Alarmas encendidas

Harold OlmosLas sospechas estadounidenses de que los nexos del Gobierno venezolano con regímenes árabes eran un campo fértil para terroristas tomaron cuerpo hace dos años cuando un ciudadano iraquí resultó con múltiples pasaportes de Venezuela. El individuo tenía un prontuario relacionado con Hizbolah, la organización islamita tildada de terrorista y cuyos vínculos con la legación venezolana y su Gobierno llegaban a los más altos niveles. Hace poco más de una semana, la cadena televisiva CNN en Español puso en el aire un reportaje (Pasaportes en la sombra) sobre un presunto tráfico de pasaportes venezolanos que tendría por eje a Irak. El trabajo hacía temer que algunos hubiesen llegado a manos terroristas, que con ellos tendrían pase libre a una treintena de naciones. Un par de días después, Nicolás Maduro cancelaba las señales de la cadena internacional, en un severo ajuste de las clavijas que atenazan la libre expresión en la tierra de Bolívar y Sucre, y expresan la intolerancia de los gobiernos del socialismo del siglo XXI hacia los medios informativos. El bloqueo de señales vino precedido de un alud de denuncias contra el primer vicepresidente venezolano, Tareck El Aissami (siete semanas en el cargo), y de la decisión del Gobierno estadounidense de designarlo oficialmente narcotraficante, sancionarlo suspendiéndole la visa a EEUU y confiscando sus propiedades en ese país. Poco antes, Donald Trump había recibido a Lilian Tintori, la esposa del opositor encarcelado Leopoldo López, cuya libertad inmediata demandó en un tuit. Sentenciado sin poder presentar pruebas de descargo, López cumple dos años de confinamiento en una prisión militar. En las mismas horas, Trump conversó con el presidente argentino Mauricio Macri sobre la situación venezolana. Los observadores notan que la seguidilla no augura nada bueno para Maduro y su régimen, ahora con el Ejército como su sostén principal. Las encuestas más recientes le otorgan una aprobación inferior al 10%. Los analistas subrayan que ningún régimen puede sostenerse así por mucho tiempo, menos aún sentado en bayonetas. Debe suponerse que las cancillerías tienen las luces de alarma encendidas, en especial las que aún visten la camiseta del socialismo del siglo XXI. El panorama aconseja una nueva mirada hacia los medios y revisar prejuicios que los declaran enemigos a primera vista. En nuestro caso, esta nueva mirada debe incluir el respeto pleno a los acontecimientos democráticos, en especial a la voluntad emanada de consultas populares. El 21 de febrero marcó una decisión nacional y buscar desconocerla arguyendo que “fue un error” o “nunca debió haberse convocado a referéndum” es un desatino peligroso.El Deber – Santa Cruz