Luis Fonsi: «El éxito de ‘Despacito’ tiene más mérito con Trump, un antilatino»

Entrevista realizada el pasado junioEl cantante puertorriqueño, flamante triunfador en los Grammy Latinos, habla de sus orígenes y de su exitosa canciónMientras Despacito invadía las pistas y las fiestas a escala global y el verano era de Luis Fonsi, el cantante puertorriqueño (San Juan, 1978) lo observaba todo tranquilamente desde su casa de Madrid. Pocos saben que es su refugio para pasar varias temporadas al año con su esposa cordobesa y sus dos hijos, Micaela, de cinco años, y Rocco, de 10 meses. «Esta es la mejor ciudad del mundo, digan lo que digan algunos, hermosa, libre, abierta. No hay otra igual”.

Pero el pasado 17 de noviembre, jueves, Fonsi andaba en Las Vegas recogiendo cuatro Grammy Latinos gracias a su canción. Fueron los premios de la consagración a un fenómeno que ha roto todos los récords: “Tiene más mérito, si cabe, en la era Trump”, dice Fonsi. “Que una canción en español, en este tiempo, con un líder antilatino, que quiere dividir culturas y quitarnos el idioma en muchas partes, la gente, especialmente anglosajona, quiera escucharla y la apoye, supone el mensaje más claro para este individuo».Lo comentaba el cantante antes de partir para recoger la cosecha en los Grammy. Tras Despacito, llega Échame la culpa, su nuevo tema, lanzado un día después de su triunfo en Las Vegas. «Superar el fenómeno no voy a decir que es imposible, porque sonaría a que me doy por vencido. Lo que ha pasado y sigue pasando con ello es algo histórico, estoy completamente bendecido y agradecido».

Hablamos del vídeo más visto —cerca de 5.000 millones de visitas, la canción más compartida en streaming de la historia, la que más ha sonado en el mundo, el récord en la lista Hot 100 de Estados Unidos, con 16 semanas seguidas. «Lo digo y no me lo creo, jamás voy a lanzar una canción pensando que le voy a ganar a eso. El público me ha abierto esta puerta para ser consistente y seguir haciendo buena música. Pero pretender superarlo sería un error. En la vida uno no puede ser tan competitivo. Yo compito conmigo mismo, trato de superarme, pero no contra Despacito. Quedará como una canción importantísima junto a todos los que conmigo la han hecho grande: Daddy Yankee o Erika Ender [la compositora del tema] y el remix de Justin Bieber».



Una prueba, no sabe bien Fonsi por qué, de que la gente no quiere que la aten a una silla. De que los latinos, también, desean demostrar una identidad festiva y reconocible en plena ascensión del lado oscuro. Que no hay nada como echar un baile para afrontar los humos apocalípticos, algo que ya pregonaba Rubén Blades en La canción del final del mundo.

Otra actitud, otro carácter. Relativiza, que algo queda. «No es una canción política en absoluto», asegura. «Pero vino en un momento en que las cosas se le pudieron poner en contra y ocurrió al contrario. Vivimos un contexto en que cualquier programador de radio puede decir: ‘no, no voy a apoyar esto porque la situación anda delicada’. Pues, al revés, la gente empezó a pedirlo y eso ayudó mucho».

Una buena manera de reivindicar identidad: “Soy puertorriqueño cien por cien. Lo tengo todo de ahí a mis 39 años. Tuvimos que emigrar a los 11. Yo no tenía voz ni voto en mi familia. Mi padre buscaba cambiar de trabajo, un nuevo reto, y mi mamá lo apoyaba. Se arriesgaron y dijeron: ‘vámonos para Orlando’. Fue difícil. No hablamos del Orlando de hoy. Yo era uno de los pocos latinos en la escuela, en mi urbanización. Cambiar de idioma… todo resultaba dramático. Sufrí mucho bullying. Pero a esa edad te adaptas rápido». Hoy siguen en Miami, como una piña, en una casa en la que Fonsi no es el artista consagrado a nivel mundial, sino el hijo que cumple cuando su madre le manda sacar la basura o fregar los platos.

La música fue una válvula de escape: «Mi refugio, lo que me aportaba tranquilidad. Cuando me encontraba fuera de lugar, me hacía sentir libre, seguro. Me convertí en el artista de la escuela. Cuando necesitaban a alguien que cantara: ‘llama a Fonsi». De ahí entró en la Florida State University: «Me becaron y estudié música clásica. Me especialicé en voz. Mi corazón latía por la música popular, pero mi base es clásica. Y eso, hoy día, ha servido como una herramienta impresionante para fusionar y poder hacer un concierto variado y a la vez cantar Despacito. Yo soy cantante. Yo le digo a la gente: tú ponme a cantar. Todas mis composiciones las escribo con mi guitarra. Luego lo rellenas en el estudio, pero lo que hace un hit es la melodía y la letra. En mi humilde opinión no hay secreto ni clave. Yo trato de hacer primero una melodía importante. Si tienes un buen gancho, el resto cae en su lugar».

Pero antes debes otear por ahí. Oler. Buscar: «Suelo analizar qué se escucha. Soy un artista comercial, no de nicho. Yo hago pop y ese es un género que evoluciona rápidamente por modas, como la ropa. Y sé que el nuevo pop es la música rítmica. ¿Por qué? No te puedo decir. Quizás porque el mundo está un poco al revés. Quizás porque son años difíciles en la economía o la política y la gente necesita alegría y movimiento en su vida».

Se ha adaptado rápidamente, pese a venir de las baladas. “Del mundo romántico, que me encanta y no voy a abandonar. La gente en una época me pedía el cortavenas Fonsi y bien, yo feliz de la vida. Ahora la gente pide levantarse y moverse. Pues eso es lo que yo les voy a dar. Voy a usar mi estilo e influencia para ello».

De las cosas que resuenan en su oído desde que su padre lo llevaba a la escuela en coche a lo que fue descubriendo por sí mismo. Él era un sommelier musical. «Fue una ventaja, porque cuando le dije que quería estudiar música, no hubo inconveniente. Eso sí, me aconsejó un plan B, que estudiara mercadeo. Pero eso, a la larga, también me ha venido bien para la carrera».

Recuerda los trayectos en coche: «Sonaban desde grandes cantantes como Camilo Sesto a la Fania o El Gran Combo. Luego yo empecé a escuchar lo mío: Stevie Wonder, la factoría Motown», comenta. «Despacito es un ejemplo de cómo los mejores géneros están en uno, desde el cuatro portorriqueño, la guitarra que usamos en Navidad, en parrandas, que es con lo que le digo a la gente ‘de ahí yo vengo’, a la cumbia y a la melodía tropical. Te vas construyendo sin darte cuenta y reinventas todo eso de manera refrescante, diferente».

Fuente: elpais.com