El héroe sin rostro

Álvaro Castillo Strampfer

La caída de Gonzalo Sánchez de Lozada el 2003 tiene en el imaginario colectivo los rostros de Evo Morales y de Felipe Quispe “el Mallku”.

Sin embargo, detrás de ambos, el verdadero poder recae en las clases populares de El Alto. Fueron ellos quienes salieron a las calles en aquel histórico momento y se enfrentaron al gobierno para exigir el cumplimiento de sus demandas.



En noviembre del 2019, 16 años después, es el turno de Evo Morales. Y de igual forma, en el imaginario colectivo, se instalaron los rostros de Luis Fernando Camacho y Marco Antonio Pumari.

Pero, en la caída de Evo Morales, también existe un héroe sin rostro. Alguien que estuvo detrás de los 2 líderes arriba mencionados sosteniendo la protesta. Me refiero específicamente a la clase media cruceña en primera instancia y posteriormente la clase media nacional.

Quienes escriben la historia o redactan las noticias tienden frecuentemente a caer en el error o automatismo de atribuir las protestas sociales o insurrecciones exclusivamente a las clases populares o menos favorecidas.

Lo que pasó en Bolivia fue inédito y desde luego tiene una explicación muy lógica y clara.

Probablemente ningún otro gobierno en la historia de Bolivia haya maltratado con tanta dureza y menosprecio a la clase media como el del Movimiento al Socialismo (MAS) a los largo de sus 13 años de gestión.

Según el Censo del año 2012, la población nacional urbana en Bolivia, alcanzaba un 70% del total. La proyección del INE para 2018 asigna ese mismo 70% solamente a las 3 áreas metropolitanas del Eje Troncal, lo cual muestra claramente un crecimiento explosivo de la clase media a nivel nacional.  (https://www.ine.gob.bo/index.php/convocatorias-de-bienes-y-servicios/item/3170-bolivia-cuenta-con-mas-de-11-millones-de-habitantes-a-2018)

La clase media urbana, dentro del proyecto político masista, fue vista siempre como un potencial e incómodo enemigo. Su condición de clase “educada”, profesional/técnica, con ingresos estables y capacidad de consumo suponía un permanente “peligro” de surgimiento de nuevos liderazgos y nuevas ideas. Pero a la vez, siempre la subestimó al considerarla tímida y sin las agallas para salir de su zona de confort en relación con las clases populares y rurales.

Desde el inicio el MAS puso en marcha un plan para mantener a la clase media al margen de cualquier iniciativa que representara una amenaza, veamos algunos ejemplos concretos:

  1. Bajo el argumento de “optimizar” las recaudaciones, el MAS transformó al Servicio de Impuestos Nacionales en una suerte de “Gestapo” tributaria, a través del cual se intervenía y sancionaba en una forma desproporcionada y abusiva las actividades profesionales y económicas de quienes fueran o pudieran ser contestatarios al régimen. Está por demás mencionar que la clase media, es el sector de la sociedad más regular en lo que a recaudaciones se refiere.

Sin embargo, sectores informales afines al gobierno como los cocaleros y contrabandistas de vehículos o ropa usada nunca fueron observados ni tratados en la misma forma, por el contrario, gozaron de una increíble permisividad por parte del estado. 

  1. Bajo el argumento de “redistribuir la riqueza” el gobierno continuó con la entrega de bonos a sectores de bajos ingresos, medidas iniciadas por gobiernos anteriores, lo cual en un principio no debería ser cuestionable: Bono educativo y Bono durante el embarazo. Sin embargo, la clase media, que en su gran mayoría paga educación escolar y universitaria privada, así como Seguro Médico privado, aliviando así algunas de las principales cargas y responsabilidades al estado, nunca recibió el más mínimo incentivo ni descargo tributario por ello. Nunca se tomó en cuenta que ser de clase media no significa ser rico y que solventar de forma permanente educación y salud privadas en Bolivia implica un enorme esfuerzo para cualquier familia.

