentes.El 22% de las constituciones (México, Honduras, Paraguay y Guatemala) prohibía de forma absoluta la reelección.Por su parte, Nicaragua y República Dominicana fueron los únicos casos que transitaron bajo un esquema de reelección indefinida que posteriormente fue revertido. América Latina experimentó, para el momento de las últimas elecciones de cada uno de estos países, una importante transformación constitucional en el funcionamiento de sus sistemas presidencialistas, pues tan solo el 39% continuó bajo un esquema diferido.El 28% de las constituciones ahora incluye reglas de reelección consecutiva para el poder ejecutivo (Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador y Colombia) y el 11% de las mismas incorpora mecanismos de reelección indefinida (Nicaragua y Venezuela).” Este último 11% muestra que el riesgo de que los presidentes en América Latina traten de evadir los límites constitucionales a sus períodos es mínimo, y muchas veces ha sido exagerado.Más bien el 90% de las veces los presidentes aceptaron dichas restricciones. El continuismo fue y sigue siendo la excepción en una realidad latinoamericana que valora la alternancia.Respecto a que si hay o no equidad en la elección es preciso citar lo expuesto: “En el caso de América Latina es necesario distinguir entre los distintos esquemas de reelección para estimar la tasa de éxito de los presidentes.En los esquemas consecutivos, el 90% de las veces los presidentes en ejercicio ha ganado la reelección. Bajo el esquema de reelección indefinida, la tasa de éxito es un poco más baja, alcanzando el 83%. En cambio, en los esquemas diferidos la tasa de éxito es de tan solo el 40%. El ser un presidente en ejercicio aumenta pues el 62,78% las probabilidades de ganar.Por ende, la competencia no es equitativa. Las razones que pueden explicar este fenómeno son diversas, desde el uso del aparato público, el control de los medios o la misma psiquis colectiva que opta por lo conocido. Y, respecto a que solo la continuidad asegura el desarrollo de un país, la realidad se muestra contraria a este enunciado.Las variables que miden el progreso de un país con relación a este esquema institucional re-eleccionista exhiben datos verdaderamente llamativos: en una valoración que va del 1 al 6 (1 lo peor, 6 lo mejor) sobre “control de la corrupción”, se observa que en los países que tienen prohibida la re-elección, la valoración es de 3, es decir, está en la mitad; en los países con reelección consecutiva el valor está en 3,8; en los países en los que la reelección es diferida (luego de un periodo se vuelven a postular), el valor es el más alto, de 5,3; mientras que en los países en los que se cuenta con un modelo de re-elección indefinida, el valor es el peor: de 1,8. Primera idea fuerza: hay más corrupción en regímenes que se perpetúan (Bolivia no parece ser la excepción, como lo vimos con el Fondo Indígena).Por otra parte, en el indicador sobre “independencia del Poder Judicial” se observa que en los países con re-elección diferida el valor es de 4,7, mientras en aquellos con re-elección consecutiva e indefinida los valores son de 3 y 1,8, respectivamente. Segunda idea fuerza: mientras más se perpetúe un sistema político, más sometido tiene al Poder Judicial.Finalmente, en el indicador sobre “efectividad del Gobierno”, se observa que los modelos políticos con re-elección diferida muestran una valoración de 5, frente a los modelos de re-elección consecutiva e indefinida que exhiben un 4 y un 2,1 respectivamente. Tercera idea fuerza: mientras más se alarga un mismo presidente, hay menos interés en apoyar el desarrollo económico o el desarrollo social.En suma, ni la re-elección es un rasgo muy usual en democracia en América Latina, ni la competencia se da en igualdad de condiciones, ni la permanencia parece ser el rasgo que se entrelaza con el desarrollo.Concluyo, además, afirmando que los presidentes que pueden reelegirse, ganan por el simple hecho de ejercer el poder. Vale decir, la diferencia con la que ganan contra sus contrincantes también se explica más por su capacidad de ser reelegidos que por su propia gestión. ¿Qué quiere decir esto? Que Evo podría ser re-elegido no porque sea buen gobernante, sino que tiene poder. Creo esta última afirmación: Evo no es tan bueno como se cree, pero tiene el poder.El Deber – Santa Cruz