La pos-democracia

Emilio Martínez Cardona*El dictador venezolano Nicolás Maduro acaba de afirmar ante un corresponsal de la Deutsche Welle que el sistema parlamentario es antidemocrático. Se trata de una nueva “perla” discursiva del socialismo del siglo XXI, que se suma a las de otros mandatarios en funciones o ex gobernantes de esa corriente autocrática.Recordemos, por ejemplo, la declaración de Evo Morales que definía a la división de poderes como una “doctrina del imperialismo norteamericano” (pobre Montesquieu), o la aseveración de Rafael Correa señalando a la alternancia de “teoría burguesa”.Son ejemplos de lo que el asesor del chavismo temprano, Norberto Ceresole, llamaba “pos-democracia”: un régimen que, a diferencia de los gobiernos autoritarios tradicionales, no se considera una excepcionalidad provisoria que tarde o temprano deberá desembocar en una normalización republicana, sino como un “escalón superior” en la organización política de los pueblos, un ascenso irreversible que no admite retrocesos.De ahí que los “pos-demócratas” no sean afectos a la entrega del poder ni conciban la posibilidad y necesidad de un tribunal electoral independiente.En Bolivia, el vicepresidente Álvaro García Linera ha acuñado una expresión de sentido similar: la “democracia comunitaria”, con la que ha procurado disculpar la dictadura sindical que impone el voto-consigna en numerosas comunidades rurales del país. Volviendo a Venezuela, los comicios regionales de tenor “pos-democrático” no sólo han invertido los resultados previstos por todas las encuestadoras, sino que incluso han arrojado una votación por el PSUV superior a la alcanzada por Hugo Chávez en tiempos de bonanza petrolera. Imposible por donde se mire. Es un fenómeno de realismo mágico operado mediante la reubicación masiva de centros de sufragio y la anulación del registro dactilar, entre otras triquiñuelas. Ahora, es probable que el escenario de lucha por la libertad se traslade a la Organización de Estados Americanos, donde el Tribunal Supremo de Justicia posesionado por la Asamblea Nacional podría activar un proceso de impeachment contra Maduro.También es posible que el descaro del fraude venezolano acabe con las últimas tibiezas en el seno de la Unión Europea, impulsando sanciones contra los jerarcas del narco-estado. De hecho, la UE debería tomar nota del riesgo para su estabilidad política que representa la existencia del régimen chavista, dado su apoyo –no sólo verbal- a la izquierda separatista catalana y a sus cómplices populistas de Podemos.Es factible que los dardos de Maduro contra el parlamentarismo, dirigidos sobre todo hacia Alemania, sean una muestra del discurso con el que su dictadura buscará descalificar las medidas a tomarse en Europa.Por lo pronto, en América Latina el Grupo de Lima ya ha exigido una auditoría total de las recientes elecciones regionales. Esperemos que esto no quede allí y las declaraciones sean seguidas por sanciones concretas, tendientes a evitar la consolidación de una segunda Cuba. *Escritor y analista político