La mirada

gomezvelaokAndrés Gómez VelaSintió aquella mirada depravada en sus glúteos cuando bailaba una danza tradicional. Aunque todavía estaba en el umbral que separa a la niña de la mujer, su intuición identificó aquellos ojos pedófilos sin haberlos visto. Era una mirada pesada como el plomo y repelente como la de un reptil. Y el miedo electrocutó su estómago como aquella vez que «ese viejo de 58” clavó sus ojos en su figura de niña y quiso manosearla, que si no hubiera sido por su perro «Comandante” ni se imagina lo que hubiera sufrido.Algo atolondrada se dio la vuelta para ver a quién pertenecían esos ojos de buitre. ¡No puede ser! Eran del que llamaban El Uno, quien había llegado al pueblo, ubicado en una colina al pie de dos ríos, en algún lugar de la tierra, y que había sido recibido con guirnaldas y aplausos. Se asustó más, perdió el ritmo, confundió los pasos del baile y uno de sus profesores la reclamó. Quería que termine ¡ya! la danza e irse directo a casa para no sentir esos ojos que recorrían su delgadez como una serpiente.Honorina cumpliría 15 años en 26 días y en ese instante temía no llegar a esa fecha. Su rostro, donde sobresalían unas pestañas largas y una nariz tallada por un divino escultor, había perdido lozanía y sus labios, color.Casi al final del baile, vio de reojo que aquel hombre de pómulos altos y nariz encorvada cuchicheaba con uno de sus colaboradores. Deseó desaparecer cuando vio que le apuntó con el dedo índice de su diestra como diciendo «quiero a ella”.Apenas terminó la música, huyó del lugar; sin embargo, sintió que esa mirada la perseguía. «¿Por qué volviste tan temprano, Honorina?”, preguntó su papá. «Quería venirme nomás”, mintió. Al cabo de 15 minutos, un uniformado se presentó en la puerta de su casa y su corazón galopó más. ¿Honorina?, interrogó. «Sí”, respondió. «Le llama El Uno”. «Dice que quiere bailar contigo”, secundó una voz, y una tercera apostilló: «Será un ratito nomás”.»Mi papá no quiere”, dijo y quiso cerrar la puerta, pero no pudo porque el uniformado introdujo su bota derecha en el marco. Con el ruido seco salió su papá: «¿Qué pasa, Honorina?”. «Don Celso, queremos que su hija nos acompañe para que baile con El Uno”, casi ordenó un representante del lugar. «Andá, Honorina, dicen que es bueno”. Entre esas palabras su intuición se adelantó y le dijo no, pero cedió pensando que ante tanta gente no le podía pasar nada.Durante el baile, la mirada era más depravada y hasta jadeante. Sintió en sus manos que los dedos amorsillados del denominado El Uno o Jefe buscaban entrelazar con los suyos. Él quería congraciarse con ella y ella quería vomitar. Después de tres bailes, forzó una sonrisa y se fue. «Ufff, me salvé”, pensó. Pues no, a la semana, volvió el vehículo lujoso y de vidrios oscuros.Bajaron del auto tres emisarios y uno se adelantó: «¿Es usted el papá de Honorina?” Y antes que conteste agregó: «El Uno invita a su hijita a un viaje, a donde ella guste, irán en su avión, se lo comprará ropa y lo que quiera”. Cuando por un momento vio que su padre iba a aceptar, ella habló con la voz casi ahogada: No. Insistieron, luego se fueron.Días después volvieron en el mismo auto, pero reforzados con dos representantes. «Honorina, haz caso al Jefe. Vas a viajar, conocer ciudades y nuestro pueblo se beneficiará con obras”, instruyó un hombre de filuda quijada. Cuando otra vez vio que su papá, algo presionado, estaba a punto de decir Sí, escapó hacia el interior de su casa y dejó un sollozo en el camino.Luego de dos meses y cinco intentos, retornaron los celestinos. Pero esta vez salió la mamá: «No, mi hija no quiere y yo no quiero. ¡Váyanse! Ese al que llaman El Uno o Jefe decidirá la vida de ustedes, pero no va a tocar la vida de mi hija”. Y cerró su puerta.Honorina respiró aliviada. Pero, apenas horas después, cuando jugaba con «Comandante”, sonó su celular. ¿Hola? «Aló, Honorina, soy El Uno”. Se quedó tiesa y tiró el celular a un charco; miró a su alrededor con el miedo de ver de nuevo esos ojillos de rata y sintió otra vez esa mirada pedófila en su espalda…Página Siete – La Paz