La experiencia de practicar el mejor sexo de tu vida estando embarazada

Por Melissa Petro; traducido por Mario Abad

 

Foto vía Getty Images

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Era más trascendente.



Sufro arrebatos de hambre voraz, cambios de humor bruscos y episodios de dolor debilitante. Tengo que orinar cada diez minutos. Estoy más gorda que nunca y tengo el deseo sexual por las nubes.

Temía que con el embarazo disminuyera mi interés por el sexo. Sin embargo, ha ocurrido lo contrario: durante las últimas 34 semanas, la libido se me ha disparado.

Es cierto que durante el primer trimestre —como les ocurre a muchas parejas—, la frecuencia con la que mi marido, Arran, y yo manteníamos relaciones bajó bastante. Nos casamos en septiembre y concebimos en enero. Cuando me quedé embarazada, dejamos de practicar sexo regularmente.

Temía que con el embarazo disminuyera mi interés por el sexo. Sin embargo, ha ocurrido lo contrario: durante las últimas 34 semanas, la libido se me ha disparado

Aunque no tenía nada de qué preocuparme, temía que hacerlo pudiera alterar de algún modo aquella pequeña vida que se estaba gestando en mi interior. También influía el hecho de que me dolían mucho los pechos. Pero mucho. Tenía náuseas, gases y estreñimiento, y me sentía agotada y extremadamente sensible. En esas condiciones, el sexo era lo último que se me pasaba por la cabeza. Solo quería comer y dormir.

En un principio, todos mis temores sobre los efectos del embarazo en mi cuerpo parecían confirmarse: casi de un día para otro, y por primera vez en mi vida, me apareció celulitis y un poco de barriga. Según los médicos, es normal que, de media, las mujeres engorden entre 500 g y 2,5 kg durante las 12 primeras semanas de embarazo; yo engordé 9 kg. Obviamente, la culpa no era del bebé, que entonces tenía el tamaño de un guisante.

En el segundo trimestre, en cambio, todos los síntomas que sufría al inicio del embarazo fueron remitiendo, dejé de ganar peso y desarrollé una barriga sana y normal. A esas alturas, había pasado de una modesta talla B de pecho a una C, lo cual servía para añadir más leña al ya candente fuego que ardía en las partes bajas de mi marido.

Y sí, la celulitis seguía ahí, pero cada vez me importaba menos el aspecto de mi culo y mis caderas, ya que la barriga, cada vez más prominente, equilibraba un poco la balanza.

Aunque no tenía nada de qué preocuparme, temía que hacerlo pudiera alterar de algún modo aquella pequeña vida que se estaba gestando en mi interior

Al final dejé de preocuparme por completo por mi físico y aprendí a disfrutar de las sensaciones. La postura del misionero quedaba totalmente descartada —a partir del segundo trimestre no conviene permanecer tumbada sobre la espalda—, así que casi siempre lo hacíamos a cuatro patas o en cucharita. Las parejas embarazadas que tengan ganas de juerga tienen a su disposición infinidad de artículos en los que se recomiendan distintas posturas para practicar el sexo, algunos incluso acompañados con útiles ilustraciones.

Por lo visto, no es infrecuente que las mujeres embarazadas disfrutemos más del sexo. Según un estudio publicado en 2010 por el Journal of Sexual Medicine, durante el embarazo, el deseo y la satisfacción sexuales suelen mantenerse en los mismos niveles o incluso aumentar en la mayoría de las mujeres.

La postura del misionero quedaba totalmente descartada, así que casi siempre lo hacíamos a cuatro patas o en cucharita

El aumento de la libido se debe, en parte, a las hormonas. La oxitocina, popularmente conocida como la hormona del amor, aumenta las contracciones musculares durante el orgasmo. Los niveles elevados de estrógeno generan un aumento del flujo sanguíneo en la vagina, como consecuencia de lo cual esta puede presentar un aspecto más hinchado. Las mismas hormonas también elevan la secreción vaginal, lo que potencia las sensaciones y a menudo resulta en un sexo más placentero.

Sin embargo, también puede darse el caso contrario. Para algunas mujeres, el aumento de la sensibilidad en la vagina no es tan agradable, sobre todo durante el primer trimestre. Otras se sienten más inhibidas sexualmente a causa del aumento de peso, por no sentirse a gusto por su aspecto o simplemente por el hecho de saber que llevan un futuro niño en su interior. Si bien en general se considera que practicar sexo durante el embarazo es seguro, hay futuros padres a los que les preocupa que no sea así, y los médicos suelen recomendar que se practique con precaución durante el tercer trimestre.

Para algunas mujeres, el aumento de la sensibilidad en la vagina no es tan agradable, sobre todo durante el primer trimestre

Hay ciertas circunstancias en las que practicar sexo durante el embarazo no es recomendable. Estando de 26 semanas, me indicaron que debía hacer reposo pélvico cuando les dije que sangré ligeramente después de practicar sexo. Lo de «reposo pélvico» tiene distintos significados según las circunstancias. En nuestro caso, podíamos llevar a cabo cierta actividad sexual, siempre y cuando no hubiera penetración.

Como nos preocupamos un poco, mi marido y yo decidimos dejar por completo el sexo durante dos semanas. Ha sido el periodo más largo que hemos pasado sin mantener relaciones, sin contar las veces que él o yo hemos estado de viaje. Durante ese lapso, ambos descubrimos los placeres de los juegos íntimos no sexuales. Nos cogimos de la mano, abrazábamos y acurrucamos más de lo que lo habíamos hecho en años. Una noche nos hicimos masajes mutuamente, sin la presión de que la situación fuera más allá. Desarrollé una sensibilidad especial al tacto. Cuando finalmente retomamos la actividad sexual, lo hicimos con calma, explorando todas las posibilidades más allá de la penetración. En la siguiente visita, el obstetra nos dio luz verde para volver a practicar sexo «normal».

Para mí, el embarazo ha sido, la mayor parte del tiempo, una experiencia muy física. He pasado ocho meses —salgo de cuentas a final de mes ¾ muy pendiente de todos los cambios físicos que experimentaba, anotando los síntomas diarios y disfrutando de las maravillas y las rarezas de concebir otra vida. Ha habido momentos en que me he sentido descontrolada, por lo que he tenido que aprender a confiar en mi cuerpo y a escucharlo. También he aprendido a confiar más en mi pareja, lo cual ha fortalecido el vínculo que nos une. Todas las mañanas, cuando me levanto y me miro la tripa, recuerdo nuevamente que mi marido y yo vamos a tener un bebé. Y eso me pone muy contenta.

Publicado originalmente en VICE.com

Fuente: infobae.com