Comer insectos no es tan extraño: lo hemos heredado de nuestros antepasados

El consumo de insectos es una posible solución al hambre en el mundo y a la escasez de carne que se producirá a mediados del siglo XXI, tal como las propias OMS y FAO han reconocido en algunas ocasiones.Aunque existen muchos escépticos que se niegan a consumir estos animales, también hay un amplio público que se siente cada vez más atraído por esta costumbre. Lo cierto, es que no se trata de un comportamiento tan extraño ni tan innovador, pues tal y como apunta un nuevo estudio realizado por la Universidad de California, es un hábito que hemos heredado de nuestros antepasados.La investigación se ha basado en un análisis del genoma de unas 107 especies diferentes de mamíferos. Los resultados revelan que nuestros antepasados más lejanos, unas criaturas que habitaron el planeta hace más de 60 millones de años, se alimentaban de bichos. Este hallazgo ha sido posible debido a que los genes para las enzimas que permitieron a los predecesores de todos los mamíferos comer insectos todavía están presentes en casi todos los genomas de los mamíferos actuales.

De hecho, los científicos aseguran que estas evidencias están presentes en animales (a través de las piezas no funcionales de estos genes en sus cromosomas) que no siguen este tipo de alimentación, como es el caso de los tigres o las focas.“Una de las mejores cosas es que elijas el animal que elijas, incluido el humano, tienen restos en sus genomas de una época en que los mamíferos eran pequeños, probablemente insectívoros y corriendo cuando los dinosaurios todavía vagaban por la Tierra «, asegura uno de los principales investigadores del proyecto, Christopher Emerling. «Es una firma en tu genoma que dice que hace mucho tiempo no eras el grupo dominante de organismos en la Tierra. Al observar nuestros genomas, observamos este pasado ancestral y un estilo de vida con el que ni siquiera llegamos a convivir.»Las evidencias genéticas se complementan a las conclusiones extraídas años atrás por los paleontólogos mediante el análisis de los restos fósiles y las piezas de dientes de los primeros mamíferos. Teóricamente, fue a raíz de la desaparición de estos grandes reptiles carnívoros herbívoros cuando los mamíferos comenzaron a cambiar sus dietas.

Un avance en evolución y en salud

Diferentes bacterias tienen genes que producen una enzima que descompone las cáscaras externas de los insectos y que están compuestas por un carbohidrato fuerte llamado quitina. La enzima en cuestión recibe el nombre de quitanasa.

Los investigadores descubrieron que cuanto mayor es el porcentaje de insectos en la dieta de un animal, más genes de quitinasa se encuentran. Por lo que es posible rastrear esta enzima en humanos. El equipo de Emerling demostró además, que estos restos genéticos no son exclusivos de humanos o primates, sino que se pueden observar hasta los mamíferos placentarios ancestrales.
El hallazgo podría arrojar luz sobre otras funciones desempeñadas por estas enzimas, ya que no solo se encuentran en el intestino, sino también en las glándulas salivales, el páncreas y los pulmones, donde puede que estén involucradas en el asma. Emerling asegura que conocer más sobre la quitanasa podrá responder a múltiples preguntas sobre la evolución y la fisiología de los mamíferos adaptada a sus dietas.

Fuente: muyinteresante.es