¿Qué llevó a los autores del atentado en Barcelona a radicalizarse en España?

«Eran niños como todos, ¿qué estamos haciendo mal?», es una de las preguntas que más suenan después del atentado.

EFE
Un taxi pasa junto a los mensajes de apoyo escritos con tiza en una acera de Las Ramblas de Barcelona.



Younes Abouyaaqoub, conductor de la furgoneta que perpetró el atentado en Barcelona, tenía 22 años. Moussa Oukabir, vinculado con el ataque y abatido en Cambrils cuando buscaba otra matanza, también tenía 22. Junto a él murieron Mohamed Hychami —24 años—, Said Aalla —19 años—, El Houssaine Aboyaaqoub y Omar Hychami, ambos menores de edad. Esta enumeración podría seguir hasta incluir los al menos 12 integrantes que tenía la célula yihadista que sembró el terror en Cataluña, pero el factor común es ya evidente: son muy jóvenes, son violentos y a ninguno le asustó la idea de matar. Todos ellos, además, vivían en España, en un primer momento se habían integrado, pero sufrieron un punto de inflexión en sus vidas que les cambió para siempre. Y decidieron matar.

¿Por qué optaron por la peor de las salidas? ¿Por qué otros en su misma situación no lo hicieron? ¿Qué se está haciendo mal? Estas son las preguntas que más se están escuchando a medida que avanza la detención y se van conociendo detalles sobre los terroristas y sus motivaciones. Para responderlas hay que mirar más allá de las mezquitas, hay que analizar su entorno, los fallos y no hacer una lectura superficial de su día a día.

El contacto con algún agente de radicalización yihadista y la existencia de vínculos sociales previos con individuos radicalizados siembran en ellos el odio que les lleva a atentar, según el estudio de Real Instituto Elcano Dos factores que explican la radicalización yihadista en España. En él se detalla cómo la gran mayoría de los 178 individuos detenidos en España entre 2013 y 2016 por actividades relacionadas con el terrorismo yihadista son varones, tres cuartas partes de ellos tienen entre 18 y 38 años en el momento de su detención, y son, sobre todo, de nacionalidad marroquí y española.

Alrededor de la mitad son segundas generaciones descendientes de inmigrantes procedentes de países mayoritariamente musulmanes y, en un porcentaje algo menor, se trata de inmigrantes de primera generación con ese mismo origen, según este informe. Uno de cada 10 de los detenidos es converso. Quienes han cursado estudios de educación secundaria triplican a los que, sin embargo, no pasaron de una escolarización primaria. Y ahí es donde entra en juego un factor clave: ser tan jóvenes y vivir en un entorno secularizado les hace vulnerables a doctrinas pseudoislámicas y se someten a un periodo de radicalización a la sombra de una figura que les congrega, normalmente un imán, que es quien les inculca una versión violenta de la docrtrina safalista.

Ser tan jóvenes y vivir en un entorno secularizado les hace vulnerables a doctrinas pseudoislámicas y se someten a un periodo de radicalización a la sombra de una figura que les congrega

Precisamente eso fue lo que hizo el imán Abdelbaki Es Satty: se reunía con frecuencia en su furgoneta con Mohamed Hichamy, con su hermano Omar, con Moussa Oukabir y con Youssef Aalla, integrantes de la célula que atentó en Cataluña. «Estaban dentro de la furgoneta y se tiraban dos horas o más. Si pasaba alguien caminando cerca, se callaban y empezaban a mirar los móviles», ha explicado al diario El País un primo de dos de los participantes en los atentados del pasado jueves. Durante un año, según este familiar, los terroristas se reunieron de forma extremadamente discreta con el imán. Fue el pasado mes de junio, durante el Ramadán, cuando, según este joven, «perdieron el miedo a morir».

«Eran gente muy tranquila», dice a El País Mohamed Abouyaaqoub, sobre los terroristas del atentado en Cataluña. «Los cuatro hablaban español y catalán perfectamente. Jamás sospeché de ellos. Llevaban una vida tranquila. Creo que fue el imán de Ripoll [Abdelbaky Es Satti] el que los convenció», añade.

MUCHO MÁS ALLÁ DE LA MEZQUITA

Esto coincide con el patrón recogido en el estudio de Elcano: una gran mayoría de los detenidos en España entre 2013 y 2016 por actividades relacionadas con el terrorismo yihadista se radicalizó en compañía de otros individuos. Así fue para casi nueve de cada 10 de ellos, lo que supone el 86,9% de los casos. Al contrario, no más de un 13,1% de los detenidos —es decir, alrededor de uno de cada 10— se radicalizó por su cuenta, sin otra interacción que la de su exposición a la propaganda yihadista. Estos son los únicos casos de genuina autorradicalización constatados en el estudio.

