La nueva clase

Marcelo Ostria TrigoLa historia del político yugoslavo Milovan Djilas (1911-1995) es la historia de los decepcionados, de los que critican y rechazan al régimen que ayudaron a consolidar. Djilas destacó en los primeros años del Gobierno de Jozip Briz Tito; fue vicepresidente y presidente de la Asamblea Nacional de Yugoslavia. Ya en 1948, apoyó la ruptura con el Gobierno soviético de José Stalin, que no aceptaba la autonomía yugoslava y procuraba tratar a su país como uno más de los satélites integrantes del Comintern. Así sumó detractores entre los comunistas duros.Pero Djilas fue más allá: en la década de los años 50 criticó abiertamente a la burocracia comunista de su país. Afirmó que la nomenclatura oficial permitía que los militantes se conviertan en una nueva élite, es decir, en una inaceptable ‘nueva clase’ privilegiada a espaldas del pueblo. Por esas críticas fue destituido de sus cargos y expulsado del Partido Comunista y, en 1956, lo encarcelaron. Tras la publicación de su libro La nueva clase le aumentaron 10 años a su condena.La historia continúa: las dictaduras comunistas y neopopulistas tienden a beneficiar solo a sus partidarios mientras el ‘pueblo llano’ siente la opresión y la injusticia, que provocan escasez generalizada. Y peor aún: al corrupto descubierto –que es parte de esa nueva clase– siempre le espera un premio consuelo: un nuevo cargo importante.Jamás fue tan aplicable la sentencia de Lord Acton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Eso está sucediendo en Venezuela y en los países de la ALBA, donde una nueva clase hace rotar a sus miembros en cargos públicos, los que pronto son acusados por corrupción. Ese es el caso del actual vicepresidente venezolano, señalado como autor de graves delitos.Las denuncias de corrupción de los chavistas, de los integrantes del régimen argentino de los Kirchner; del autoritario sandinista Ortega y del brasileño Lula da Silva, junto a los recientes escándalos en nuestro país (Fondioc, YPFB, etc.), confirman la tendencia a la creación de esa ‘nueva clase’, como la que se enseñoreó en la patria de Djilas.Sintiéndose tocado, el oficialismo nacional defiende al régimen ostensiblemente corrupto de Nicolás Maduro; quizás por aquello de que “cuando veas las barbas de tu vecino afeitar, pon las tuyas a remojar”. Esto no parece que terminará bien para los autócratas actuales. Por ello, luchar contra la corrupción será tarea indispensable para el logro de la paz y del desarrollo de la sociedad.El Deber – Santa Cruz