Nueva crisis en la OEA

Marcelo Ostria Trigo

La Organización de los Estados Americanos fue creada para  preservar la paz, incentivar la cooperación mutua y reguardar las libertades democráticas de sus pueblos. En este empeño, la organización tuvo luces y sombras. Entre las primeras, por ejemplo, se cuenta una convención pionera: la del asilo para los perseguidos políticos aprobada en 1928 en VI Conferencia Internacional Americana, reunida en La Habana, que puso en vigencia una institución del Derecho Internacional Americano. Después de 73 años, fue adoptada la Carta Democrática Interamericana, destinada a proteger los valores democráticos porque “Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla” (Art. 1º).

Ahora, parece que la OEA entra en las sombras: es el resultado en las deliberaciones de la reciente reunión de la Asamblea General reunida en Cancún, sobre la gravísima crisis venezolana. Una minoría de miembros bloqueó una iniciativa en favor de la paz y la democracia. Esto fue posible por las reglas establecidas en la organización y por el principio, universalmente reconocido, de la igualdad jurídica de los Estados, en virtud del cual todos, cualquiera sea su condición, tienen la misma representación. Pero en su aplicación hay circunstancias en que una minoría —no sólo de número de estados, sino de población— puede prevalecer sobre una mayoría. Quizá este fue uno de los motivos para la creación en el seno de la ONU del Consejo de Seguridad, integrado con países con derecho a veto, lo que constituye una ostensible excepción a dicho principio.



La proposición en Cancún de una resolución orientada a la adopción de una acción diplomática que contribuya a la paz y la democracia en Venezuela, fue bloqueada por cinco países que votaron negativamente. Nueve se abstuvieron, lo que, en este caso, contó para ese bloqueo. Esto frente a la posición de 20 países, incluyendo los más grandes y poblados del continente: Argentina, Brasil, Canadá, Estados Unidos y México. De esta manera, una minoría impidió una acción para promover la paz y la democracia en uno de sus miembros: Venezuela.

Lo sucedido en Cancún nuevamente despierta desconfianza en la eficacia de la OEA pues no pudo cumplir con uno de sus fines. Se empantanó en el intento. Es que, como afirmó Alberto Lleras Camargo, “los organismos internacionales no son ni más ni menos lo que sus miembros quieren que sean” y este es uno de los casos lamentables: no se quiso que esta OEA cumpla con una tarea que pudo ser  honrosa.