Mesa llama ‘engendros’ a dos construcciones del Gobierno en plaza Murillo de La Paz

El expresidente se refiere a la edificación de la Casa Grande del Pueblo, que reemplazará al Palacio de Gobierno, y de la nueva sede de la Asamblea Legislativa de Bolivia. «Se trata de una agresión sin precedentes, que destruye lo poco que quedaba de coherencia en el casco histórico» de La Paz, advierte.

Mesa llama ‘engendros’ a dos construcciones en plaza Murillo

El expresidente advierte una «agresión ideológica» detrás de la edificación de la Casa Grande del Pueblo, que reemplazará al Palacio de GobIerno, y de la nueva sede de la Asamblea Legislativa.

Las edificaciones tienen lugar en el centro histórico de la sede de Gobierno. (Imagen de internet)El DeberEl expresidente y aún vocero de la causa marítima, Carlos Mesa, calificó como «verdaderos engendros» las dos colosales construcciones que se realizan en plaza Murillo de la ciudad de La Paz. Se trata de ‘La Casa del Pueblo’ y el nuevo edificio para la Asamblea Legislativa.»Desde el punto de vista de la ciudad se trata de una agresión sin precedentes, que destruye lo poco que quedaba de coherencia en su casco histórico», detalla una publicación realizada en su sitio en internet.Explica que «la ampliación de ambos espacios no consideró ni por un segundo adecuarla a dos premisas: la armonía arquitectónica con el entorno y el respeto a la proporción de las edificaciones existentes en su contexto urbanístico».El también historiador sostiene que detrás de ambas edificaciones existe una justificación «ideológica», que busca reflejar que «el Estado Plurinacional será recordado “por siempre” a través de los dos símbolos físicos de su paso por la historia y del poder que los representa.»Ambos monstruos de concreto serán la sombra permanente colocada literalmente encima del pequeño Palacio gubernamental y la Catedral, y en la otra acera aplastando la cúpula de la sede del Legislativo. No ha sido casual ni el tamaño, ni la forma, ni el lugar. Sólo así se puede entender la irracionalidad de una mole de veintinueve plantas para albergar al Presidente y al Ministerio de la Presidencia y otra de veinte plantas para los asambleístas. En realidad nos dicen: ‘¡Aquí estamos y aquí nos quedaremos representados en estos gigantes para que no se olviden nunca que este modelo político aniquiló y sustituyó al viejo régimen!'».Concluye señalando que «La Paz –una vez más- tiene que pagar el incalculable precio de lo que es una combinación de imposición y megalomanía que infiere una herida de muerte a nuestro centro histórico, probablemente sin antecedentes en América».  La Paz / Jesús Reynaldo Alanoca PacoEl artículo del expresidente Carlos Mesa:



¿Por qué se Construye “La Casa del Pueblo”?

