Soldados de bata blanca, mermados y asustados

El personal de salud, que ya tenía déficit de ítems y de contratos antes de la pandemia, sufre bajas debido al Covid-19. Dirigentes consultados prevén una crisis mayor cuando se alcance la cúspide de la pandemia. Reportan bajas en varias regiones del país

Silvana Vincenti

“Sentimos miedo de besar a nuestros hijos, no sabemos si ese beso los va a enfermar”, dice Rocío Rivero, la vocera de la Federación de Sindicatos de Ramas Médicas en Salud Pública (Fesirmes) Santa Cruz.

Tiene tres hijos, uno de ellos es una niña de tres años, razón suficiente por la que debería quedarse en casa, según lo decretado por el Gobierno. Pero solo la movieron de área en su centro de primer nivel, como a muchos otros profesionales de la salud que entran en la categoría de grupo de riesgo. En época de pandemia, replegarse es lujo, incluso estando enfermo de Covid-19. Rivero dice que un estudio de su organización arrojó un déficit de 50% de los recursos humanos en este sector en el departamento cruceño, en relación con la capacidad instalada en infraestructura.



Especialmente en Santa Cruz y en Beni, varios médicos, enfermeras, bioquímicos e incluso el personal de limpieza de los hospitales ya han sido infectados por el coronavirus. Las filas de las batas blancas tienen bajas. Y si bien la misma situación se ha dado en el resto del mundo, en Bolivia empieza a alarmar debido a que el país recién está en la fase 4 de la pandemia: la curva se encamina a la cúspide.

Para Rivero, el desafío es que la incidencia de los casos en la fase 5 no ocurra en un solo tiempo, como ya viene sucediendo, o sería una catástrofe, “lamentablemente el sistema ya está colapsado”. Cree que dos factores llevaron a los profesionales del sistema de salud a estos niveles de exposición: “Desde un inicio de la pandemia hubo un problema con el tema de bioseguridad para el personal, sumado a la permanente insuficiencia de recursos humanos; por eso hay tanta gente contagiada”, argumenta.

“Queda pedir a Dios su misericordia con Beni, uno de los lugares más golpeados por el Covid-19”, suspira Pitias Suárez, representante de Fesirmes de ese departamento. Cree que en ese lugar, sobe todo en Trinidad, más del 50% del personal médico está contaminado, “es impresionante la cantidad, y cada vez son más, es terrible lo que pasa acá, estamos viviendo una tragedia. Si acá está así, con la ayuda que tenemos, en provincias la pasan peor”, dice desconsolado.

Solo en el Materno Infantil de Trinidad, donde trabaja, hay varios colegas confirmados con Covid-19, incluyéndolo a él. No tiene cifras exactas, pero considera que al menos diez personas de su sector han fallecido. Para Suárez, uno de los mayores problemas de este contagio masivo es la escasez y tardanza en las pruebas, que además se interpone con la magnitud y urgencia de los pedidos de plasma hiperinmune.

Lo mismo le pasa a Yitzhak Leigue, director del Banco Regional de Sangre de Santa Cruz. Ya ha solicitado un par de veces que a él y a su equipo les hagan pruebas de Covid-19 para ver si están o no contagiados y pide que estos análisis sean periódicos, cada 15 días, para prevenir inconvenientes.

Las cifras que maneja la presidenta del Colegio de Enfermeras de Santa Cruz, Leonor Flores, apunta a que, igual que en Beni, en el departamento cruceño las cifras del Sedes son más cautas que la realidad. Según sus propios reportes, hay unas 173 colegiadas infectadas en las redes de salud urbanas, provinciales de todos los niveles, además de la seguridad social y las clínicas, con varias fallecidas.

Su ente colegiado sacó cuentas. “El déficit de enfermeras, para la capacidad instalada de establecimientos, es de 2.400; es decir que solo trabajamos con el 50%. En terapia intensiva, una enfermera debería atender a un paciente, pero está con cuatro; si disminuye el personal, también la calidad de la atención”, argumenta. En sala, deberían hacerse cargo de 12 personas, pero abarcan hasta 40.

Las primeras fallecidas fueron de su oficio y siguen siendo las más afectadas por el virus. Dice que es por la continua cercanía con los pacientes de Covid-19. “Tenemos relación más estrecha con ellos, estamos 24 horas”, dice.

