¿Cómo seremos mañana?

manfred-2Manfredo Kempff SuárezDentro de la lógica de la vida y del desarrollo cruceño, deberíamos pensar que probablemente estamos puestos a salvaguardia de discriminaciones étnicas, culturales o religiosas. Si desde los años 60 a esta parte hemos dado un paso tan gigantesco hacia la prosperidad en armonía, no debería haber motivo para que el paso siguiente no sea aun mayor con miras al futuro. Así debería ser y así lo deseamos.Lo cierto es que desde el Memorándum de 1904 hasta los años 60 pasaron seis décadas de soledad, de un andar cansino y que desde los 60 hasta hoy Santa Cruz es irreconocible por su progreso. Ha sido una prosperidad labrada a punta de sudor y de coraje. Un desarrollo donde hemos participado cambas y collas y donde caben quienes deseen transpirar dentro de reglas de juego claras y correctas, respetándonos.¿Por ejemplo, seremos centro o periferia cuando Santa Cruz recuerde los cinco siglos de su fundación? ¿Gravitarán, obligados, hacia nosotros, los entornos andinos, rioplatenses y amazónicos para fortalecernos? ¿O de la Santa Cruz superpoblada y próspera saldrá la fuerza y el empuje hacia esas regiones de nuestra vecindad? Ni siquiera podemos hablar de cómo serán los vínculos entre países, porque no sabemos si la hasta ahora fallida integración económica y política entre los pueblos, habrá logrado, por fin, borrar las fronteras nacionales, si ni la Europa comunitaria ha logrado hacerlo y, más bien, ha exacerbado los nacionalismos.Si vamos a hacer una real prospectiva hacia cuando hayan desaparecido nuestros hijos y cuando nuestros nietos estén viejos, tenemos que pensar en Santa Cruz como la gran ciudad y la más importante región de la llanura. Y es forzoso volver a las preguntas ya que estamos oteando el porvenir sin una brújula segura: ¿Nuestro viejo pueblo se habrá convertido en una urbe vivible y cordial? ¿Seremos una ciudad «inteligente» y primará el conocimiento como piensan algunos coterráneos? ¿La seguridad de sus ciudadanos no peligrará como hoy? ¿Nuestros descendientes, biznietos y tataranietos sabrán algo de las chuecas taperas de barro, chuchío y tejas, y mantendrán las tradiciones? ¿Defenderán los cruceños de entonces lo que tanto les costó hacer a los que nos han precedido y que amamos tanto? ¿O  seremos un recuerdo de antiguos quijotes empecinados en vivir en el llano ardiente? ¿Nos ufanaremos de tener nuestras llanuras y selvas produciendo bienes al mismo tiempo que protegidas de la voracidad humana y de la ira de la naturaleza cada vez más implacable?