¿Y la nacionalización?

Iván Arias

De repente y con un brillo de sensatez, funcionarios del Gobierno nos salen con discursos, otrora neoliberales, para justificar el alza de las tarifas de luz y de agua en todo el país: «Es para equilibrar costos; es para garantizar inversiones sostenibles, etcétera. Suena raro que, revolucionarios del siglo XXI empiecen a usar argumentos «despreciables, después que, durante 11 años, nos refregaron que el agua, el gas, la gasolina, la energía eléctrica y una centena de cosas más eran derechos humanos que no se podían afectar, y que era obligación del Estado Plurinacional subvencionarlos, cueste lo que cueste. Todo este andamiaje discursivo se asentaba en la nacionalización del gas, porque producto de esa medida los bolivianos gozábamos de inmensa riqueza y estabilidad económica.

 



Pues, ¿qué ha pasado ahora? ¿Se ha terminado la tan mentada nacionalización? ¿Ya no hay nacionalización? ¿Recién descubren que en realidad sólo era un cambio de contratos, como establecía la Ley de Hidrocarburos aprobada por el neoliberal Hormando Vaca Diez, en mayo del 2005? ¿Acaso que, gracias a la nacionalización, en menos de 15 años no alcanzaríamos a ser Suiza o que el 2025 nuestra economía sería más grande que la de Chile? ¿Ya no hay plata para las subvenciones? ¿El pueblo debe empezar a pagar las facturas de las farras de 10 años?

 

En el conversatorio: «Apuntes para analizar la economía nacional y el populismo, de la Fundación Vicente Pazos Kanki, se abordó estos y otros temas. Está claro que Bolivia, entre 2006 y 2015, ha tenido un ciclo de crecimiento económico debido al alto precio de las materias primas (hidrocarburos, minerales), que son nuestros principales rubros de producción y  exportación. Sin embargo, este ciclo de bonanza, una vez más, fue desperdiciado repitiendo errores del pasado.

 

Según los participantes en el conversatorio, en varios países de Latinoamérica, una y otra vez, se han aplicado programas económicos que recurren en gran medida al uso de políticas fiscales y crediticias expansivas, y a la sobrevaluación de la moneda, para acelerar el crecimiento y redistribuir el ingreso. Sin embargo, después de un periodo de recuperación, surgen cuellos de botella que provocan presiones macroeconómicas que finalmente conducen a la disminución de los salarios reales y a dificultades en la balanza de pagos, que dan inicio a la declinación del auge económico experimentado y, por tanto, dan paso  a un periodo de declinación y crisis.

 Los indicadores que señalan que la bonanza terminó se respaldaron con datos: entre 2004 y 2014. La balanza comercial de Bolivia registró un saldo positivo; es decir, se exportó por mayor valor de lo que se importó; pero, a partir de 2015, el saldo comercial es negativo, lo que significa que se importa por mayor valor de lo que se exporta. El PIB está en caída y las reservas internacionales también. 

El 1º de julio de 2007, el presidente Evo Morales manifestó textualmente: «Si continuamos avanzando como ahora, dentro de 15 años podremos ser iguales a Suiza. Sería fantástico que lo afirmado por el Presidente se convierta en realidad, pero la distancia en las cifras es abrumadora y los avances de ambas naciones son muy diferentes. La realidad actual de la economía boliviana es que requeriría un crecimiento sostenido de 3% anual durante 119 años para llegar al PIB P/C actual de Suiza, esto sin considerar el crecimiento que pueda tener en ese tiempo la economía de ese país europeo.

El aumento del salario mínimo nacional, acompañado del mantenimiento de un tipo de cambio fijo, ha hecho perder competitividad a la industria nacional. El año 2012 un salario mínimo de 1.000 bolivianos permitía comprar indistintamente 29 camisas chinas o 29 producidas en Bolivia de la misma calidad. Sin embargo, producto del aumento del salario mínimo, la inflación interna y el mantenimiento del tipo de cambio fijo, en el año 2017, con el salario mínimo de  2.000 bolivianos, se  puede adquirir 58 camisas chinas y sólo 45 camisas nacionales.

 

Esta situación muestra, con un ejemplo simple, la pérdida de competitividad de la industria nacional. La variación del tipo de cambio en los países vecinos y el mantenimiento de un tipo de cambio fijo en Bolivia constituye otro de los factores que, de acuerdo al análisis, resta competitividad a la producción nacional. Economías estables como las de Uruguay, Colombia y Chile devaluaron su moneda, tanto en 2014 como en 2015, y Perú, el país de Sudamérica de mayor crecimiento, adoptó similar decisión y devaluó su moneda en 6,8%, en 2014, y 13,5 en 2015.

 Ivan Arias Durán es ciudadano de la República de Bolivia.Fuente: paginasiete.bo