El escándalo que no debió serlo: así se intentó rentabilizar la muerte de Brittany Murphy

¿Drogas? ¿Suicidio? Nada de eso. La muerte de la actriz, de la que hoy se cumplen ocho años, evidenció el interés de los medios y de su entorno por construir una polémica donde no la había.

Brittany Murphy

La memoria colectiva respecto a la cultura pop es a menudo capciosa. La mayoría de la gente cree que Pee-Wee Herman fue arrestado por un delito sexual relacionado con la pedofilia (fue detenido masturbándose en un cine porno, en solitario), que Tonya Harding le partió las piernas a Nancy Kerrigan con una barra de hierro (el agresor fue un amigo de su marido) y que Brittany Murphy murió a causa de las drogas y/o se suicidó. La realidad es que no se encontraron restos de sustancias ilegales en el cuerpo de la actriz y su fallecimiento, hace hoy 8 años, se debió a una neumonía agravada por la anemia que le provocaban las pérdidas de hierro durante su menstruación y por la ingesta de medicamentos recetados para la gripe. Una muerte mundana que, al distanciarse de la Santísima Trinidad de las causas mortales en Hollywood (drogas, accidente de tráfico, suicidio), desconcertó a algunos medios de comunicación, ansiosos de un relato fuera el que fuese. Pero la autopsia oficial no les impidió lanzar teorías, rumores e insinuaciones aún con el cadáver caliente: anorexia, adicciones, moho y hasta un asesinato. Han pasado ocho años y el mundo no deja que Brittany Murphy ni descanse, ni mucho menos en paz.



Dos días después de su muerte, People publicó un reportaje. En él se recurría a las infalibles “fuentes cercanas”, que aseguraban que la actriz de Inocencia interrumpida sufría una enfermiza obsesión con su imagen. “Llevaba cantidades extraordinarias de maquillaje, se ponía pestañas postizas, se puso fundas en los dientes, se tiñó de rubia y perdió peso” explicaba una fuente, “quería ser una belleza, no quería ser la gorda de Clueless (Fuera de onda). La directora de aquella película que la lanzó a la fama, Amy Heckerling, recordaba que Murphy atravesó cambios durante el rodaje: “quizá sentía que no era la típica chica escuálida y guapa, y de repente en sus siguientes películas aparecía rubia y más delgada haciendo de novia de Eminem [en 8 millas] o de Ashton Kutcher [en Recién casados]”. En Sin City, donde interpretaba (como todas las mujeres que aparecen en Sin City) a una prostituta semidesnuda, Brittany Murphy se reivindicó como el mito erótico que nadie esperaría de ella tras verla como la “chica que podría pasar por granjera” Tai Frasier en Clueless (Fuera de onda).

Esta transformación física generó rumores de anorexia y drogadicción que Murphy negó, explicando que tenía la misma talla de siempre pero su cara estaba adelgazando con la edad y que jamás había probado la cocaína. Sin embargo, una crónica de su fallecimiento en el New York Daily News incluía, entre dato oficial y dato oficial, frases como “según TMZ, su marido se negó a autorizar la autopsia”, “fuentes contaron a RadarOnline que, mientras los médicos intentaban reanimarla, su marido caminaba aturdido llevando puesto solo el pantalón de su pijama”, “un testigo asegura a TMZ que había muchas… muchas recetas médicas por toda la casa”, “sus amigos se mostraron preocupados cuando Murphy se volvió adicta al Vicodin tras una operación de cirugía estética” o “una fuente cercana considera que Brittany estaba viviendo su vida al límite”. El efecto de artículos como este es que el lector, como ese espectador que ve un telefilm que se parece a otros que ya ha visto, rellene los huecos y saque conclusiones.

