Carta abierta de un jubilado indignado

f_2015-10-18_63Abelardo IloseaDe mi mayor consideración:Tengo la edad que sobrepasa la esperanza de vida media en muchos países, incluido el nuestro. Era muy joven cuando se dieron los sucesos de la Segunda Guerra Mundial y ya no tanto, obviamente, cuando se inició la guerra fría. Éstas son unas breves líneas para que se imaginen mi rostro, el ritmo y peso actual de cada uno de mis pasos, mis posibles dolencias de cuerpo y, por supuesto, las siempre infaltables del espíritu, por decisiones relacionadas con lo que hice y dejé de hacer. Dicen que lo que más pesa es lo que no se hace… ¡Mentira! Algunos errores por comisión pueden pesar igualmente como un yunque eterno en nuestra espalda, que mientras más vieja sea, mayor se sentirá el peso.Para no aburrir por no continuar con esta moda de mensajes cortos, palabras simples y abreviaturas que me resultan curiosas y extrañas, iré directo al grano. He seguido con inusitado interés las noticias de esta novela sobre el amorío de Evo Morales con una jovencita, Gabriela Zapata, hasta que me he sorprendido y avergonzado de mí mismo, pues, en mi morbo, atendía con envidia cómo un hombre con poder y dinero puede darse esos lujos a su edad. Yo, un simple jubilado, no podría hacerlo, pues ni un seguro mejor de salud puedo pagar y debo esperar que me atiendan en la emergencia de la Caja Nacional de Salud, rogando que quien lo haga tenga una voz al menos piadosa, aunque con ello no prometa una pronta atención.Pero volvamos al asunto. A mi vergüenza. Esta no sería llamada así si es que, desde un principio, hubiese partido, no desde la envidia a un hombre como Evo Morales, sino desde un juicio más maduro y serio en relación con la presidencia de Evo Morales. Este presidente tiene conocimiento de lo que padece un hombre como yo, pero, supuestamente, se sensibiliza por la ambición de una muy joven ciudadana que, según parece, desea sin escrúpulo ni mayores esfuerzos una casa como la del Sr. Fortún; que desea a toda costa, incluso del bienestar de muchos, un prominente busto y labios carnosos.He visto una foto de su perfil –mis nietos me auxilian con ese monstruo de Internet– cuando mira a una niña; por un momento, me confundí con la imagen de una mujer del cine a la que había visto sin saber su nombre, pero hoy me dijeron que se trata de una tal “Angelina Yolie”, o como se escriba. ¿Es que acaso esta jovencita, muy en el fondo, a pesar de su supuesto convencimiento del necesario reconocimiento e inclusión de nuestras diferentes culturas oprimidas, había realmente ansiado profundamente parecerse a esa otra gente de la cultura opresora y que manipula, como se dice, con el capitalismo y Hollywood? Supo darle en el clavo para poner fin a su frustración originada en la mirada del otro, de los demás, que, seguramente, sentía que la juzgaban y le daban un lugar en el mundo del que ya estaba cansada y no se iba a resignar.Por aquel que ha sido nombrado nuestro presidente he votado una sola vez, pues luego se han sumado decepciones. En este caso concreto, que el padre de la república haya favorecido a su amante o pareja me hace sangrar este fatigado corazón porque me hace odiar al género humano. ¡Cómo no me provocaría ese sentimiento tan horrible y perturbador verlo usar el poder que se la conferido para concentrarlo en complacerla y darle éxito de empresaria (de capitalista) y permitirle dinero y bienes que muchos aspiramos durante nuestra juventud y nunca pudimos darnos por la vía del trabajo simple y de pueblo! Sufro al ver que mis hijos no tuvieron lo que, posiblemente, una mujer por mala vía habría podido darles a cualquiera de los suyos en tan solo dos años. Sufro y odio.Aquellos sentimientos se acrecientan cuando escucho a algunos políticos de la oposición en el poder, aunque es un poder que mendiga en sus acrobacias callejeras, porque sé que han hecho o harían lo mismo y se las dan de críticos e indignados. Eso sí, me reconforta pensar que su única grandeza es la que solo ellos perciben de sí mismos.No parecería inmediatamente razonable, pero asocio este escándalo con lo ocurrido en Chaparina, viniéndose a mi mente de manera irrefrenable, atropellando a otros pensamientos. Será que cuando uno está viejo se necesita más que buenas noticias para paliar las propias frustraciones y el dolor de un cuerpo en camino a la podredumbre; entonces, la conciencia de la propia futura podredumbre no admite ya otras, ni sociales, ni políticas, ni morales, y, cuando aparecen, calan hondo. Debe ser que es más fácil engañarnos a los viejos, por eso preferimos creer algunas tonterías que nos dicen para pensar que estamos bien. Las jóvenes que llaman a mis compañeros el día del pago lo saben muy bien. Perdón, mi edad me hace divagar. Vuelvo al punto. Como el presidente Morales dice que desconoció a esta muchacha que logró subir al palco para el Carnaval del año pasado y tomarse una foto con él, me pregunto si ese verbo “desconocer” es el mismo que empleó cuando dijo “Desconozco quien dio la orden de represión” en el caso Chaparina. Es que con lo viejo que estoy no sé ya si así como se abrevian las palabras de manera extraña también se usan los verbos de manera aún más extraña.Me despido con la aclaración de que no soy un admirador de Carlos Valverde Bravo, y que a su padre no lo tengo en buena estima, al contrario; sin embargo, tengo la esperanza, esa que en viejo, como ya mencioné, nos hace tanta falta, que este periodista siga con un valor inclaudicable y reciba apoyo de hombres y mujeres con franca convicción en este desafío ante el poder gubernamental, tal como quiso hacerlo una vez, pero sin mayor triunfo, contra otra mujer con respaldo del poder local cruceño.Atentamente.