Veredicto ‘wedding’: nada volverá a ser igual

Todos los gestos rompedores que vimos en la boda, interpretados.

arevalo

Aparte de los abrazos como forma de presentación o que alguien sujete la taza de su venerado té como si fuera un cuenco, pocas cosas pueden conseguir que un ingles pierda la compostura. Sin embargo, los enormes sombreros de Camila y Kate Middleton, literalmente del tamaño de una antena parabólica, no pudieron ocultar sus gestos de desdén hacia el sermón de Obispo Michael Curry. El príncipe William no podía contener una risa nerviosa ni Zara Phillips su mirada de congelada estupefacción.Fue un momento histórico, pero no cómodo, escuchar a este cura negro estadounidense hablando del poder transformativo del amor, en un tono casi desafiante frente a los presentantes más distinguidos una sociedad que ha hecho de su estreñimiento emocional su bandera.Nada menos elegante para los británicos que demostrar pasión. Pero Curry, que no había sido elegido por los novios sino por el arzobispo de Canterbury, hizo retumbar los cimientos de la Capilla de San Jorge con un mensaje de renovación citando a Martin Luther King y la esclavitud. Y los cimientos de esta Capilla que sirve de cementerio para todos los reyes ingleses desde el Siglo XII no cayeron. Pero nada volverá a ser igual.La ceremonia seguida por 2000 millones de personas estaba repleta de guiños suaves que no han pasado desapercibidos para los que consideran que la familia real y la sociedad británica necesitan aires nuevos.Por ejemplo, Meghan eligió a una diseñadora británica pero de la ilustre casa francesa Givenchy. Un gesto que se puede interpretar como una mano tendida a Europa en el que los ciudadanos anti Brexit se empiezan a autodenominar británico-europeos, aterrados por la posibilidad de ser perder sus lazos con el viejo continente. Para otros en la elección del traje también existía la intención de cimentar una relación con la marca de moda que lanzo a Audrey Hepburn, una actriz que fue embajadora de la ONU, al igual que lo es Meghan desde antes de conocer a Harry.La madre de Meghan, muy en contra de lo que hizo Carol Middleton y toda la familia de Kate, tratando de disimular lo máximo posible su ascendencia de clase media, no ha hecho concesiones y ha mantenido todos los elementos estéticos que la caracterizan: el diamante en la nariz y sus trenzas rastafaris, eso si recogidas en un sombreo de Stephen Jones, no se movieron de su sitio. Enfundada en un exquisito traje de Oscar de la Renta le dio la mano al príncipe Carlos con una actitud tan natural y digna que parece que lo llevara haciendo toda la vida, a pesar de que ha aterrizado de súbito en un mundo que le es mas ajeno que los viajes intergalácticos a Marte.Otro guiño destacable es el gesto hacia el Duque de Edimburgo, esposo de la Reina Isabel II. Considerado como el peor enemigo que uno puede tener en Palacio, Diana fue testigo de su cruel rechazo y furia. Él tuvo también su momento de gloria en la ceremonia cuando el representante de la Iglesia Ortodoxa fue incluido. Él pertenece a la familia real griega y se siente muy orgulloso de sus raíces.Meghan tampoco intenta ocultar quién es: no ha sucumbido en ningún momento a la tentación de cambiar su acento. Kate Middleton, que siempre tuvo un acento de clase media, forzó su fonética y tomó clases tras comprometerse con William para hablar como los aristócratas.Incluir la canción Stand by me cantada por un caleidoscópico coro de británicos negros fue otro golpe de efecto. El crédito no puede ir solo para ellos: el príncipe Carlos fue el que puso a la joven pareja en contacto con el Kingdom Choir.Despedirse en un Jaguar vintage pero con un motor eléctrico fue un símbolo mas de los cambios a los que la pareja aspira: el coche que pertenece al príncipe Carlos gran defensor del medio ambiente.Si como dicen los expertos, en el matrimonio de William y Kate, manda él, en el de Meghan y Harry es ella quien lleva los pantalones. Como un moderno caballo de Troya, Meghan ha hecho posible que los aires de cambio lleguen al interior de un núcleo social británico aparentemente impenetrable. “Me gusta abrazar” ha respondido cuando los cortesanos del palacio le han llamado la atención por abrazar a empleados del palacio y a niños que acude a aclamarla.La californiana no parece estar dispuesta a ceder. Ella quizá pruebe que algunos gestos amables pueden ser mas efectivos que una fría guillotina.Fuente: revistavanityfair.es