Desorden, miedo y falta de empatía: el día a día cruceño en la cuarentena ordenada

Se estuvo en las calles y se conversó con algunos ciudadanos, gente que trabaja y que sale a hacer sus quehaceres, en diferentes puntos de la ciudad. Todos conocen los protocolos, mas hay personas que no los aplican
Alvaro Rosales Melgar

Barbijo mal puesto, una faceta que se repite en las calles y mercados. Fotos: Hernán Virgo
«Ahorita al salir a la calle hay dos clases de personas: las que cumplen con todo los protocolos y las personas a las que les da igual, aunque creo que todos saben como están las cosas (por la emergencia sanitaria)». La voz viene de un estudiante universitario, recién contratado en el centro comercial Chiriguano, en la capital cruceña, para controlar el acceso e indicar las medidas a seguir en el ingreso al lugar.

En cuatro días como operario del comercial, Marcos afirma que ya ha visto de todo en lo que respecta a las personas que llegan hasta el lugar en tiempos de cuarentena. Desde algunos a las que no se le ven ni los ojos y que refuerzan por su propia cuenta las medidas sanitarias, hasta otras que se niegan a ser desinfectados y reniegan de las reglas, aunque estos últimos llegan en menor cantidad.



«Yo solo cumplo con mi trabajo», expone, mientas acomoda la manguera de un tanque de 20 litros que contiene una solución con agua y desinfectantes. Utiliza unos 40 litros al día para desinfectar a los visitantes y así transcurre su jornada laboral que finaliza a las 16:00.

La afluencia en el comercial Chiriguano se ha visto disminuida. Hay negocios que cerraron sus puertas, los carteles de ‘se vende’, ‘se alquila’ o ‘se traspasa’ se ven en distintos espacios de este lugar que se especializa en la venta y servicio técnico de gadgets y equipos electrónicos.

A pocas metros del lugar, en el centro comercial Ciudad Indana, Gabriel Ticona hace de la calle su ambiente de trabajo. Es cuidador de autos y cada día llega a las 03:00 para «ganar el pan del día». Es la afluencia de personas que llegan al Servicio General de Identificación Personal (Segip) la que lleva a extender su jornada hasta después de mediodía.

Gabriel Ticona, envuelto en un overol amarillo, con casco y barbijo dice que primero hay que pensar en uno mismo para no contagiarse y así también se piensa en los demás, pero señala que eso no viene de todas las personas y menos en lugares donde se forman aglomeraciones. «Solo hay que pararse un rato y observar cómo la gente no respeta las reglas. Da miedo porque se contagian hartos», comenta.

Mercados

Cambiando de escenario, en el pasillo principal de venta de carne del mercado Abasto. El equipo de EL DEBER se ubicó a la entrada de este espacio desde las 10:30 hasta las 11:00.

¿Qué percibió? Un relajamiento total de las medidas de bioseguridad. La cuarentena ordenada no tiene nada de ordenada en este espacio. Y el caos viene tanto de vendedores como de compradores. Gente sin barbijos, personas con bebés en los brazos o niños pequeños. Entran y salen sin problemas, pese a que está instruido que solo pueden acudir al lugar de acuerdo al último dígito de la cédula de identidad.

Todo el recinto se encuentra enmallado y los únicos ingresos se ubican a través de cámaras de desinfección, pero tanto dentro como fuera del mercado el desorden es evidente y, salvo por las personas con barbijos, pareciera un día normal y como si el coronavirus no estuviera al acecho.

«¿Por qué están sacando fotos? ¿Y a quién? ‘Cuidau’, ¿no?», desafía un joven mientras carga una balanza. Al darse cuenta que cuestiona el trabajo periodístico se acomoda el barbijo mal puesto y mientras se aleja se le consulta si en el mercado Abasto se cumplen los protocolos de bioseguridad.

«¿No ve acaso que estoy con barbijo y la gente que vende igual?» responde. Y al preguntarle si el público respeta las medidas sanitarias y si se siente seguro de trabajar en medio de tanta gente, el joven contesta que es la gente la «que se porta mal». «Claro que da miedo venir a trabajar, pero primo, decime, ¿quién más si no?».

En otro punto de la ciudad, fuera del cuarto anillo, en la zona del mercado Privamera (atrás del aeropuerto El Trompillo) también es común la falta de empatía. Esto se refleja en vendedores de comidas callejera. Parrillas sobre la calle y gente comiendo alrededor. Empanadas expuestas al aire libre, ambulantes y comerciantes que almuerzan afuera de sus puestos, así como una evidente ausencia de control por parte de las autoridades.

«Aquí cada uno se cuida y tampoco va a haber un policía o un gendarme para cuidar a cada persona. Hacen su ronda, pero es imposible que las reglas se cumplan porque el boliviano es así», justifica una mujer mientras alza su bolsa de compras para subirse a un micro.

Transporte

La nota alta la tienen los transportistas. Al menos así se evidenció en el recorrido que se hizo por la ciudad. Distanciamiento entre personas y los protocolos aplicados, salvo algunas excepciones, cuyas denuncias también llegan a EL DEBER. Sin embargo, esto no pudo ser constatado en los mercados mencionados y en otros puntos de la ciudad (aunque no garantiza que así sea en un 100%).

Fue en la rotonda del Plan Tres Mil donde se percibió que la gente sube a los micros ‘en grupo’ y más si es en la hora pico o al final de jornada, cuando retornan a sus hogares. En ocasiones, los choferes obligan a bajar a los pasajeros, y en otras, son convencidos por quienes suben para ir «hasta más allasito». Ahí también se muestra que la gente sube sin barbijo a los micros.

Afluencia menor

Las oficinas de la Alcaldía también aplica los protocolos, aunque los usuarios llegan como cuentagotas. Así lo expresa una profesional de Salud que trabaja en la entrada de la Sub-Alcaldía del Distrito 1 de la capital cruceña. En su labor, como miembro de las brigadas médicas de la municipalidad expone que atiende entre 10 y 15 personas por día. Consultas, personas con síntomas y otros.

A un costado esta oficina pública, se acomoda un el centro comercial Patio Design, donde nadie entra sin presentar su cédula de identidad (se permite el ingreso de acuerdo al último dígito del carnet), sin desinfectarse las manos y sin medirse la temperatura, requisitos indispensables.

En resumen, en el recorrido se evidenció que la cuarentena ordenada se relaja y los protocolos son incumplidos por una cantidad menor de personas. En los centros de abastecimiento se percibe esta dejadez y por esos pocos, todos, absolutamente, están en riesgo (tal y como aclaran las autoridades).

Actualmente, en Santa Cruz hay 36.459 casos positivos registrados, según datos del Ministerio de Salud, así como 1.275 decesos. Las autoridades reconocen que tal vez haya más casos no detectados o en proceso de confirmación. Mientras tanto, las autoridades señalan que también depende de las personas que están en las calles evitar que el virus se propague con mayor fuerza. Las exhortaciones se hacen a diario.