Sangre en las carreteras

Mauricio Aira 

El título parece ser de las páginas rojas de publicaciones sensacionalistas y es que en las carreteras de Bolivia algo está ocurriendo que la frecuencia de accidentes, de acuerdo a las estadísticas, se ha duplicado en el curso de los últimos meses. Las causas son varias, el mal tiempo con tormentas de lluvia y nieve, el mal estado de las carreteras, las fallas mecánicas y las fallas humanas.

Contra el mal tiempo, no es mucho lo que se puede hacer, aunque en Europa el servicio meteorológico cumple su rol, al prevenir de lo que puede suceder y especialmente al disponer de los elementos técnicos y de recursos humanos de primeros auxilios incluyendo la fuerza aérea está siempre presta, las 24 horas al día, 365 días al año para socorrer a los damnificados.



Acerca del estado de las carreteras incluyendo una efectiva señalización es mucho lo que se debe hacer.  La infraestructura caminera es determinante con la construcción y habilitación de puentes, pasos a nivel, túneles, pasos de emergencia, etc., etc., tarea que reclama grandes recursos, maquinaria, tecnología de vigilancia y el seguimiento de los vehículos de transporte colectivo que deberían estar siempre pendientes, pues en ello se juega la vida humana.

El estado de las maquinas, de su mantenimiento, de su perfecto funcionamiento la sociedad lo encomienda a las empresas. Los permisos de operación no se deben entregar sin antes chequear los técnicos, toda la maquinaria, su resistencia y su antigüedad. Las oficinas de transito incluyen revisiones periódicas, pruebas en diversos terrenos, resistencia de los materiales y cuan eficaces sean ante las emergencias más extremas. Hace mucho tiempo que venimos insistiendo en la obligación de inspecciones periódicas por especialistas y con el uso de medios técnicos. Lo de “la roseta de control” es una broma, una tomadura de pelo, que debe terminar. Cuántas vidas se salvarían si en lugar de la pantomima de hoy, se estableciera el control mecánico por talleres especializados.

Finalmente está el factor humano. Hemos marcado que los permisos de conducir a particulares no se extienden antes de los 18 años de edad. Se otorgan luego de haber seguido los aspirantes un curso completo teórico y práctico de conducir. Los manuales tienen que estar adecuados a la época, actualizados con las reglas que se van incorporando y que el conductor de un vehículo público, vale decir de transporte colectivo, tiene que saber de memoria.Este aspecto ético de conducir vehículos en largas distancias y por carreteras con marcadas dificultades no se puede soslayar. Se tiene que asumir seriamente, y por medio de sanciones severas castigar a los infractores. Conductores alcoholizados tendrían que ser echados del gremio con ignominia. Si antes por ignorancia o condescendencia se toleraban a los conductores ebrios, hoy la tragedia de ver sangre en las carreteras con una frecuencia inexplicable, debe conducirnos a las autoridades y los usuarios a ser rigurosos con los alcoholizados.Causa una sana envidia, comparar el régimen de tránsito entre Europa y América del Sur, aunque existen excepciones en Brasil, en Chile, en Argentina (ciertas regiones) donde los servicios de auxilio son ejemplares y están bien equipados. La diligencia y el profesionalismo con que carros bomberos, enfermeros, asistentes nos llenan de admiración y debemos imitar en nuestra Bolivia, donde se ve con buenos ojos que el Municipio de Cochabamba, pretenda incorporar al pensum del bachillerato la formación de choferes asegurándose de su buena formación y de la utilidad para todo profesional que esté en condiciones de controlar en orden un vehículo cualquiera. Resulta en iniciativa única.