Aquel epitafio además definía a Brittany Murphy como “una turbulenta aspirante a estrella”, a pesar de que ella jamás protagonizó ningún escándalo. Al menos en vida. Tras su muerte, la familia publicó un comunicado en el que la recordaba como “una hija, una esposa, un amor y una estrella fulgurante” y pedía que se respetase su privacidad (sin éxito). Su padre, ausente de la vida de la actriz desde que ella tenía dos años, aseguró que su personalidad adorable hacía que todo el mundo la quisiese: “desde la gente que hacía películas con ella hasta la tripulación de los cruceros (sic)”. Una fuente del rodaje de su película póstuma, Something Wicked, contó que la actriz “apenas estaba presente” y que “perdía la consciencia entre tomas”. Dicha fuente ignoraba el hecho de que en aquel momento Murphy ya estaba gravemente enferma.

Jeffrey Morgenroth, el agente de Brittany Murphy, denunció (no en los juzgados, sino en People) que su marido Simon Monjack había vaciado la cuenta corriente de la actriz tras su fallecimiento, lo cual encajaba en la narrativa porque Monjack había sido arrestado un par de veces por delitos fiscales y estafa. Las cejas en Hollywood se levantaron cuando Simon y Sharon, la madre de Brittany, fundaron una organización benéfica con el nombre de la actriz, pero olvidaron registrarla como tal y resultó ser una empresa privada. La desconfianza creció cuando Simon Monjack canceló un evento de la Brittany Murphy Foundation por encontrarse indispuesto. Y entonces llegó el giro de guion más estrambótico, que confirmó que esta era una película que nadie había visto antes.

Simon Monjack murió seis meses después de su mujer. ¿La causa de su fallecimiento? [Dentro música de revelación impactante] Neumonía. Sharon Murphy, durante el proceso de venta de la casa de la pareja (donde años antes habían vivido Britney Spears y Justin Timberlake hasta que encontraron un motivo para cantar Everytime y Cry Me A River, respectivamente), descubrió moho tóxico en la construcción. Así que decidió demandar a los abogados que la habían representado en su demanda previa contra el constructor de la vivienda: según Sharon Murphy, el bufete debía haberle indicado que esta negligencia era una posible causa de la muerte de su hija primero y su yerno después. Las autoridades que investigaron la muerte de Simon Monjack declararían que Sharon Murphy y el difunto no solo siguieron viviendo en la residencia de Brittany Murphy tras su fallecimiento, sino que dormían en la misma cama.Y vuelve la música de revelación impactante, porque llega el momento de la reaparición de un personaje del pasado: el padre ausente. Y como no podía ser de otro modo, tiene algo que decir: “Tengo el presentimiento de que aquí hay un asesinato”. Angelo Bentolotti, actual benefactor de la Brittany Murphy Foundation, luchó por incluir su nombre como progenitor de la actriz en su certificado de defunción (llevaban años sin mantener contacto) y a continuación efectuó un análisis que concluyó que el cuerpo de su hija contenía antimonio y bario. La teoría del envenenamiento aportaba así el giro esperpéntico definitivo a esta tragedia. ¿Quién podría haber envenenado a Brittany Murphy? Su padre tiene una respuesta digna del culebrón más grotesco: “Pedidle [a la madre de Brittany, Sharon] que explique por qué convenció a mi hija para que redactara un testamento mediante el cual le dejaba todo a ella y excluía a [su marido] Simon. Pedidle que explique por qué hizo esto justo después de que Brittany y Simon le contasen sus planes de mudarse a Nueva York y tener un bebé [la propia actriz había descrito estos planes a la prensa meses antes de su muerte]. Preguntadle a Sharon por qué subastó la ropa interior de Brittany, su pasaporte, su carnet de miembro del sindicato de actores y su ropa. De las tres personas que vivían en aquella casa, solo una ha sobrevivido y se ha beneficiado económicamente”.Un final dantesco para una aspirante estrella que, efectivamente, fue turbulenta pero solo postmortem. El legado de Brittany Murphy en la cultura popular yace en una fosa común, la de los casi famosos, cuyos restos llevan ocho años siendo removidos por sus propios familiares y sus fuentes cercanas. Una de ellas reflexionó, de forma anónima y en la necrológica de People, que “Brittany tenía grandes sueños, pero siempre pretendió ser algo que no era”. Fuera lo que fuera lo que Brittany Murphy soñaba con ser en su vida, seguro que no era en lo que se ha convertido tras su muerte.Fuente: revistavanityfair.es