FullSizeRender-13La “Casa del Pueblo” en construcción, delante, el Palacio de Gobierno y la Catedral (foto C. de Mesa Gisbert)Nada se da por acaso. La construcción de dos gigantescos edificios en el centro de La Paz, el nuevo Palacio de Gobierno -mal llamado “La Casa del Pueblo”- y el nuevo Palacio Legislativo, responde a una lógica y tiene un propósito muy claro.Desde el punto de vista de la ciudad se trata de una agresión sin precedentes, que destruye lo poco que quedaba de coherencia en su casco histórico. Para ser justos, sin embargo, no está demás subrayar que a pesar de los esfuerzos ímprobos de especialistas y activistas en defensa de nuestro patrimonio, la normativa referida a lo que se puede y no se puede hacer en el perímetro de lo que denominamos como “ciudad vieja” ha sido cambiante, errática y contradictoria desde hace ya varias décadas. El resultado, antes de el último y demoledor atentado que comentamos, ha sido el de la construcción de edificios que desnaturalizaron la zona. Los dos ejemplos más evidentes son el Banco Central (1981) y el Mercado Lanza (2010), en ambos casos (y otros varios que han ido “bombardeando” otras calles de la zona), el criterio dominante tuvo que ver con una peculiar idea de “desarrollo”, “progreso” y “modernidad”, que de manera inexorable dañó la imagen urbano-arquitectónica de la sede de gobierno.Es frecuente escuchar que las ciudades son cuerpos vivos y dinámicos en plena transformación y que el cambio es parte inherente de esa realidad. Sin duda es así, de lo que se trata es de establecer con claridad lo que cada ciudad espera de sí misma. Pensemos en París, Washington, Venecia, Cusco o Quito. Está claro que todas esas urbes crecen y viven la realidad del siglo XXI, pero lo está también que a ninguno de sus habitantes se le ocurre proponer un rascacielos al lado de la Torre Eiffel o del Arco del Triunfo, o del Capitolio, o de la Iglesia de San Marcos, o de la Plaza Mayor, o del Templo de San Francisco. La sola idea sería no sólo desechada, sino que se reputaría de insano al político o al arquitecto que pongan siquiera a consideración tal despropósito.FullSizeRender-15La Plaza Murillo con los dos palacios (foto C. de Mesa Gisbert)El argumento esgrimido por nuestros gobernantes es que los actuales edificios que albergan al Ejecutivo y al Legislativo han quedado pequeños y están desbordados, lo que es rigurosamente cierto. Pero queda claro que la ampliación de ambos espacios no consideró ni por un segundo adecuarla a dos premisas: la armonía arquitectónica con el entorno y el respeto a la proporción de las edificaciones existentes en su contexto urbanístico. ¿Por qué? ¿Porque quienes ejercen el poder carecen de sensibilidad artística? ¿Porque desconocen la importancia de preservar un legado que es además un fuente potencial de atractivo turístico? No, la respuesta es ideológica.FullSizeRender-11Palacio de Gobierno, obra del arquitecto José Nuñez del Prado, 1852 (foto de C. de Mesa Gisbert)FullSizeRender-12Palacio Legislativo obra de Antonio Camponovo, 1905 (foto C. de Mesa Gisbert)El Palacio de Gobierno fue construido en 1847 por el Presidente José Ballivián e inaugurado en 1852 por el Presidente Manuel Isidoro Belzu. El Palacio Legislativo fue construido en 1900 por el Presidente José Manuel Pando e inaugurado en 1905 por el Presidente Isamel Montes. Sus estructuras y su representación arquitectónica son eminentemente republicanas, ligadas a los cánones de su tiempo, con la evidente influencia greco-latina que se usó en toda América en los edificios públicos, en estos dos casos particulares con un atractivo tono ecléctico en el contexto de sus modestas proporciones.Las dos nuevas construcciones, verdaderos engendros especialmente por su desmesurado tamaño, no son sólo una respuesta a necesidades funcionales, son la afirmación de una idea. El Estado Plurinacional será recordado “por siempre” a través de los dos símbolos físicos de su paso por la historia y del poder que los representa. Lo será además por comparación con la “República derrotada”. Ambos monstruos de concreto serán la sombra permanente colocada literalmente encima del pequeño Palacio gubernamental y la Catedral, y en la otra acera aplastando la cúpula de la sede del Legislativo. No ha sido casual ni el tamaño, ni la forma, ni el lugar. Sólo así se puede entender la irracionalidad de una mole de veintinueve plantas para albergar al Presidente y al Ministerio de la Presidencia y otra de veinte plantas para los asambleístas. En realidad nos dicen: “¡Aquí estamos y aquí nos quedaremos representados en estos gigantes para que no se olviden nunca que este modelo político aniquiló y sustituyó al viejo régimen!”.La realidad física de semejantes estructuras le da la razón a sus autores. Por si hubiera alguna duda del ejercicio arbitrario de ese poder, a pesar de la norma municipal que prohíbe construcciones de tal magnitud en un lugar tan sensible, el gobierno vulneró la norma y construyó, luego “arreglaría” esa vulneración en los tribunales más bien dóciles a sus requerimientos. La Paz –una vez más- tiene que pagar el incalculable precio de lo que es una combinación de imposición y megalomanía que infiere una herida de muerte a nuestro centro histórico, probablemente sin antecedentes en América.