Dimite el tercer hombre del Estado y el MAS lo convence de esperar un día

Había estado ausente de los últimos actos del Gobierno durante las fiestas patrias. Había tomado por sorpresa al MAS, que no tenía un plan de contingencia. Se reunirá hoy con Evo Morales y García Linera 

El casi expresidente del Senado fue periodista antes de convertirse en político
La carta decía “renuncia irrevocable”, pero parecía un baldazo de agua fría. José Alberto Gonzales Samaniego, el presidente del Senado, el tercer hombre del Estado, se está yendo pegando algo parecido a un portazo. La bancada oficialista no podía disimular su sorpresa: no tenía plan de contingencia, no sabía quién debía tomar el mando de la Cámara Alta y se encomendaba a esperar a que Evo Morales regrese de la posesión presidencial de Paraguay. Mientras tanto, la oposición ensayaba el principio de causalidad: “Por eso no había ido a Potosí ni a Cochabamba”, decía el senador Arturo Murillo, mientras los más optimistas ya veían a un partido que se destruía por dentro.Pese a que la instrucción general en el MAS era no declarar demasiado y lamentar la decisión de ‘Gringo’ Gonzales, hubo momentos de resignación. Ciro Zabala, senador masista por Cochabamba, salió a declarar que no hubo ni siquiera necesidad de leer la carta porque era irrevocable y lo hizo candidato a ministro de Comunicación. Calculaba que hasta el jueves habrá un nuevo presidente elegido y con honestidad mostraba su desconcierto por la decisión de ‘Gringo’.Óscar Ortiz, uno de los opositores más influyentes del Senado, lamentaba el alejamiento de Gonzales, porque reconocía que le había dado a la Cámara Alta condiciones de trabajo al menos civilizadas. Desde su oficina imaginaba una elección de al menos el presidente de Cámara en la siguiente sesión.Justo al frente, en la Casa Grande del Pueblo, el presidente en ejercicio, Álvaro García Linera, estrenaba las escalinatas de la nueva sede del poder en una conferencia de prensa. Rodeado de rostros andinos con una estética pop, obra de Mamani Mamani, el Warhol vernáculo, García Linera no solo confirmó la renuncia, sino que dijo que el motivo era familiar, que ya se veía venir desde septiembre del año pasado y que justo en esa jornada, tras almorzar con él, su esposa y su hija, se hizo realidad. Calificaba a ‘Gringo’ como “un hombre del proceso” y auguraba que pronto tendría un cargo en el ejecutivo, delineando políticas comunicacionales, no necesariamente desde un cargo de ministro, si no, no se justificaría su renuncia por motivos familiares.García rechazó con una mueca de desprecio la afirmación de que ‘Gringo’ había renunciado tras pelearse con él. “Consígase una fuente seria”, le dijo al periodista, que atribuyó la acusación al senador Murillo. También negó tensiones y juzgó normales las críticas que en ese momento el expresidente del Senado había hecho en la última reunión de gabinete a la política comunicacional del Gobierno.Mientras que ya se especulaba que el sillón de ‘Gringo’ estaba entre la cruceña Adriana Salvatierra -joven, pero criada en el proceso- y el chuquisaqueño Milton Barón -preparado, pero recién asimilado al proceso-, Gabriela Montaño, presidenta de Diputados, y una veintena de asambleístas invadían la oficina de Gonzales y no lo dejaban salir, hasta las 21:30.Mar de fondoHay fuentes que aseguran que es cierto que el intento de alejamiento de Gonzales tiene una raíz familiar, pero no es el único motivo. El vicepresidente hizo una cronología de la renuncia, que comenzó en septiembre y que acabó ayer, que coincide con los relatos de la bancada oficialista. Es más, Gonzales fue ratificado como presidente del Senado sin que él estuviera presente en la reunión. Aceptó quedarse cuando le arrancó a García Linera la promesa de no bajarse de la vicepresidencia -dicen-, en una reunión muy reservada.Desde incluso antes de la reelección obligada de enero, Gonzales había tratado de darle toda la atención que un presidente del Senado puede darle a su familia: no pactaba reuniones al mediodía para almorzar siempre en casa y apagaba su teléfono a las 19:00 y no lo encendía ni para hablar con el presidente; sin embargo, dicen que en el último tiempo sentía que su familia lo necesitaba más.A eso se sumaron los acontecimientos de las últimas semanas: Gonzales era partidario de una política más conciliadora, menos agresiva y nunca estuvo de acuerdo con el juicio a Carlos de Mesa por Quiborax, no porque haya sido su jefe o sea mesista, sino porque estaba seguro de que eso haría crecer al expresidente. Fuentes del MAS dicen que eso, mitad en chiste mitad en serio, hizo que varios le pregunten si era masista o mesista. Dicen que respondía que era “evista”. El MAS ha negado una situación así.La última molestia habría ocurrido con los festejos patrios en Potosí. Gonzales era partidario que se deje desfilar a todos, mientras que otro grupo quería barricadas que mantuvieran a las plataformas opositoras lejos de Evo. Al final se impusieron los que querían los cordones de seguridad y aseguran que por eso ‘Gringo’ decidió no ir. Anoche, tanto él como el presidente en ejercicio aseguraron que no era cierto, que se faltó a Potosí y a Cochabamba por una enfermedad.La presiónLo que no había calculado Gonzales es que no le iba a ser fácil irse del Senado. Gabriela Montaño había llegado a su despacho con la misma cara que tenía cuando el presidente Morales le ordenó abrogar el Código Penal. Adentro ya había asambleístas ‘llorándole’ a ‘Gringo’, diciéndole que no es el mejor momento de irse. Eran apenas las 17:30. Dos horas más tarde, Montaño salió molesta rumbo a su despacho para volver a entrar a la oficina del renunciante a los 10 minutos. Para ese momento, Gonzales contaba que quería un programa de radio, comentar deportes, se daba por ‘ido’.Dos horas más tarde, tras cuatro horas de súplicas, sus colegas, que lo conminaban a romper su renuncia, en una conferencia de prensa se conformaron con el beneficio de la duda. Gonzales aceptó esperar 24 horas, aguardar a que el presidente Morales regrese al país. Ahí se reunirá con él y con García Linera para dar una respuesta definitiva.EL DEBER / Pablo Ortiz/Marcelo Tedesqui