Magnífico Djokovic, pletórico Nadal

El balear desembarca en la final de Roma después de batir al serbio, que opone una fabulosa resistencia durante una hora (7-6 y 6-3, en 1h 56m) y ofrece indicios optimistas tras su largo periodo en la sombra



Nadal y Djokovic se saludan al término del partido en Roma.
Nadal y Djokovic se saludan al término del partido en Roma. REUTERS

El tenis sonríe hoy más que ayer. Hay motivo: Novak Djokovic, el formidable Djokovic, ese tenista que figura entre los más fuertes de la historia y produce una sensación placentera e inventa golpes inverosímiles, todavía no ha dicho su última palabra. Vaya por delante que perdió (7-6 y 6-3, en 1h 56m) y que hoy día su tenis, todavía, no le alcanza para batir al hegemónico Rafael Nadal. Sin embargo, este sábado Djokovic demostró que no se ha ido, que quiere volver, que conoce el camino de retorno y que más tarde o más temprano, seguramente, volverá a ser el campeón que se fue desvaneciendo hasta límites insospechados.

Por suerte, visto lo visto este sábado, el tenis parece ir recuperando el gran aliciente del serbio, que durante algo más de una hora, la extensión de un primer parcial soberbio, brindó una maravillosa resistencia al gran dominador de la tierra. Se preveía un pulso con mucha menos miga, a razón de dónde viene Nole, pero este (18 del mundo) asistió a la central del Foro Itálico como si el último año y medio no hubiera existido, como si se hubiese reseteado y todo ese cúmulo de circunstancias que lo han desteñido hubiera desaparecido de un plumazo. Fue esencialmente eso, una hora, 71 minutos, pero mereció mucho la pena porque el circuito espera con los brazos abiertos a uno de sus principales activos y él envía señales.

Fue la gran noticia de una tarde soleada y polvorienta en Roma, donde el viento se filtró e incomodó a los dos protagonistas. Fue la gran novedad porque el resto ya se intuía y se conoce: Nadal, en la antesala de Roland Garros, sigue jugando como los ángeles y vuela alto, altísimo de cara a la reconquista que emprenderá a partir del día 27 en el Bois de Boulogne parisino. De momento desembarcó en su tercera final de la temporada y queda a una sola victoria de volver a triunfar en Roma y recuperar el número uno, en posesión de Roger Federer hasta que se finiquite la final, contra Alexander Zverev o Marin Cilic.

Nadal estuvo pletórico y Djokovic magnífico. Durante algo más de una hora pelotearon como en los viejos tiempos, los mejores tiempos, y regalaron puntos de máxima calidad, un mano a mano primoroso. A cada embestida del primero respondió el de Belgrado, beligerante y recompuesto, exquisito con el revés y no muy lejos del antiguo Djokovic. Anímicamente muy frágil a lo largo de estos cinco primeros meses del año, abordó con gallardía a Nadal y se garró con todo al partido. Encajó una rotura en el sexto juego y levantó un 5-2 adverso para forzar el tie-break, en el que el español, imperial (7-4), desplegó las alas y dio un golpe de autoridad. Después de 76 puntos, la mayoría de ellos de hermosa factura (38 por cabeza), Nadal marcó territorio y le propuso el más difícil todavía.

El serbio, otra vez expresivo, nada de ese rictus plano de los últimos meses, no se derritió y continuó planteándole problemas, aunque la sensación ya era muy diferente en ese segundo parcial. Sin perder la cara al encuentro, Djokovic sabía que remaba ya a contracorriente y sus piernas habían perdido un punto de frescura. Con el depósito bajo, sus prestaciones se redujeron y Nadal, físicamente fortísimo, le dio otros dos empellones más (breaks para 2-1 y 6-3) para abrazar su décima final en el torneo, al que le ha puesto el lazo siete veces, la última en 2013. A las puertas de Roland Garros, sus biorritmos están por los cielos y sus actuaciones desprenden optimismo por los cuatro costados. Esta última vino acompañada de un premio: con 356 victorias, supera a Federer en los Masters 1000.

Y junto a él, el tenis también se felicita. Después de mucho tiempo entre tinieblas, Djokovic asoma la cabeza. Son indicios, pistas que insinúan, pero valen su peso en oro. Su deporte le necesita, le demanda a gritos, y él desea volver. La llama no se ha apagado.

Fuente: elpais.com