Un clan de 31 niños nómadas deambula cerca del Cambódromo

Crudas historias de los hijos de una Santa Cruz desconocida. Tienen entre ocho y 15 años, vivían bajo los canales de la zona noreste, pero han optado por ir de un lugar a otro porque sienten que son un ‘estorbo’ Fernando Soria SejasPepín (12) presenció varias veces cómo su padrastro abusaba sexualmente de su hermana en su casa, cuando su madre no estaba. Un día salió de su casa y no volvió más. Tomó esa decisión porque a su padrastro no le bastó con vejar a su hermanita, intentó hacer lo mismo con él. Esta es solo una de las 31 historias detrás del ‘clan’ de ‘niños nómadas’, con edades entre ocho y 15 años, que tienen un vocabulario de cantina, incluso aquellos que no han entrado a la pubertad. Si se afinan los sentidos, casi se pueden escuchar los golpes, oler el vicio y sentir la indiferencia que los empujaron a la calle: violencia en sus casas, desintegración familiar, malas influencias, necesidad o simplemente costumbre.Antes estaban asentados en las rotondas del cuarto anillo de las avenidas Alemania, Beni y Mutualista, pero hace un mes fueron corridos de allí y ahora deambulan por los alrededores del cambódromo, el mercado Mutualista y toda la zona noreste evitando asentarse en algún punto fijo, porque sienten que donde se quedan, estorban.“Dormíamos debajo de la rotonda del cuarto anillo de la Alemania, pero hace un mes los ‘canas’ (policías) llegaron a las 2:00 de la madrugada y nos hicieron enumerarnos, ahí supimos que somos 31. Nos hicieron hacer ejercicios cantando ‘¡debo ir a un hogar, debo ir a un hogar!’ y al que se cansaba le daban palo”, cuenta, entre risas, Yiyo, de 15 años.Asegura que ‘los canas’ les dijeron que no vuelvan más por el lugar, que los amontonaron en una camioneta y los fueron a dejar por la avenida G-77. Es por eso que el camino de retorno los llevó por el cambódromo y sus alrededores y decidieron ser nómadas, es decir, no asentarse en ningún lugar fijo, sino ir de un lado a otro.Pepín se salvó de la ‘apaleada’ porque una semana antes, fue convencido por los voluntarios de Calentando Corazones y de la Pastoral de la Salud para ir a un hogar y dejar la calle. Ya lleva casi dos meses en un centro y debe cumplir un programa de ocho meses para considerar que su rehabilitación está encaminada.La clefaComo todo clan, estos ‘niños nómadas’ tienen un líder, es el integrante número 32, que también llevó ‘palo’ debajo de la rotonda de la avenida Alemania hace un mes. Se diferencia de los demás en que no es menor de edad, sino que tiene más de 20 años, por eso lo llaman ‘tío’, porque protege al clan, sobre todo a los más niños, pero también es el que les provee clefa a todos.En el clan también hay chicas, son cuatro, una de 12, dos de 13 y una de 15 años, que son ‘novias’ de algunos miembros del grupo, con quienes comparten la calle, la droga y enfermedades venéreas.El ‘tío’ se junta en la zona del cuarto anillo del Cristo Redentor, con una persona que le provee botellitas de 300 ml ya racionada o algunas de mayor cantidad.Los niños deben pagarle entre Bs 10 y 40 por su ración. Para eso limpian vidrios y hacen malabares a cambio de que la pena que les causan a los conductores se transforme en monedas. La botella de clefa les dura hasta dos días en que ponen el frío y el hambre en pausa. Cuando les pasa el efecto, les llega un hambre voraz y buscan lo que encuentren entre la basura de los restaurantes.Cuatro hermanos y un primoGladys Echenique, de la fundación Calentando Corazones, señala a uno de los muchachos de unos 14 años y cuenta que vive en las calles porque su primo lo arrastró, y luego él a dos de sus hermanos menores. “Cuando su mamá murió, el papá se buscó otra mujer y el menor de los hermanos, de ocho años, quedó con su abuelo, que al final no pudo retenerlo y también se vino a la calle”, cuenta.A su lado, mientras comen, dos niños de nueve y 10 años hablan de sexo y alcohol con la naturalidad con la que otros a su edad hablan de juguetes y dibujos animados; piden que les regalen una soda para su ‘chimbo’. Cuando se le pregunta a Yiyo qué es eso, primero aclara que no es como ellos, que no… (hace ademán de aspirar) y explica que el ‘chimbo’ es soda, alcohol, un lácteo y café.Yiyo mira con los ojos entreabiertos, después de contar algunas cosas, le parecen sospechosas tantas preguntas. “Me huele a batida”, dice y no quiere hablar más. Por eso deambulan de un lado a otro, por eso no dicen dónde se reúnen ni dónde duermen, porque no quieren ser correteados y apaleados de nuevo, pues saben que como hijos de las calles de Santa Cruz, estorban en todas partes.Fuente: eldeber.com.bo