 

  1. La iniciativa y el emprendimiento privados se vieron duramente afectados con medidas de claro tinte político, como ser el veto y restricción a las exportaciones y la instauración de cargas sociales desproporcionadas como el denominado “Segundo Aguinaldo” cuyo fin era evidentemente prebendalista. Estas medidas, desencadenaron un cierre masivo de empresas, principalmente pequeñas y medianas, así como inestabilidad laboral, lo cual a su vez generó nuevos problemas sociales:

 

  • Aumento de la informalidad en el mercado laboral
  • Pérdida de mercados ya consolidados
  • Baja competitividad con un consecuente aumento de los costos de producción
  • “Fuga de cerebros” al extranjero; médicos, ingenieros, informáticos, etc.
  • Profesionales altamente calificados empleados en oficios y actividades informales a tiempo completo o parcialmente.

 El 21 de febrero del 2016 representó una primera batalla bien ganada en la cual el descontento social se hacía ya evidente.

El desconocimiento del resultado por parte del gobierno generó una primera visibilización de las clases medias urbanas que hasta entonces eran, en el “sandwich” de la coyuntura nacional, “la mortadela” entre el gobierno y la oposición política.

La protesta pacífica, a través de la conformación de Plataformas ciudadanas, inició una intensa campaña que persiguió a la cúpula masista a lo largo y ancho del país y por si esto fuera poco, también fuera de él.

La cadena de irregularidades y abusos cometidos por el gobierno a partir de la sentencia del TCP que habilitó al binomio masista en noviembre del 2017, alcanzó niveles de descontento e indignación muy altos con los incendios que devoraron enormes extensiones de áreas protegidas y de pastoreo en el Oriente en el segundo semestre del año 2019.

El 4 de octubre, el presidente del Comité Pro Santa Cruz, convocó a la población cruceña a un gran cabildo por la Chiquitania y el 21-F. La población, contra todo pronóstico, acudió masivamente.

Cuando parecía que todo estaba perdido, que el MAS y Evo Morales ganarían cómodamente las elecciones del 20 de octubre, en parte gracias a la dispersión del voto opositor, surgió una luz de esperanza. Según estimaciones cerca de 1,5 millones de personas asistieron al cabildo en Santa Cruz; principalmente clase media, pero también gente de sectores populares y de las élites. Todos tenían un interés común: ponerle un alto a tantos años de abuso y corrupción por parte del gobierno del MAS.

Ese gran cabildo y sus posteriores réplicas igualmente multitudinarias en las demás capitales del país, posibilitaron el empate técnico para una eventual segunda vuelta entre los candidatos Morales y Mesa y por consiguiente dejó también en evidencia el gigantesco fraude que el gobierno había montado.

Por primera vez en la historia, esa clase media tan subestimada y menospreciada, salía masivamente a bloquear las calles de todo el país de forma pacífica, tan solo con “pititas” y “llantitas”.

Para reafirmar mi teoría y todo lo anteriormente mencionado están las declaraciones de Álvaro García Linera al respecto:

“La convicción de los jóvenes cruceños llega hasta no poner en riesgo su fin de semana”.

O las del mismo Evo Morales:

«Me he sorprendido, ahora dos, tres personas amarrando ´pititas´, poniendo ´llantitas´, qué paro es ese (…) soy capaz de dar talleres, seminario de cómo se hacen las marcha, a ellos para que aprendan»

 

Los liderazgos y su valentía en momentos críticos son indiscutibles, pero los héroes de esta historia son todos aquellos que salieron a las calles y pararon, dispuestos a dejar de ganar dinero, dejando de lado las obligaciones tributarias y bancarias, negocios por concretar, estudios y planes personales postergados, créditos, etc. con el único fin de recuperar la democracia y el estado de derecho. Los jóvenes de Cochabamba y La Paz que resistieron con gran valor la feroz arremetida de los grupos de choque armados  y violentos enviados por el gobierno.

Posiblemente el MAS, ni en su peor pesadilla, hubiera podido imaginar que su caída sería propiciada por un levantamiento pacifico, civilizado y muy bien organizado de la clase media nacional. Para quien está acostumbrado a alcanzar sus objetivos con agresividad y violencia, sin respetar leyes ni derechos colectivos, debe ser incomprensible e inaudito que las cosas sean posibles de otra manera tan distinta.