Hogar Munasim Kullakita, esperanza para niñas después de experimentar violencia laboral y sexual

Munasim Kullakita (“Quiérete hermanita”, en aymara) es una obra social de la Diócesis de El Alto (La Paz). Cuenta con un hogar de apoyo y atención y un Centro de Escucha, dedicado, precisamente, a escuchar y atender las necesidades y demandas de personas en sufrimiento.

La fundación cumple diez años, período en el cual ha acogido a 281 niñas y muchachas victimas de trata laboral o violencia con fines de comercio sexual.

Foto Kunasim Kullakita Una de las actividades del centro es el taller de panadería. Maite Lemus La Paz, 20 de abril (ANF-Brújula Digital).- “Si no escapaba, me mataba”, dice la muchacha, que dice llamarse Paola. Relató su historia con un aire de tristeza que se transforma luego en una tenue sonrisa.  A los 13 años, cuando vivía con sus padres en Mapiri en el norte de La Paz, una señora conocida de su papá fue a su casa y les ofreció a sus padres llevarla a trabajar, estudiar y darle una mejor vida en la sede de gobierno.“Yo acepté venir aquí porque esa señora me dijo que iba a hacerme estudiar en el colegio e iba a darme trabajo y pagar un buen sueldo para ayudar a mis papás, porque son de bajos recursos. Pero no, ni bien llegué, esa señora me empezó a pegar, a maltratar, me arrojaba las ollas, me pegaba con unos cables en mi cuerpo y me obligó a hacer la servidumbre”, cuenta.Ella recuerda que no dejaba de llorar, pensaba en escaparse, pero no sabía a dónde ir. En una ocasión, su apoderada se la llevó de visita a Huatajata, en el altiplano paceño y es aquí cuando pensó podría tener chance de escapar. La mujer la amenazó con que a las seis de la mañana del día siguiente la ahogaría. Pero en la madrugada, cuando la señora seguía durmiendo, Paola decidió huir. “Si no me escapaba, me iba a matar”, dijo.Paola corrió varios kilómetros hasta que encontró a una mujer a la que le contó el hecho y quien la albergó esa noche. Al día siguiente la llevó a la Defensoría de la Niñez y Adolescencia. De allí fue transferida al hogar Munasim Kullakita, donde Paola no sabía qué esperar e incluso temía que podría sufrir los mismos abusos. Sin embargo, fue acogida con mucho cariño y se sintió feliz y segura en el hogar con las otras  muchachas y el personal multidisciplinario que trabaja allí. Tras cuatro años en el centro, Paola tiene una nueva vida.Hogar “Quiérete hermanita”Munasim Kullakita (“Quiérete hermanita”, en aymara) es una obra social de la Diócesis de El Alto. Cuenta con un hogar de apoyo y atención y un Centro de Escucha, dedicado, precisamente, a escuchar y atender las necesidades y demandas de personas en sufrimiento.El hogar recibe a niñas y adolescentes víctimas de trata, violencia sexual comercial y proxenetismo en dos modalidades: coordinación con instituciones del Estado, es decir acogimiento legal; y aceptación de muchachas que llegan allí de manera voluntaria con el fin de cambiar su dramática situación. Las muchachas salen del centro diariamente a unidades educativas con las que tienen convenios, y vuelven por la tarde.La entidad cumple diez años de trabajo este mes de abril, en los que ha recibido 281 muchachas. También realiza acciones denominadas de “espacio abierto”, es decir busca identificar a víctimas en zonas de alto riesgo, como ser la Ceja de El Alto, la avenida Buenos Aires en La Paz y otras donde se encuentran instaladas casas de cita, bares, lenocinios y discotecas, explicó Ariel Ramírez, subdirector de la fundación. Y su “centro de escucha” dio apoyo a 762 niños, niñas y adolescentes.El hogar se encuentra en Villa Adela de El Alto y recibe a víctimas de entre 11 y 18 años de edad. Existen siete dormitorios, para albergar en total a 20 muchachas.El equipo multidisciplinario, conformado por psicólogas, educadores y una trabajadora social, realiza un proceso educativo terapéutico y psicológico, que consiste en restituir el derecho de las adolescentes allí albergadas y mejorar sus condiciones de vida.