En La Paz, según Fernando Romero, titular de Fesirmes de ese departamento, hay 120 enfermos confirmados solo en el sector público, y gracias a la terapia del plasma hiperinmune sostiene que no cuentan con decesos.

Sin embargo, cree que trabajan a ciegas y que la cifra de positivos no es exacta, “nos faltan pruebas de laboratorio, no sabemos quién de nosotros tenga la enfermedad y quizás estemos contagiando”, suspira. Según Romero, los mayores problemas los tienen en La Paz, en el complejo de Miraflores; en el hospital Holandés, en El Alto; y en Patacamaya, donde se dieron los mayores brotes.

Informa que el 60% de la capacidad de salas ya está copado y el 90% de la terapia intensiva, por eso le inquieta saber si los problemas respiratorios detonan debido al clima.

En Pando están en apuros con el material de bioseguridad, la lejanía con todo, la cuarentena y los vuelos y fronteras cerrados impiden a los médicos conseguir, aunque tengan el dinero, sus propios equipos de protección personal. “No se encuentra en el mercado. “Si Santa Cruz y La Paz tienen problemas, nosotros estamos peor”, dice Hugo Cardozo, de Fesirmes Pando. Por su parte, Andrés Antezana, titular del Colegio Médico de Pando, valora que no haya una explosión del Covid-19 en su departamento, pero confiesa su preocupación si se diera el caso, porque sus registros cuentan solo con 220 profesionales, 90 de ellos especialistas.

“Ya es de conocimiento nacional que en Cochabamba se ha acelerado la infección, especialmente en la provincia Chapare, donde los casos de los profesionales y trabajadores de salud contagiados sobrepasan los 55 casos, de un total departamental de 60, y de Chapare los derivan a la ciudad”, informó Carlos Nava, titular de Fesirmes Cochabamba.

“Ya estamos colapsados, la pandemia desnudó 14 años de despilfarro y ahora esa Asamblea Legislativa no quiere aprobar una ley para el presupuesto de 10% en salud, que sería de gran utilidad. Nuestras proyecciones apuntan a que el crecimiento de la infección en Bolivia -hasta fines de julio o agosto- llegue a 102.000 casos, cosa que podría controlarse con una cuarentena estricta”, asegura.

Nava reconoce que hay colegas sospechosos de Covid-19 trabajando con pacientes. “La amenaza es que si ellos salen de sus puestos de trabajo y denuncian que están enfermos, serán castigados, hay hostigamiento, y la gente de grupos vulnerables también sigue trabajando”, confesó.

La atención médica, estrés y agresiones

Los entrevistados coincidieron en que el peso laboral y el miedo de enfermar a sus familias son los grandes causantes del desequilibrio emocional y el estrés que los afecta en estos días. “Es una sobrecarga que pone en riesgo la salud, no solo física, sino mental y emocional por el estrés, y eso disminuye la inmunidad y puede ser que por eso nos estemos contagiando más”, opinó Leonor Flores, representante de las enfermeras, las grandes afectadas por los contagios y por el volumen de pacientes. “Y eso que ni siquiera tenemos el dato de los familiares de nuestras afiliadas que se han infectado”, dijo.

Dice que cada día tienen temor, a medida que hay más casos, “pero tenemos que sacar fuerzas para seguir adelante, entre nosotras nos motivamos con la premisa de que si no somos las enfermeras, quién cuidará de la población; la situación es crítica, y no toda la responsabilidad recae sobre las autoridades de turno, esto es de años atrás, ningún Gobierno le dio importancia al sistema de salud, siempre fueron parches, en años no se construyeron hospitales, centros de salud, no se crearon ítems”, sostuvo.

Romero dice que en La Paz no les compensan las bajas por Covid-19 y que entre ellos resuelven la escasez de recursos humanos. Y cuando los del sector salud se enferman, cuando son de contrato son atendidos por el SUS en las mismas condiciones de cualquier mortal y acuotándose entre colegas si el asunto se complica. “Y encima viene un tiempo más complicado, nos estamos preparando para la crisis y reconocemos que estamos asustados”, dijo.