Pero antes de su radicalización, la gran mayoría ha pasado por un periodo de integración más o menos intenso en el país de residencia, en este caso España. Basta con echar un vistazo, por ejemplo, a los perfiles en redes de Younes Abouyaaqoub. En ellas se ven fotos propias de cualquier joven de su edad: de fiesta, con ropa deportiva, haciendo deporte…

La carta publicada tras el atentado por una educadora social de Ripoll que trabajó con algunos de los miembros de la célula terrorista muestra también como en ellos todo iba por el buen camino: «Estos niños eran niños como todos. Como mis hijos, eran niños de Ripoll. Como aquel que puedes ver jugar en la plaza, o el que carga una mochila enorme de libros, el que te saluda y te dejar pasar ante la cola del super, el que se pone nervioso cuando le sonríe una chica».

Estos niños eran niños como todos. Como mis hijos, eran niños de Ripoll. Como aquel que puedes ver jugar en la plaza, o el que carga una mochila enorme de libros

Pero después pasan, de forma súbita, a ser radicales que dicen haberse encontrado con su fe. En ello tiene que ver que se ven a cumplir una condena en la cárcel por delitos menores como puede ser un robo o algo vinculado con las drogas. Es en ese momento donde, según el estudio, cambian, contactan con elementos que radicalizan su personalidad, y se vuelven vulnerables para los que ven en ellos una oportunidad para atentar.

Según el Instituto Elcano, al menos una cuarta parte de los detenidos contaba con antecedentes penales por delitos de delincuencia común. Esto se cumple con Driss Oukabir, uno de los detenidos por el atentado de La Rambla: había pasado por prisión por un delito de abusos sexuales.

El estudio pone de manifiesto la relevancia que tuvieron los agentes de radicalización en el inicio y el desarrollo del proceso a través del cual los detenidos en España entre 2013 y 2016 terminaron por asumir una visión fundamentalista y belicosa del credo islámico. Pero en el texto se da un paso más: dicho proceso estuvo asociado a la existencia de vínculos sociales previos con otros individuos asimismo implicados en actividades de terrorismo yihadista. Esos vínculos sociales previos, tanto con otros individuos detenidos en España o enviados como combatientes terroristas extranjeros durante los cuatro años que cubre este estudio, existieron en siete de cada 10 casos.

Cabe destacar el hecho de que, entre los detenidos que tenían vínculos sociales de tipo familiar con otro detenido o con un combatiente terrorista extranjero, dichos lazos de parentesco correspondían a hermanos. Hermanos de detenidos o de combatientes terroristas extranjeros se han identificado en 10 de las operaciones policiales contra el terrorismo yihadista llevadas a cabo en España desde enero de 2013 hasta diciembre de 2016. En la célula de Cataluña hay un trío de hermanos.

Y no hay que olvidar un factor clave, común por norma a los que acaban bajo las redes del yihadismo radical: les encanta internet, los videojuegos y todo aquello que fomente la ficción de violencia. No es casualidad que el Estado Islámico se haya servido de este estilo para sus vídeos de propaganda: saben que así serán capaces de maximizar su capacidad de captación. Y parece que les funciona. Junto a los factores anteriores, se favorece la radicalización de la persona y, en caso de que el individuo no haya tenido vínculo personal con un implicado, es el primer paso hacia su captación.

Por lo tanto, los jóvenes que atentaron en España respondían a un patrón con el que los expertos instan a hacer más en materia de prevención. Con este objetivo nació la plataforma Aware, que pretende dar a las mujeres un papel relevante en la lucha contra el yihadismo, en especial por su capacidad para detectar y prevenir la radicalización en los jóvenes. Detrás de Aware está la eurodiputada del Grupo Liberal y vicepresidenta de la Subcomisión de Derechos Humanos, Beatriz Becerra, que aseguró a El HuffPost que la única manera de frenar el auge de personas que se suman a las filas del Estado Islámico es con la prevención.

INTERRUMPIR EL PROCESO DE RADICALIZACIÓN

La única forma de frenar este incremento es, insiste Becerra «interrumpiendo el proceso de radicalización». «Es la única manera que tenemos para combatir esto de forma real», apunta. Pero para lograrlo se necesitan recursos y educación, dar herramientas que permitan a la sociedad detectar el cambio que culmina de la peor manera posible.

De ahí que en el estudio de Elcano se ponga de manifiesto que la radicalización yihadista que conduce a una implicación terrorista está estrechamente asociada con interacciones sociales mediante las cuales determinados individuos aprenden y hacen suyas ideas que justifican el terrorismo.

En la misma línea que Becerra, en el estudio se concluye que para prevenir la radicalización yihadista «resulta clave la detección de los agentes de radicalización y su neutralización mediante una actuación coordinada de los servicios policiales y de inteligencia junto con las autoridades judiciales». Por otro lado, también se apunta a que los programas nacionales de prevención de la radicalización yihadista «deben evitar una dispersión de esfuerzos institucionales», a fin de otorgar prioridad a las demarcaciones y los ámbitos donde tienden a concentrarse con especial frecuencia esos procesos.

Fuente: huffingtonpost.es