¿Cuál es el principal motivo de caer en la red de trata laboral o de explotación sexual? Ramírez afirmó que “la mayoría de las víctimas que se encuentran en el hogar vienen de familias disfuncionales”, es decir aquellas donde existe violencia, falta de comunicación, alcoholismo de los padres, etc.“Esto genera que las chicas sean vulnerables y sean más fáciles de captar (por bandas delictivas)”. Curiosamente, la pobreza per se no parece ser un factor que las impulse a caer en esta situación.Paola, prostituida por su novioComo Paola, otra de las exinternas relata su historia con una mezcla de desasosiego e ilusión. Tal es el caso de una muchacha que dice llamarse Mariela, víctima de violencia sexual comercial. Al cumplir 16 años se fue de su casa a vivir con la familia de su enamorado, porque sus padres no estaban de acuerdo con su relación. Pero su novio la forzó a prostituirse, ofreciéndose a clientes sexuales en la calle.“Su sobrina y hermana trabajaban en la zona 12 de Octubre, en una discoteca llena de cuartos y yo no sabía (qué hacían allí); luego a mí me llevaron y hasta ahorita no entiendo cómo me he dejado manipular por esa persona (el ahora exenamorado) para aceptar hacer esas cosas”.“Él me decía cosas bonitas, ‘si haces esto (prostituirse) vamos a ganar dinero para tener nuestra casa, nos vamos a casar e ir a vivir solos’ y me manipulada”.Un primo de Mariela la vio en la calle, negociando con potenciales clientes y fue en busca de sus hermanos. Al llegar éstos, quisieron atacar al novio de su hermana, pero ésta lo defendió. “Hasta ahora me pregunto por qué lo defendí y me doy cuenta recién que mis hermanos lo único que querían era el bien para mí”. Recién después de un tiempo tuvo consciencia de que era víctima de explotación sexual y que esa vida le hacía mucho daño.Al ser rescatada, fue llevada a la forense y luego a un albergue transitorio, en el que permaneció 30 días. Después llegó al Munasim Kullakita, donde conoció a Paola. Mariela logró reinsertarse adecuadamente en la sociedad.En el grupo de Paola y Mariela, ambas ya fuera del hogar, había otras 16 niñas y adolescentes. Ahora, un nuevo grupo de chica se acoge allí y espera poder empezar a construir una vida distinta.Talleres y pequeños ingresosLas muchachas acogidas por la fundación participan de distintos talleres. Uno de ellos es la panadería, donde las muchachas que quieran puedan trabajar y ser capacitadas allí. Incluso reciben un pequeño sueldo. Ellas preparan galletas de almendra que se usan después en el subsidio de lactancia de la Empresa Boliviana de Almendras (EBA).“Yo solicité entrar a trabajar a la panadería, (era) bonito y pagan, he ahorrado para ayudarles a mis papás” dijo Paola.Por otra parte, la fundación trabaja en el área de prevención con unidades educativas de El Alto donde existe proliferación de venta de alcohol y cantinas; los talleres sensibilizan sobre esta temática al director, al plantel docente y estudiantes para que ayuden a prevenir estos delitos.Según explica Reyna Cachi, coordinadora de la fundación del proyecto de atención a adolescentes víctimas, muchas lo logran. No todas, sin embargo.“La mayoría de los casos que salen del hogar, tiene éxito afuera”, agrega Ramírez. Sin embargo, de un 100%, el 80% sale adelante y un 20% de las niñas y adolescentes recaen, ¿por qué? Por el contexto en el que viven, la familia impulsa esta situación porque las acusa de distintas cosas y al final, no las acogen apropiadamente de regreso, comentó el subdirector de la fundación, Ariel Ramírez.Para esos y otros casos, en los que las adolescentes no tienen donde retornar, la fundación tiene desde hace dos años una “entidad hermana”, llamada “Casa” de la Ternura”, en la zona Tilata, ubicada en cercanías de El Alto. Allí ingresan muchachas mayores a 18 años que no tienen familia o que no pueden volver a ella porque sus propios parientes incurrieron en el delito. Las mismas chicas que salen del hogar y no tienen un referente familiar, pueden acudir a este centro para poder trabajar y estudiar. La “Casa de la Ternura” acoge a 34 mujeres jóvenes. (ANF)