Venezuela: ¡A revocar!

fernando-miresFernando MiresDe pronto parecía que la historia estaba repitiéndose.Lo que estaba sucediendo a fines de abril con la reticencia del CNE para entregar las planillas solicitadas por la oposición y así llevar a cabo la realización del revocatorio se parecía a la situación previa al 6-D cuando, con igual reticencia, Maduro se negaba a fijar fecha para las elecciones parlamentarias.Razones de sobra tiene el Gobierno para no desear medirse electoralmente. Cada elección que tenga lugar en Venezuela, a partir del 6-D, llevará estampada consigo la crónica de una derrota anunciada.Nacido electoralmente, sustentado en elecciones, plebiscitario, confiado en las grandes mayorías chavistas, fue constituyéndose en Venezuela una formación política en la cual se combinaba el electoralismo con estructuras autoritarias e incluso dictatoriales de poder. Hoy el Gobierno ha perdido su carácter electoralista.No sólo pierde y perderá el Gobierno las elecciones que tengan lugar de aquí en adelante sino, además, hará todo lo posible para que ellas no tengan lugar. Se quiera o no, el Gobierno ya ha perdido su legitimidad electoral. El problema es que no tiene otra.El viernes 28-4 pareció ser un día decisivo en la historia del Gobierno de Maduro. O entregaba las planillas o desataba una movilización popular en su contra. Si lo último sucedía, en un marco determinado por un gran desastre económico, en un país con crisis alimentaria, atravesado por colas de hambrientos dispuestos a enfurecerse a la menor indicación, habría encontrado a Maduro muy mal parado, incluso frente a su propia gente. Quizás Maduro, al entregar las planillas, sólo postergó el momento de su retiro. Eso lo sabremos después.Pero no sólo la lucha por la entrega de las planillas se parecía a la lucha por la fecha de las elecciones del 6-D. En sentido estricto, los acontecimientos de abril y mayo del 2016 y los que llevaron al 6-D están vinculados. Puede afirmarse incluso que entre ellos hay una relación de continuidad.Sin el gran triunfo del 6-D no habría aparecido la posibilidad revocatoria. Aún más: la necesidad de avanzar hacia el revocatorio obedecía a una opción existencial para la oposición.Maduro ha venido llevando a cabo un sistemático proceso de inhabilitación de la AN. Habiendo convertido al TSJ en cerco leguleyo destinado a dejar sin efecto las resoluciones parlamentarias, había (viernes 22 de abril) decretado la imposibilidad de la AN para legislar al someter cada resolución parlamentaria al veto ejecutivo. Un golpe mortal a la AN. El llamado al revocatorio deberá ser considerado pues como una operación de rescate de la AN, destinada a devolverle el principio de representación que emana de la soberanía popular. Es por eso que afirmamos: sin el 6-D el impulso revocatorio habría sido imposible. En ambos casos los demócratas venezolanos se han movilizado en aras de la vía electoral.Ha sido así demostrado que la opción revocatoria es la más decisiva. Tal vez otras alternativas eran más expeditas desde el punto de vista burocrático. El problema es que prescindían de participación popular y ésa solo la garantiza un referendo. Maduro no será revocado mediante un expediente notarial, sino como consecuencia de la formidable movilización popular desatada por el revocatorio.Ya el hecho de firmar significa hacer público un nombre, la inscripción del yo privado en una decisión que tiene lugar “bajo la luz de lo público” (Arendt). Cada firma deberá ser considerada como una declaración de amor a la democracia.Son muy pocos quienes intentan adjudicarse la paternidad sobre el revocatorio. Grandeza mostraron Lilian Tintori y Leopoldo López al reconocer el trabajo de Capriles a favor de la vía revocatoria. Grandeza mostró Henrique Capriles al afirmar que el creador del revocatorio no es un líder sino el pueblo. Tiene razón. La disposición hacia la opción revocatoria ha sido masiva. La recolección de firmas está a punto de transformarse en un tsunami. Todos los dirigentes, sin excepción, han comprendido que lo que está en juego no son los liderazgos personales –para eso ya llegará el momento- sino la sobrevivencia de la oposición como fuerza política.En otras palabras, en Venezuela está teniendo lugar una lucha por la defensa del principio de la soberanía popular. Principio que en su forma roussoniana es una ficción pero que en momentos decisivos ha logrado concretizarse en la historia. ¿No fue reafirmado en Polonia con el movimiento de Solidarnosc, representación de todos los trabajadores polacos frente a un Gobierno que se decía representante de los obreros? ¿No fue reafirmado en el Chile del plebiscito cuando mediante una decisión soberana el pueblo electoralmente constituido decidió poner fin a la dictadura de Pinochet y a la caterva de generales que lo acompañaban? ¿No fue reafirmado en la Alemania del muro cuando las masas en las calles corearon “nosotros” (nosotros y no ustedes) somos el pueblo”? Todos esos procesos tuvieron un sentido revocatorio.Hoy la ciudadanía venezolana exige a través del referéndum la devolución de los derechos soberanos que le corresponden. Así ha quedado claro -aunque Maduro, Cilia Flores, Cabello, Jaua, Rodríguez y otros poquísimos se llenen la boca con la palabra pueblo- que la decisión mayoritaria ha sido consignada. Esa decisión es revocar.El pueblo sólo existe como pueblo cuando se constituye políticamente. Antes de su constitución el pueblo sólo existe en la forma ambigua de ciudadanía, de población e incluso de masa. Sólo en periodos electorales o frente a grandes cambios históricos, el pueblo se hace pueblo. Eso es lo que está ocurriendo en la Venezuela de Nicolás Maduro.El pueblo venezolano ha comenzado a exigir la rescisión del contrato social que lo ligaba a sus gobernantes. Al actuar estos últimos como enemigos del pueblo y no reconocer a sus representantes, el poder deberá ser devuelto al pueblo. Eso y no otra cosa es el revocatorio.La lucha por el referendo no ha surgido solo como consecuencia de la mala administración del Gobierno, tampoco de la crisis económica, ni de las colas, ni de la propagación de la delincuencia, ni siquiera de la ostensible corrupción del partido de gobierno. El referéndum comenzó a cobrar vida desde el momento en que el ejecutivo decidió desconocer a la mayoría nacional representada en la Asamblea, es decir, desde el momento en que se negó a aceptar el principio de la soberanía popular representado en ese edificio que es la casa de toda la nación, incluyendo la de los propios chavistas.Pretender suprimir a la AN es decretar el desconocimiento de la voluntad popular, es la violación del principio más elemental de soberanía nacional. Ése y no otro ha sido el gran crimen político de Nicolás Maduro. Por eso, y no por otra razón, deberá ser revocado.Los Tiempos – Cochabamba