Él levantó un imperio a partir de una hamburguesería, ella encontró buenas causas para invertirlo. A la espera de que se estrene en España el biopic sobre Ray Kroc (‘El Fundador’), un nuevo libro analiza su relación con su tercera esposa.
Porque el amor más duradero de Ray Kroc, con permiso de Joan y Mcdonald’s, fue hacia el whisky Early Times, una de las marcas que se salvó de la prohibición durante la ley seca por considerarse “medicinal”. Kroc le daba tanto a la botella que, tras pagar 12 millones de dólares por hacerse con el equipo de béisbol San Diego Padres, no pudo evitar presentarse borracho al primer partido que presenciaba en 1974 en calidad de dueño. Desde el palco presidencial tomó el micrófono para gritar, ante una afición atónita: “Señores y señoras, sufro con ustedes. Es el peor partido que he visto en mi vida”. El alcohol convertía el carácter de Ray Kroc, de natural irascible, en una olla a presión. Asumiendo que no podía salvar del alcoholismo a su marido, Joan se propuso erradicarlo de Estados Unidos y en 1965 inició la Operación Cork –Kroc, al revés– para advertir de sus peligros y concienciar a la sociedad de la época de que se trataba de una enfermedad. Fue su primera labor social y tuvo grandes frutos. Hasta Betty Ford, toda una primera dama de los Estados Unidos, dio un paso al frente en los setenta para reconocer que era alcohólica.
Sin embargo, una de las virtudes del libro de Lisa Napoli es desmitificar la figura de Joan Kroc, que disecciona a lo largo de todo un capítulo con el irónico título de “San Joan” por la forma edulcorada en que la ha retratado la prensa estadounidense. Fumadora compulsiva, tenía un procaz sentido del humor y era aficionada al juego hasta el punto de no dudar en subirse a su avión privado para apostar 16 horas seguidas en Las Vegas. Lo cual, lejos de quitarle mérito, la hace más interesante, considera la autora, que tampoco duda en explicar cómo la muerte de su marido supuso en muchos sentidos una liberación para ella. Joan Kroc, ya sin Ray, se permitió patrocinios de corte más político que su conservador esposo no hubiese aprobado: fue la primera persona en donar un millón de dólares al Partido Demócrata, y una activa pacifista, promoviendo varias campañas antinucleares tras el ataque a Hiroshima.
Al enterarse de que sufría el cáncer cerebral que acabaría por matarla en 2003, a los 75 años, Joan Kroc reunió a su familia para decirle que no quería lágrimas puesto que, al fin y al cabo, había tenido una buena vida. Los meses que le quedaron los empleó en planificar su funeral de forma concienzuda: en él sonó un arpa en vez del piano que tanto había tocado a lo largo de sus días. También diseñó su legado, ya que las donaciones más suculentas de Joan Kroc vinieron, de hecho, tras su muerte.El Ejército de Salvación recibió 1.500 millones de dólares para construir centros comunitarios en barrios deprimidos. El segundo mayor beneficiario de la herencia fue la Radio Nacional Pública (NPR), a la que dejó el futuro asegurado con unos 200 millones de euros, el doble de su escuálido presupuesto anual. Y luego fueron premiadas diversas instituciones de la ciudad de San Diego, donde Joan Kroc pasó la parte más feliz de su vida: 50 millones fueron a parar a su universidad, 20 millones al hospicio, 10 millones al zoo, otros tantos a la ópera y un millón al hospital infantil McDonald’s, a la que llegó a llamar “corporación chovinista”, emitió un sentido comunicado. “Hemos perdido a una verdadera amiga”, consideraron a pesar de todo, “y el mundo a una verdadera humanista”.
Fuente: elpais.com