Por vía del desastre, el virus chino nos enseñará a educarnos y ser responsables para vivir mejor

Recordando a Pipieta.

 

En el transcurso de su historia, los diferentes pueblos avanzaron dificultosamente por la vida; unos por la senda del trabajo en la agricultura, la artesanía, la industria, las tecnologías y con una cultura centrada en el esfuerzo individual. Otros, portando la cultura de la conquista y la explotación, lo hicieron esclavizando a pueblos menos evolucionados y explotando los recursos naturales y mineros.
A nosotros nos tocó este segundo escenario, contaminado en  los últimos años por la peste comunista y populista del castrochavismo y en estos momentos golpeados por el coronavirus chino.



 

En Rusia, Lenin decía que: “Comunismo es Capitalismo de Estado más Dictadura del proletariado” (en realidad, del partido del proletariado).

El Imperio comunista Chino está aplicando eficazmente esa regla y lo hace utilizando las nuevas herramientas digitales, bajo un sistema tecno totalitario y un estricto control social. Tienen empresas estatales y otras privadas al servicio de los Gobernantes y los grandes empresarios (los más ricos del mundo) son todos miembros del partido.
El Partido Comunista garantiza a estos empresarios comunistas, una mano de obra dócil, sin derechos sociales ni económicos y con sueldos entre 150 y 300 dólares mensuales.
El Estado tiene la banca pública y la economía bajo su férreo control, y para favorecer las exportaciones maneja una moneda inconvertible y manipulada y algo a destacar de los comunistas chinos; es que a diferencia de los populistas latinoamericanos ellos practican efectivamente el capitalismo salvaje y no han caído en la tentación de los controles de precios.

El populismo latinoamericano inspirado en el comunismo, se ha hecho carne en nuestras poblaciones. Sus líderes prometen al pueblo la abundancia y una sociedad en la cual todos seremos iguales; pero de manos de una burocracia estatal y de partido, no como fruto de la libertad y el esfuerzo individual. Como resultado la población está permanentemente alabando al Jefe en procura de los bonos, los servicios gratuitos y las abundantes jubilaciones sin la necesidad de aportar; que fue lo que les prometieron y no cumplen.

La cultura populista latinoamericana, vinculada la castrochavismo, no entiende para nada el “principio de la escasez”, del que deriva el concepto de costo, un costo que nadie quiere pagar. Los populistas no conciben que para tener una mejor calidad de vida se requiere de trabajo, asumir planamente los derechos y las obligaciones; que todo tiene un costo y que la vida en sociedad exige respeto a las leyes, responsabilidad personal y social.
Por estos antecedentes, aplicar en Bolivia la urgente y necesaria cura para la crisis económica, institucional y social que empezamos a enfrentar; utilizando recetas de tipo liberal y en plena crisis, será muy complicado por la resistencia que opondrá la gente adicta al populismo; salvo que la solución venga por el desastre. Un desastre como la aguda crisis económica social e institucional que se nos viene, como producto de la pandemia coronavírica.

Nuestra experiencia histórica nos muestra que en la época de la UDP (1982), cuando la crisis llegó al extremo y la inflación se comía diariamente los salarios, la gente desesperada estaba dispuesta a aceptar soluciones dolorosas con tal de salir del problema.

Se hablaba de ello, pero nada se hacía y se necesitó de un Estadista con ideas claras, con fortaleza programática y de sólido carácter, para aplicar unas medidas de shock (el 21060) a un paciente que estaba tan desesperado que acepto aguantar los dolores de la cura.
La inflación se detuvo, el paciente se curó y el país prosperó; pero luego de varios años llegó la peste castrochavista y la de los malos políticos, que infectaron al pueblo de populismo. Hay que buscar al buen médico, al Estadista.

Actualmente son otros los problemas, otras las realidades, por lo que se necesitan nuevas y urgentes soluciones; sin embargo existe poca preocupación de los dirigentes políticos y empresariales en entender y satisfacer las necesidades de esta nueva realidad y ciudadanía.

El modelo capitalista de economía: financiero y consumista, tiene que adaptarse a la nueva sociedad post coronavírica y utilizar los cambios tecnológicos para estructurar un capitalismo democrático y liberal centrado en las personas y con una economía sostenible y ecológica.

Lo que nos enseña la experiencia es que:

El contar con instituciones sólidas, eficientes y basada en meritocracia, ayuda a administrar mejor el país y resolver exitosamente el problema siempre presente de la escasez.

Que en esta moderna economía, la obtención de ganancias se basa fundamentalmente en el conocimiento y en la innovación, por lo que necesitamos urgentemente revalorizar el trabajo productivo e innovador para seguir adelante.

Esta nueva economía centrada en la tecnología de la información y el conocimiento, necesita ser acompañada con un sistema educativo sólido como base de la producción, la productividad y la competitividad, en lo que estamos sumamente atrasados.

Como norma los mercados deben gestionarse con prudencia y en aras del bien común, de manera que los beneficios del crecimiento se distribuyan de forma equitativa. Igualmente lograr la prestación eficiente de servicios sanitarios y educativos a la mayoría de la población; y para garantizar nuestra propia supervivencia necesitamos contar con respuestas y acciones adecuadas ante el cambio climático.

El virus chino nos enfrenta a la urgente necesidad de garantizar las necesidades básicas que tenemos como seres humanos; que son el alimento, la salud y la seguridad. Esto nos conduce al renacimiento de la revolución agrícola y las prácticas ambientales que nos dan un ambiente sano.

Estos son temas que se repiten permanentemente pero que no se asumen, esperemos que finalmente lo hagamos empujados por el temor a las pandemias y al Profesor Pipieta.

Fuente: ovidioroca.wordpress.com