Titulaciones sin sentido

José Luis Bolívar Aparicio* Fanático como soy del séptimo arte, he debido tratar de ver casi todas las películas de mi género favorito, el bélico. Empezando por Los Cañones de Navarone que fue la primera que vi en el desaparecido Cine París, terminando en la última que me conmovió, de nombre “Máquina de Guerra” con un Brad Pitt el colmo de estilizado y mentiroso, no hay nada que disfrute más frente a la pantalla grande que ver pasar ante mis ojos la recreación de la historia, así tenga los sobre maquillados guiones hollywoodenses, me trasladan de alguna manera a momentos, épocas y eras que cambiaron el curso de la historia y nos enseñaron a ser mejores seres humanos, aunque a veces da la impresión que no hemos aprendido nada.Sentir que me silban las balas y la arena se me entra en la boca durante la invasión en la playa Omaha durante el Día D en Salvando al Soldado Ryan, u oler el napalm de las bombas cayendo de fondo, mientras el Coronel Kilgore quiere surfear en Apocalypsis Now, son sensaciones que me sumergen en mi taquilla cuando puedo disfrutar de este tipo de cintas.Una de las primeras y sin duda mejores películas de guerra que pude ver cuando era niño, se llama “Sin novedad en el frente”, basada en la novela del mismo nombre de Erich Maria Remarque.En realidad, yo vi el remake, pues la original fue filmada en 1930 y con la ayuda del Technicolor obviamente la segunda es mucho mejor, aunque ambas conservan muy bien el alma de la novela.La trama está instalada en 1916, la Gran Guerra ya lleva dos años en su haber, y los estudiantes alemanes están ansiosos por terminar la escuela a brevedad y poder enlistarse para servir al Kaiser. Sus maestros no hacen otra cosa más que alentar ese fervor patriótico, con discursos encendidos y mensajes llenos de arengas, sus pupilos ansían quitarse sus trajes e ingresar al cuartel para poder ir al frente cuanto antes.La primera parte de la película tiene lugar en el entrenamiento que reciben en las barracas, y allí tiene lugar lo anecdótico de esta referencia. A cargo de estos jóvenes reclutas se encuentra cabo Kemmerich, un hombre bajito, de bigote prusiano, amargo carácter y muy pocas pulgas. Resulta que durante una lección de orden cerrado, el recluta Paul Bäumer (protagonista principal de la cinta), hace caer en el lodo a su instructor por error y éste, herido en su amor propio, decide hacer de lo que le queda como soldado, un verdadero infierno, con castigos feroces, e insoportables. Al licenciarse Paul y sus camaradas tienen un franco en el que aprovechan para salir a embriagarse y venganza de todas las barbaridades que el Cabo hizo con ellos, episodio que es la parte más humana, agradable y jocosa del filme.Al culminar esta etapa, son enviados al frente occidental donde se hace cargo del grupo el Sargento Stanislaus Katczinsky, interpretado por Burt Young, un soldado veterano que se las sabe de todas todas y que guía muy bien a este grupo de novatos en lo que es realmente la guerra, tratando que olviden lo antes posible, toda la basura aprendida durante su entrenamiento.La Primera Guerra Mundial, fue una carnicería de cuatro años estancada en las fronteras marcadas por las interminables zanjas de las trincheras. Las enfermedades y las ratas convivían con cadáveres vivientes que atacaban primero y se defendían después y entre una y otra recogían los miles de muertos que caían en cada embestida.Día tras día se enviaban a retaguardia cientos de heridos para ser atendidos, y otros tantos llegaban para reforzar las filas, no era raro ver reclutas nuevos sufriendo las consecuencias de los primeros días de batalla, mientras los veteranos hacían sus actividades de rutina casi sin inmutarse.En uno de los feroces ataques a una trinchera francesa, Paul observa a un soldado acurrucado, muerto de pánico, incapaz de ir hacia adelante por el temor a morir, en el fragor del combate él sigue avanzando y lo pasa por encima. Cuando el clarín llama a retirada, y todos los que no han caído deben retornar, el soldado Baümer vuelve a encontrar al mismo hombre que por el temor no pudo levantarse y lo mueve para ver si no está muerto. Al girarlo ve que se trata del Cabo Kemmerich, el hombre que jactaba su valor ante sus subalternos, pero que ante la metralla reluce su humanismo y cobardía como cualquier otro, pero muy lejos de lo que ostentaba en aquellos días del cuartel.Lo dejó donde estaba y volvió a su trinchera, pues era más importante prepararse para el próximo ataque que pensar en alguien tan insignificante como aquél pusilánime Sargento. Pasado un tiempo, visita el frente de batalla el Comandante del Ejército y aprovecha la oportunidad para condecorar a quienes mostraron heroísmo en combate. Es interesante el plano de la cara del soldado Baümer cuando quien recibe la Cruz de Hierro es justamente el más miedoso de todos, el Cabo Kemmerich.El diccionario de la Real Academia de la Lengua define la palabra “Mártir” como 1. Persona que padece muerte en defensa de su religión. 2. Persona que muere o sufre grandes padecimientos en defensa de sus creencias o convicciones. 3. Persona que se sacrifica en el cumplimiento de sus obligaciones.Me pregunto, ¿en cuál de estas se enmarcan los 9 ciudadanos bolivianos que han sido declarados por el hermano Evo como “Mártires por la reivindicación marítima”?Por más que busco, no encuentro ni la relación con el tema marítimo y mucho menos los puedo ubicar en la condición de mártires. Cuando mucho habrán sentido la desgracia que es estar privados de libertad, que obviamente es algo indeseable y podemos solidarizarnos con su condición, pero de ahí a darles semejante título y encima ligarlos a una causa con la que no tienen nada que ver, es por lo menos un exabrupto.Critican a la justicia chilena y los siguen calificando de inocentes, cuando la sentencia fue dada ante la auto declaración de culpabilidad por parte de los nueve imputados, y se olvidan de las primeras versiones dadas por el Vicepresidente Linera que nunca pudieron ser científicamente ni legalmente sostenidas.Mártires a lo largo de nuestra historia nos sobran, hombres que han dado por su ideología y su patria mucho más que solamente su vida, incluyendo a los miles de bolivianos que lucharon contra las dictaduras desde el anonimato y de todos los que quedaron en el olvido, pero engrandecieron nuestra nación con sus actos y devoción, menciono esta vez a los valientes que cayeron bajo la bala asesina e invasora de quienes se alzaron en armas contra el Estado en 1967 bajo el mando del Che Guevara. Pero como este gobierno escribe la historia a su antojo y conveniencia desde el 21 de enero del 2016, acá son mártires los que les convienen, así nunca se hayan martirizado en lo absoluto.Al igual que el Cabo Kemmerich, y como los tres soldados que recibieron injustificadamente el título de héroes por cruzar la frontera como no debían, estos 9 ciudadanos, reciben un calificativo que no se merecen y seguimos haciendo de nuestra reivindicación marítima una burda y triste chacota.Si los dos uniformados, tuvieran honor, deberían agradecer la mención, pero rechazar formalmente semejante titulación. *Es paceño, stronguista y liberal