Cómo es construir un hospital en una zona de guerra

Por Andy Jones; traducido por Laura Castro

Una ambulancia en Sudán del Sur. Foto de Alessandro Rota/Getty

Una ambulancia en Sudán del Sur. Foto de Alessandro Rota/Getty

Una ingeniera en Sudán del Sur, país devastado por la guerra, explica cómo es construir infraestructura médica en un lugar tan violento que la ONU no puede enviar a sus propios trabajadores.



Sudán del Sur es el país más nuevo del mundo, formado en 2011 después de separarse de Sudán, y también es uno de los más caóticos. Devastado por la guerra civil, actualmente es tan peligroso que la ONU no puede enviar a sus trabajadores allí. La ingeniera y teniente coronel del ejército británico Katie Hislop, de 41 años, ha estado liderando a casi 400 soldados como la comandante de la Operación Trenton, una misión respaldada por la ONU para construir un hospital en medio de una zona de guerra.

Incluso en una era en que los desastres humanitarios son reportados en las noticias de todo el mundo, Sudán del Sur todavía parece ser un horror secreto y oculto. La violencia política estalló en diciembre de 2013 entre los leales a las tribus Nuer y Dinka, lo que provocó la muerte de miles de personas y que más de cuatro millones huyeran de sus hogares. En el momento más álgido del conflicto, 400 hombres y mujeres fueron asesinados en la ciudad de Bentiu —donde se encuentran asentadas las tropas de Hislop en este momento—, y los cuerpos se acumularon en las calles hasta por una semana. La comandante y su ejercito también construirán un campamento protegido para albergar a los civiles desplazados en Malakal, a unos 500 km de la capital, Juba.

Además de eso, Sudán del Sur no tiene fuerza policial, ni infraestructura o bancos, lo que significa que los civiles viven con los nervios de punta cada día de sus vidas. «La gente de los campamentos protegidos se arriesga a salir de ellos para comprar y vender bienes o para ir a los mercados, luego, al caer la noche, todos huyen de vuelta para ponerse a salvo», dice Hislop. «La violencia no sólo proviene de las facciones en guerra, sino también de la actividad criminal itinerante, de las personas que roban y asaltan por desesperación. No hay bancos, por lo que las personas tienen que gastar el dinero tan pronto como lo consiguen o se arriesgan a que se lo roben. Malakal es una ciudad tan grande como Fleet o Guildford [en Inglaterra] y está asentada a las orillas del Nilo; debería ser un lugar con lindos bares y restaurantes, y lleno de vitalidad, pero ha sido saqueado y destruido debido a años de conflicto».

Hislop es también la primera mujer comandante de una misión de la ONU en el país, en un momento en que Amnistía Internacional ha señalado una epidemia de violencia sexual y mutilaciones a manos de las fuerzas gubernamentales, a menudo llevada a cabo con palos y cuchillos.

Comprensiblemente, esto significa que la presencia de milicia masculina de cualquier tipo infunde miedo en las mujeres locales, por lo que la posición de Hislop cada vez genera más confianza. «Siempre me veo a mí misma primero y ante todo como un oficial del ejercito, y no como una mujer», dice. «Pero ser mujer puede ser de gran ayuda en misiones humanitarias como esta, ver a una mujer a cargo puede ser muy útil a este nivel tan cercano a la gente. Es más probable que las mujeres locales hablen o confíen en una mujer uniformada que en un hombre».

Incluso en ese caso, construir algo es difícil. No hay carreteras útiles ni materiales de construcción disponibles en Sudán del Sur, ni siquiera un poste de andamio o una bolsa de cemento, por lo que cada parte del rompecabezas se envía por aire desde otras naciones. Teniendo una temporada de lluvias que dura cuatro meses y llena cada zanja al momento de ser excavada, ensamblar algo es como construir un castillo de naipes bajo una tormenta.

La ingeniera y teniente coronel del ejército británico Katie Hislop con las tropas de la ONU. Foto cortesía de la teniente

La ingeniera y teniente coronel del ejército británico Katie Hislop con las tropas de la ONU. Foto cortesía de la teniente

«Afecta todos los aspectos normales de la construcción», dice Hislop. «Todos los alojamientos para los lugareños aquí son sólo una mezcolanza de refugios caseros hechos de barro y tierra, apuntalados con hierro corrugado, madera o metal, cualquier cosa que la gente pueda conseguir [y] luego le ponen un techo de lona encerada; eso es todo. No hay materiales aquí. Tienes que usar menos cemento para los cimientos y planificar todo con mucha antelación».

La carrera de Hislop como ingeniera la ha llevado a trabajar en la reconstrucción de Kosovo después de su conflicto en 1999, así como también a dirigir un equipo de 120 integrantes en Iraq para construir estructuras de protección para las tropas. Anteriormente, organizó las numerosas y desgarradoras ceremonias de repatriación en Brize Norton, a donde las tropas caídas llegan cuando mueren en el extranjero. «Le debemos a esas familias el asegurarnos de que todo salga bien, todos los entrenamientos, todos los elementos», dice ella. «No puedes arreglar la situación, pero se trata de hacerla tan digna y soportable para esas familias como sea posible».

Hislop está haciendo dos trabajos. Su trabajo de planta es ser Comandante de un equipo de más de 500 personas en el regimiento 32 Engineer Regiment en Catterick, Reino Unido, y por ahora ha sido desplegada durante seis meses como Comandante de la Operación Trenton, la contribución británica a la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en la República de Sudán del Sur (UNMISS, por sus siglas en inglés).

Reflexionando sobre lo que significa pasar seis meses lejos de su esposo y sus dos hijas, de ocho y diez años, Hislop dice: «Los he extrañado terriblemente», con un tono de emoción que rompe el muy preciso dialecto militar. «Pero me ayuda a reconocer que otros soldados también extrañan a sus hijos, eso nos acerca más, independientemente de lo que esté sucediendo».

A pesar de que la ONU proporciona una fuerza de tarea multinacional de ejércitos reunidos, antes de permitir el ingreso de los trabajadores humanitarios y el personal terrestre, los brotes de violencia siguen siendo frecuentes en Sudán del Sur. «Estás en un entorno muy frágil y la historia dice que los incidentes pueden ocurrir sin previo aviso», dice Hislop. «Toda una generación de jóvenes no ha conocido nada más que violencia y miedo durante toda su vida. La salud mental es, por lo tanto, un grave problema y, lamentablemente, esto conlleva desesperación y una acentuada actividad delictiva. Hay peleas y robos de forma rutinaria, tanto en los campamentos protegidos como en las ciudades».

Hislop dice que sus tropas han dedicado todo el tiempo libre que tienen a enseñar habilidades a los jóvenes de Sudán del Sur como la carpintería, las artes marciales y la fotografía, algo que ha ayudado a sobrellevar la difícil sordidez cotidiana del campamento. Nos dijo: «Muchas personas aquí tienen títulos y habilidades y están decididas a aprovechar al máximo las oportunidades que se les han otorgado. Pero igualmente, la gente está desesperada, por lo que todavía hay fuerzas ruandesas y mongolas [de mantenimiento de la paz de la ONU] aquí para detener las peleas y los robos que puedan ocurrir cotidianamente».

Publicado originalmente en VICE.com

Fuente: infobae.com