De pronto desapareció de las pantallas de la televisión y fue recluida en el piso 9, habitación 902, del que fuera el hotel Radisson, en La Paz. La periodista de Bolivia Tv Adriana Gutiérrez acaba de vencer al COVID-19 y dice que si pudiera haber partido, lo habría hecho sin ningún remordimiento.

“Estuve consciente de que si en uno de los días de peor crisis debía partir lo haría sin ningún tipo de remordimiento, sin deudas y sabiendo que viví al máximo la vida, que hice todo lo que ame y que ame cada cosa que hice”, escribe en su muro de Facebook.

Su testimonio resulta una victoria que no todos celebran en esta emergencia sanitaria en el país que ya se cobró 2.106 vidas en el país y castiga a otras 58.138 personas en el país, según el reporte de este sábado del Ministerio de Salud.

Hace un poco más de 34 días, el tiempo de su aislamiento, la periodista dirigía el programa ”Parte y Contraparte” del canal estatal, por el que habían peregrinado muchas autoridades, funcionarios y expertos precisamente para hablar de la pandemia del momento. Le tocó a ella, sin que se diera cuenta.

“Cuando te dicen que eres positivo, el mundo se te cae encima; lloras pero no por ti, lloras porque te quedas pensando dónde fue el contagio, qué falló de las medidas de bioseguridad y también si tu contagiaste a alguien”, cuenta.

La periodista, con la mochila lista para volver a casa.

Sin embargo, en un repaso con La Razón, sospecha que se contagió en una reunión de trabajo en Santa Cruz. Y supone también quién la contagió. ”Estoy haciendo relevamiento de datos y cruzando información”, dice fiel a su rutina de periodista.

Adriana supo sobreponerse al suplicio de 34 días, que, en contrapartida, le ofreció un giro en su vida. “Descubrí que tengo paz en mi alma y mi corazón, descubrí también que en detalles pequeños Dios me habló”; dice.

Más allá de su fe, pudo vencer los mismos síntomas del coronavirus. “No sentía olores ni sabores, preferí estar en silencio sin decir lo que pasaba, porque ésta era mi batalla, una batalla que terminó el día en que desperté después de días de dolor; vi el cielo y comencé a sentir el olor tan simple de una galleta un olor que apenas recordaba”.

Gutiérrez recuerda cómo todos los días su madre iba a buscarla, abajo del edificio, en la esquina del hotel. Le llevaba en una caja comida, refrescos, “gustitos” y medicinas que la enfermera le alcanzaba diciendo “encomienda”. “Entonces sonaba el teléfono y era mamá que me decía ‘sal a la ventana’ y esos minutos valían oro, cuando me levantaba la mano y yo podía verla, con sus hermosas canas levantando su manita y diciendo… ‘tranquila, esto pronto pasará’”.

Comida, refrescos, medicinas y dulces en el aislamiento.

Aislada, no dudó en protegerla de esa manera. “Ella no sabía que lo que nunca me perdonaría era arriesgarla a ella y a mi familia a un contagio”, dice ahora sin sentimiento de culpa.

Al final de la tarde de este sábado Adriana volvió a su casa. Aún no pudo abrazar a los suyos. “Te queda el temor, dar positivo no es fácil”, cuenta en breve charla con La Razón.

El lunes (hoy) vuelve a su oficina, había estado haciendo teletrabajo todo este tiempo. Aunque dice que sus compañeros han estado “cerca” de ella todo el tiempo, cree que va a ser lindo verlos en persona. “Me decían que de una vez vuelva, que me extrañan. Que somos un equipo”.

Será como volver de la guerra para ella, de una experiencia en persona de una tragedia que sacude al país y a muchas familias.