¿Dios un negocio o una fe?

Hernán Cabrera MarazEx- Defensor del Pueblo

He visto y oído a pastores elegantemente vestidos, con trajes muy fijos, zapatos de charol, con relojes y anillos de oro, bien peinaditos, con gel y perfumes, seguramente caros, discursear o sermonear a nombre de Dios, exigiéndole sacrificios a sus seguidores, y hablar de la pobreza, además de gritarles que el fin de los tiempos está cerca y que hay prepararse. Esto me genera una crisis interna o dudas profundas, si me pongo a pensar que Jesús y sus apóstoles cuando se juntaban para orar y para hablar a las masas, lo hacían ataviados de túnicas casi rotas, en abarcas, con el cuerpo cansado y sucio. Incluso Pablo, Pedro, los padres de la Iglesia, fueron pobres al extremo, que así torturados y perseguidos compartían la palabra de Dios. Cómo me duele pronunciar a Dios en medio de tanta impostura y aprovechamiento de sujetos que vienen explotando el sentimiento de dolor, de tristeza, de angustia y desesperación de mucha gente, que a estas alturas requiere esperanzas y certezas.

Ni se diga de Jesucristo, el hijo de Dios, el enviado del Señor, que de acuerdo a los relatos de la Biblia, su palabra sencilla, su humildad, su pobreza y su sabiduría lograba reunir a mucha gente, y con solo escucharlo, toda esa gente acongojada, enferma, desesperada sentía alivio y salud. San Francisco, llevó al extremo su opción por Jesús: abandonó riquezas, lujos, comodidades y se lanzó a predicar y a hacer la palabra de Dios con su ejemplo, y con solo su sotana.



Pero en la actualidad, con la expansión y el crecimiento de las religiones, cuyos pastores, profetas, han encontrado en la palabra de Dios, mecanismos y herramientas de subsistencia y de riqueza. Dios se ha convertido en un negocio bonito, que a nombre del diezmo, y de la salvación de las almas, los seguidores están en la obligación de dar parte de sus ganancias a una alcancía común, que nadie rinde cuentas de ellos, así como sucede con la Iglesia Católica, con las limosnas, que en cada misa hay que depositar a las fuentes o canastos que pasan por las filas donde están sentados los fieles.

Pero me cuesta asimilar que en las religiones que tienen una diversidad de nombres: Pare de Sufrir, Tiempo de cambio, Jehová, La medalla Milagrosa, Metodista, Amor de Cristo, y muchas otras, encuentro a los predicadores y pastores como si a ellos la pobreza no les afecta para nada y tienen todo lo que la Biblia o los santos y pastores de antes carecían. Sé de algunas personas, que las conozco y que hacen gala de sus pertenencias en las redes sociales, que tienen vehículos último modelo, tanto para ellos como para sus hijos, viviendas lujosas, se alojan en mejores hoteles, tienen los mejores trajes y vestidos en sus cuerpos cada vez que hay sus asambleas o cultos. Definitivamente esto me lleva a dudas y serias contradicciones, y me pregunto: ¿Dios estará contento con sus pastores hoy que hacen gala de riqueza y de poder? ¿Dios sabrá que a su nombre cobran diezmos a esa pobre gente que está desesperada de encontrar una solución a sus problemas económicos? ¿Por qué esos pastores hablan de sacrificios y pobreza, si aparentan y tienen lujos? ¿Dios es un negocio o es una fe o un estilo de vida? ¿Por qué han proliferado tantas religiones y éstas han hecho de la palabra de Dios una actividad comercial?

¿Será que Dios querrá todo esto que están haciendo las religiones, incluida la Católica? En fin, hablar de religión en Bolivia es delicado, susceptible, porque cada cual considera que tiene la verdad absoluta, cuando esa verdad la tiene solo Cristo: Yo soy la verdad, la luz, y lo hacemos los humanos, con religión o sin ella, es buscar esa verdad de forma permanente.

Hernán Cabrera MarazEx- Defensor del Pueblo