Falsa moral tan antigua como la misma prostitución

joseluisbolivarJosé Luis Bolívar Aparicio

La antigua ciudad de La Paz, había decidido asignarle a los placeres de la noche, una zona rosa en el área de Caiconi, (hoy por hoy Alto Villa Fátima), para que en este sector se instalen los locales nocturnos que iban a cobijar de igual manera a parroquianos en busca de quereres y prostitutas en procura de seres carentes de afecto.

En uno de ellos, mezclados entre las sombras, ingresaron nuevamente dos hombres que ya venían visitando durante dos semanas el local. Sus pintas eran muy diferentes a las de los habitúes que frecuentaban el 101, sin embargo como dejaban buenas propinas y no hacían mayores escándalos era mejor no meterse con ellos. Al principio dieron sospechas de tratarse de “tiras” (agentes de la Policía) o “pichicateros”, sin embargo nadie pudo confirmar ello y de apoco mientras su presencia se hacía cada vez más frecuente, terminaron las sospechas y resultaron ser un par de clientes más.



Se sentaron en una mesa y ante la presencia de garzón pidieron un par de whiskys y la presencia de Azuzena, una de las chicas que en ese momento estaba haciendo pieza, quien sabe con qué afortunado. Pusieron unos pesos en el bolsillo del atento mozo y le indicaron que en cuanto acabe con sus deberes, se arregle y los atienda en su mesa.

Azuzena en realidad era Daniela Pereira, quien había llegado hace 9 meses desde su natal Tupiza con rumbo a la ciudad de La Paz con el fin de buscarse los medios para vivir. Era 1933 y la Guerra del Chaco estaba dejando profundas heridas en todo el territorio nacional, sus dos hermanos tuvieron que partir a la contienda, y quedó ella sola a cargo de sus ancianos padres. De alguna manera tenía que darse modos de sostener su hogar.

Comenzó trabajando como empleada doméstica, pero el intento de abuso sexual por parte de su patrón y en otro hogar la explotación laboral a cargo de la dueña de casa la hicieron desistir de esa tarea porque además de amargar su vida, no estaba ganando ni si quiera parte de lo que había imaginado podía lograr.

Era muy inteligente, pero su poca preparación escolar no le abrían muchas puertas, por lo que segura como estaba de sus encantos, se dio cuenta que la única forma en la que podría sobrevivir en La Paz y no retornar como un rotundo fracaso a su tierra natal, sería dedicándose a la prostitución.

Después de un trabajo de inteligencia por parte del Ejército, la asignación de una misión muy especial, llevó a estos dos hombres a dar con ella por un par de características muy especiales, sobre todo, el conocimiento tanto de su pueblo natal, como del área circundante y de la Quiaca en territorio argentino.

A seis meses de distancia de aquellas noches, en las oficinas del Cónsul Argentino en la ciudad de Jujuy, una encantadora jovencita ingresaba a su despacho tremendamente apenada porque no contaba con los documentos para ir a visitar a una tía suya en Camargo Bolivia. Ella era Formoseña pero como no tenía papeles no había forma de que haga su urgente visita.

Carlo Vicotti era un hombre mayor, proveniente de Buenos Aires, había sido castigado en aquella lejana ciudad por su apego al licor y la mala vida. Y ni bien observó la desesperación de esta muchacha, encontró en ella la mejor oportunidad para pasar una buena noche a cambio de un favor que a él no le costaría nada.

Selló la propuesta y aunque ella se vio y sintió avergonzada, le dio a entender que si no había más remedio accedía a salir aquella noche con él a pasear y ver lo que pasaba. Culminado el trabajo, fue a donde había quedado encontrar a la casi niña que lucía una hermosa figura debajo de un humilde vestido. El hombre se desvivió en atenciones, y en la pieza de un hotel se consumieron una botella de champagne, en medio de besos y caricias. El licor y el cansancio lo vencieron, y después de un apasionado momento se rindió entre los brazos de su amante para descansar su borrachera.

La luz del sol le molestó los ojos, y despertó con una horrible jaqueca producto de la mezcla de sexo y alcohol que le regalaron Teresa y la noche anterior. La muchacha ya se había ido, mejor para mí se dijo a sí mismo. Ya habría tiempo de hablar con ella nuevamente cuando lo visite en busca del salvoconducto que la lleve a visitar a su pariente más allá de la frontera.

Cuando llegó a casa lo esperaban personal del Consulado y la Policía. Sin poder hacer aún cuentas se le acercó su secretaria para darle puras malas noticias. Mientras él se entregaba a los brazos de Morfeo después de un satisfactorio instante de placer, ladrones se habían metido a su oficina, abierto sus cajones y la caja fuerte. Como resultado, desaparecieron documentos secretos y ultra secretos que estaban a su cargo, con la finalidad de dar apoyo informativo a dos empresas petroleras que tenían sus intereses económicos en la resolución de la guerra en favor del Paraguay.

El final de este lujurioso diplomático es desconocido, pero si se sabe dónde fueron a parar los papeles que se robaron quienes un año antes reclutaron a una prostituta, que luego de ser bien adiestrada supo también dar sus servicios a la Patria, y cambiar con su entrega el curso de la guerra. Puesto que cuando el Mcal. Bilbao Rioja se hizo cargo de la defensa de Villamontes, gracias a estos papeles, el Comando en Jefe tenía información completa de la disposición, pertrechos y demás datos de la fuerza paraguaya y con esos datos, pudo defender la heredad nacional que hoy día gozamos todos los bolivianos.

Como Daniela, a lo largo de la historia, desde María Magdalena, pasando por Madame Pompadeur, la Güera Rodríguez, o las Mata Hari, hasta la última de las chicas que aparecen al final de los clasificados de la sección de ofertas para adultos de cualquier diario, tienen un peso enorme en la vida diaria de nuestra sociedad, tanto para hombres como para mujeres.

Son madres, hermanas, hijas, amigas, esposas, compañeras, amantes y mujeres, que viven el día a día con todos nosotros y simplemente ejercen el oficio más antiguo del mundo. Muchas de ellas, gracias a los dotes con que la naturaleza las ha premiado, gozando de lujos y placeres que sus millonarios clientes son capaces de darles a cambio de su amor. Muchas otras, seguramente las más, menos agraciadas que las primeras, venden su ser por miserias y tienen que someterse muchas veces a los deseos más bajos que podamos imaginarnos. Muchas de ellas víctimas de trata de blancas, esclavas de hombres cobardes incapaces de ganarse el dinero por el propio esfuerzo y atenerse al organismo de su protegida que casi siempre es más bien su explotada.

Esta semana, la imagen de una muchacha desnuda sobre un par de muebles de cuero y la clausura de dos locales nocturnos en La Paz, nos han hecho descubrir que en Santa Cruz el desnudo del cuerpo escandaliza y en la ciudad del Illimani no se tolera la prostitución.

La clara lucha de clanes delincuenciales por el control del negocio de la prostitución en la ciudad de La Paz, y de la venta de productos relacionados con la diversión nocturna, ha vuelto a mostrar la doble moral de una sociedad que día a día prefiere mirar a un lado en lugar de pedir a las autoridades que de una vez, reglamenten y legislen debidamente esta actividad a la que se dedican hombres y mujeres que deberían gozar de mayor protección de parte de la fuerza del orden y el Estado, de manera que trabajadoras y clientes no corran riesgos de salud y seguridad a diferencia de lo que sucede hoy en día.