Nava está molesto por las agresiones a las que se somete al personal de salud en todo el país. “Hemos sido hostigados en Chapare, Kara Kara, ustedes en Santa Cruz, y encima está la cuarentena dinámica con gente que no sigue los cuidados mínimos. Si continuamos a ese ritmo y no se brindan las garantías suficientes a los profesionales y trabajadores en salud, pediremos a las autoridades, Sedes, gobernadora y Ministerio de Salud, replegar a nuestros recursos humanos de Chapare. No se puede decir: ‘Si se tienen que morir que se mueran’, somos un recurso valioso”, indicó.

Más construcción que personal

“No se trata de aumentar camas, las camas no atienden pacientes. Hay servicios que se están cerrando y centros de salud que disminuyeron sus horas de trabajo debido a los profesionales contagiados”, dice Rocío Rivero.

Parte de la capacidad instalada y cuestionada por varios de los entrevistados son las infraestructuras de tercer nivel que no se utilizan en una época tan álgida como la de la emergencia sanitaria. Es el caso del hospital de Montero que hasta la fecha no abre sus puertas a una de las poblaciones más afectadas por Covid-19 en el departamento cruceño.

En Pando la situación es similar. El departamento, con una población de 160.000 habitantes, no logra que abran el hospital de tercer nivel montado en Cobija y que debía inaugurarse en octubre del año pasado. “Lo paradójico es que estamos en la situación de la gente de Montero, tenemos un tercer nivel que está prácticamente construido, está en 98% la obra, pero no tiene ni un toco para sentarse. Reúne todas las condiciones para pacientes críticos porque tiene planta de oxígeno. En Cobija solo tenemos una pequeña fábrica con capacidad para 20 tubos de oxígeno y un paciente crítico conectado a ventilador mecánico requiere seis tubos al día. Con ocho pacientes graves esa capacidad es superada”, explica Antezana. Sin embargo, le queda la esperanza de que la instalación del laboratorio para pruebas PCR en ese hospital de tercer nivel sea una pauta del inicio del funcionamiento.

Nava dice que se han hecho hospitales de primer y segundo nivel que se están cayendo, o con fondos municipales han construido infraestructuras que no están prestando utilidad alguna, como el hospital de Punata, con 120 camas “que solo funciona al 20%; el hospital de Villa Tunari, de segundo nivel, que no funciona en su plenitud; después está el hospital de Capinota, que tampoco trabaja porque le falta equipamiento y recursos humanos; el hospital de segundo nivel de Parotani se está cayendo a pedazos; Quillacollo no tiene un hospital de segundo nivel.

Los únicos hospitales que brindan atención son el hospital del norte, construido por el municipio de Cercado y el hospital del sur, y el Salomón Klein, que fue construido con un financiamiento de Corea del Sur y un aporte de la municipalidad. En el trópico cochabambino están construyendo un hospital de tercer nivel, pero está inconcluso”, enumeró.

Según Rocío Rivero, de Fesirmes Santa Cruz, las gestiones no van a la velocidad de los casos, dice que la Alcaldía comprometió 1.000 profesionales para reforzar el primer y segundo nivel hasta el 1 de junio. “Al primer y segundo nivel es donde más enfermos llegan, hay un estrés emocional por nuestra salud y la vida de nuestras familias, no caemos solos. La población se estrella con nosotros, pero somos los que estamos viendo morir a los pacientes con un sentimiento de impotencia, al no poder hacer nada, no porque no queramos sino porque no tenemos las condiciones. Hace años que venimos gritando a las autoridades por mejores condiciones, la población debería estar gritando con nosotros en las calles para recibir una atención digna”, opinó.

Santa Cruz y Beni: son los departamentos más afectados por la pandemia, donde el personal de salud tiene más contagiados y fallecidos. Hay quienes se atreven a decir que en Beni el 50% de los profesionales están con Covid-19.

Primer y segundo nivel: Fesirmes Santa Cruz dice que, debido a las bajas entre médicos y enfermeras, los centros de segundo nivel han reducido servicios y los de primer nivel disminuyeron sus horas de atención.

Sin cifras: Ni siquiera en los sindicatos tienen datos exactos del número de familiares de profesionales de la salud que fueron contagiados por ellos.

Falta la cúspide: Bolivia está en la fase 4 de la pandemia, falta la 5 y los médicos temen que la incidencia de casos se dé al mismo tiempo. Dicen que sería una catástrofe.

Fuente: eldeber.com.bo