El hombre del billete de oro: el pasajero que voló 50 millones de kilómetros

Pasaporte de Estados Unidos. (Pixibay)

La compañía American Airlines puso a la venta en 1981 su AAirpass, un bono vitalicio que permitía viajar ilimitadamente en los aviones de la empresa a quien lo adquiriese por 250.000 dólares. Unos años después, un corredor de bolsa de cierto éxito, Steven Rothstein, pagó esta cantidad para hacerse con uno de estos pases. Y le sacó partido. Vaya si lo hizo. Rothstein, aficionado a viajar y acostumbrado a hacerlo desde su infancia, llegó a reservar asiento en más de 10.000 travesías a bordo de la flota de la tercera aerolínea más grande del mundo. Volaba por trabajo pero también por placer. Llegó a conocer a bastantes de los empleados de la compañía y a hacer amigos entre el resto de viajeros habituales. Algunas azafatas conocían su nombre y sus platos favoritos.

Unos años más tarde, Steven pagó otros 150.000 dólares para ampliar esta oferta e incluir a un acompañante en su bono, lo que cambió radicalmente la vida de toda su familia. Su mujer, sus hijos e incluso sus cuñados empezaron a acompañarle en algunos de sus viajes.

Un avión de American Airlines en el Aeropuerto LaGuardia, en Nueva York. (EFE)
Un avión de American Airlines en el Aeropuerto LaGuardia, en Nueva York. (EFE)

Según cuenta su hija Caroline en un artículo en la revista ‘Narratively’, Steven exprimió su AAirpass todo lo que pudo. «Llevó al mejor amigo de mi hermano en su primer avión para ver un partido de fútbol; y a una empleada de American Airlines -a la que vio en India llorando porque podría perder su trabajo si no llegaba a Australia– hasta Toronto. Y a un hombre al que conoció en la oficina administrativa de National Securities, que quería visitar a su padre moribundo (y que llegó justo a tiempo)».Steven llegó a reservar asiento en más de 10.000 travesías a bordo de la flota de la tercera aerolínea más grande del mundo«A mis 11 años, colocamos un gran mapa de Estados Unidos en la pared, detrás del escritorio de la oficina. Después de cada viaje, poníamos una chincheta sobre el estado visitado. Cuando habíamos ido a más de 30, le pedí que parara; quería poder tener nuevas aventuras como adulta», añade Caroline en el texto. Pero la alegría familiar acabó en 2002, cuando un coche atropelló a Josh, el hijo de 15 años -el único varón- de los Rothstein, mientras caminaba por la acera. Y Steven encontró lo más parecido a un consuelo en su vínculo con la aerolínea y lo que esta le ofrecía. «Tras el accidente, cuando todos dormíamos en casa y él se sentía solo y no tenía con quién hablar, telefoneaba a American Airlines y hablaba con algunos de sus trabajadores sobre quién sabe qué durante una hora», prosigue.

«Se llevó lo mejor de él»

La muerte de su hijo «se llevó lo mejor de él; sus hijos significaban para él más que cualquier otra cosa», explica la madre de Josh y Caroline. Y la situación de Steven empeoró en 2008, cuando la compañía decidió retirarle su AAirpass. Un grupo de expertos había analizado los viajes de Rothstein y la empresa le acusaba de usarlo de «forma fraudulenta» y de haber realizado «reservas especulativas». American Airlines aseguraba que su cliente había reservado en bastantes vuelos el asiento del acompañante, pero que este había quedado vacío durante el viaje. De las 2.648 reservas realizadas entre mayo de 2005 y diciembre de 2008, nadie ocupó la butaca extra en 2.269 travesías. El propio Steven no embarcó en más del 80% de las ocasiones.

Un avión de American Airlines en Texas. (Reuters)
Un avión de American Airlines en Texas. (Reuters)

Tras un largo, costoso y mediático juicio, los tribunales dieron la razón a la compañía y Steven se quedó para siempre sin su preciado pase.Un grupo de expertos había analizado los viajes de Rothstein y la empresa le acusaba de usarlo de «forma fraudulenta» y de «reservas especulativas»«No estoy diciendo que papá fuera un santo. Solo que su AAirpass fue algo más que un viaje solipsista. Le permitió construir relaciones. Hacer conexiones. Formar vínculos significativos. Y permitió a otras personas acceder al mundo como él lo hizo. Le dio lazos de por vida», explica en ‘Narratively’ la mujer de Steven.

Depresión severa

Steven Rothstein sufría una severa depresión derivada de la muerte de Josh. Entrevistado por su propia hija para escribir el artículo, el padre se defiende: «Reservaría un asiento para Dan o Laurie [sus cuñados] imaginando que podrían venir. Estaba arriba y [solo] en la oficina de mi casa y aburrido. Así que llamaría y hablaría con [algún miembro de la compañía] sobre las noticias o el clima o sobre París o sobre Londres. Luego, después de una hora, tendrían que colgar. Así que yo haría una reserva y les pediría que me lo enviaran por fax. Luego, al día siguiente, tomaría el fax y cancelaría la reserva», apunta. «Necesitaba alguien con quien hablar a medianoche. El número 800 estaba abierto», remata.«Su ‘AAirpass’ fue algo más que un viaje solipsista. Le permitió construir relaciones. Hacer conexiones. Formar vínculos»«Lloraba varias veces al día, bebía licor, algo que nunca antes había hecho… Si me sentaba en un asiento no quería tener que explicar a nadie por qué estaba llorando«, explica Steven, cuyos viajes -más de 30 millones de millas; unos 48.000.000 kilómetros- llegaron a costarle a la compañía, según publica el diario ‘LATimes, mucho más que lo que habían ingresado vendiendo los bonos. «Estaba totalmente despojado después de la muerte de Josh, y luego perdió la única cosa que le daba cierta libertad para escapar de su dolor», declara la madre de la familia en el artículo. «No importa dónde estuviese, no hubo un solo día en que no habláramos», añade la esposa.

«Me robaron la personalidad»

Steven nunca realizó ninguna de sus reservas por ordenador; siempre llamaba por teléfono. Ningún miembro de la compañía le avisó del mal uso de la oferta, alega su hija. «Él admite que solicitó asientos sin estar seguro de que él o sus compañeros pudieran ocuparlos. Pero esa no es una práctica poco común, y él nunca entendió que violase las reglas. Él creía que lo fraudulento se limitaba a ceder su pase a otra persona, algo que nunca hizo», destaca.

El avión, explica Caroline, era su hogar, especialmente tras sufrir la pérdida de su hijo. «Me robaron. Y lo hicieron maliciosamente. Si hubiera habido un problema, lo correcto habría sido llamarme por teléfono y decirme que les gustaría que cambiara mi forma de usar el AAirpass», alega Steven en el artículo, entrevistado por su hija.»Me robaron la personalidad«, sentencia Rothstein. «Me robaron la única cosa que me hizo darles casi medio millón de dólares».

 Fuente: elconfidencial.com