Llevó ayuda a Beni, se infectó, lo despidieron; hoy recorre La Paz

Fue a Trinidad cuando comenzó la eclosión de casos de Covid-19 en esa capital. Ahora recorre las calles de La Paz y lleva su ayuda y medicamentos gratis.

Fuente: Página Siete

 



Alcides Flores M.   / La Paz

 

 

“No cobro, señora”, respondió por WhatsApp el doctor Pedro Flores, cuando una paciente le pidió atención médica en la ciudad de La Paz. “Doctor Flores, le voy a pagar la consulta”, le había ofrecido ella, segundos antes. En dos horas, el doctor Flores llegó a la casa de ella, con una caja de Ibuprofeno, antigripales, Ivermectina y otros medicamentos, para entregarlos en caso de que fuera necesario. Y no cobró la consulta.

Llegó a la casa de Cota Cota junto con  otro joven médico, que se quedó en el vehículo en la calle mientras Flores ingresó a la vivienda. Llevaba barbijo, en la mano izquierda un oxímetro y bajo el brazo derecho la caja con los insumos médicos. “Acabamos de corretear por oxígeno para una paciente. Más bien conseguimos”, comenta, aliviado, mientras se dispone a escuchar a su nueva paciente.

Flores,  con uno de sus pacientes.

“Usted es el médico al que despidieron por haber ido a Beni. Salió en la prensa”, le reconoce el esposo de la paciente. “Sí, soy yo, pero en la prensa informaron falsamente que yo renuncié. Eso no es cierto. Yo no renuncié, me despidieron”, afirma.

Nació en la ciudad de Sucre. Es hijo de un militar y de una brasileña. Su padre se trasladó a La Paz, por lo que pasó en esta ciudad parte de su infancia y  juventud hasta que se fue a Santa Cruz donde salió bachiller. Allí estudió medicina. Al regresar a La Paz, hizo su internado en la Caja Petrolera de Salud. Se formó en educación superior, obtuvo su maestría en gerencia y gestión de salud pública. Siempre fue médico de emergencias.

Es auditor médico y especialista en gestión de calidad del Ibnorca. También hizo el curso de medicina aeronáutica en Argentina, que le permitió conocer mucho sobre la hipoxia, una pericia tan esencial en tiempos de pandemia.

Su primer trabajo remunerado fue en la Caja Nacional de Salud y en Cossmil. Y hasta antes de ir a Beni, trabajó –desde el 2 mayo de 2008– como evaluador médico en la Caja de Salud de la Banca Privada. La tragedia de Beni significó para Flores el fin abrupto de su trabajo de 12 años continuos en esa institución privada. No se arrepiente, pero considera que no fueron justos con él.

El Dr.  Diego Ángelo Campos,  voluntario.

“Solicité ir a Beni y verbalmente me aceptaron. Me dijeron que me ayudarían. Pedí permiso sin goce de haberes. Hablé con mi jefa médica y hablé con mi administrador regional por si las dudas, y les dije: ‘Denme una mano, tengo que ir’. Hasta tenía vacaciones y les dije: ‘Saquen el informe de mis vacaciones y dénmelo’. El administrador y la jefe médica regional se comprometieron a ayudarme”, recuerda.

Pero como Trinidad iba a encapsularse, antes de que le dieran la respuesta se fue a Beni el 29 de mayo junto con sus  colegas Diego Campos, Corina Mamani, Daniela Durán y Vanessa Mamani. Los cinco, como voluntarios.

“Cuando ya estaba en Beni, al sexto día, me denegaron la solitud que hice pese a que por teléfono me reiteraron que me iban a ayudar. Como sabían que estaba en Trinidad, sacaron una circular por la que nos conminaban a todos los empleados a estar en el trabajo presencialmente todos los días. Tenía pacientes graves en Trinidad, ¿cómo iba a dejarlos?”, afirma. No imaginó que sus jefes  tomarían decisiones tan drásticas y con tanta premura. Le enviaron a su casa  su memorando de despido y se lo entregaron a su esposa.

La noticia de su despido le llegó por teléfono. Se la dio su esposa, en un instante en que él ya digería en silencio un hecho del que no quiso comunicar a su pareja, mucho menos a su madre: tenía Covid-19. Su esposa y su mamá habían intentado hasta el final impedir que fuera a Beni por ese riesgo. Los cuatro jóvenes médicos que lo acompañaron  también se infectaron. Se contagiaron sólo siete días después de pisar suelo beniano.

La Dra.  Daniela Durán, la otra voluntaria. 

“Llegamos al Palmar para ver a una familia. Vivían en un pahuichi  12 personas. Sentí en la boca como cuando te gasifican. Fue raro. Hablé con el equipo. Nos fuimos y todos habían sentido lo mismo. Dimos por hecho que nos contagiamos”, recuerda.

Y un día en el hospital, cuando en una biopsia sus colegas echaron formol, él no sintió el olor, que es muy fuerte. En ese instante supo que tenía Covid-19. Se sometió al menos a cinco pruebas rápidas. Todas dieron negativo. Después  se hizo un estudio serológico  y dio positivo.

¿Por qué arriesgó tanto?

El 18 de marzo, ocho días después de que la pandemia llegara a Bolivia, su jefa médica le pidió hacer visitas domiciliarias porque había pacientes que llamaban. Le tocó ir a Alto Següencoma, donde encontró a una enferma con faringitis. Era una paciente que tenía todas las patologías de base: diabetes, hipertensión, cáncer y otros males.

Un día a las tres de la mañana le llamó la hija de esta paciente, porque comenzó a vomitar y a darle diarrea. A las cinco fue trasladada a Emergencias. “Escucho fuertes ruidos en sus pulmones. Llamo a la institución y pido que tomen las medidas de bioseguridad. Internaron a la paciente y le hicieron las pruebas. Al cuarto día le dieron los resultados y dio positivo. Al día siguiente, murió”, cuenta.

El resultado de esta prueba también significó el inmediato aislamiento de Flores en su casa. Aprovechó el “castigo” para investigar el comportamiento del virus. Las largas horas “libres” y el silencio le sirvieron para retomar contactos con colegas de otras ciudades, incluso del exterior, y también para ayudar por teléfono a pacientes.

En sus 20 días de encierro y los días siguientes, atendió al menos a unos 100  por teléfono. Y fue en su encierro que una amiga de Trinidad le llamó para pedirle auxilio porque toda su familia estaba contagiada. Ella le contó que, además, en Trinidad había mucha gente muriendo. El viernes 29 de mayo, él y su equipo arribaron a Trinidad.

“Encontramos un panorama desolador, penoso. Trinidad cargaba una piedra muy pesada sobre los hombros: la Covid-19. Había muertos por todas partes. Entrabas a cualquier casa y veías las contracturas a nivel dorsal de la gente por el estrés. Es que todos perdieron a un amigo, a un familiar o a un conocido. En las noches todo era silencio, tristeza. No había un alma en las calles. Cada sonido de la ambulancia era  siempre el presagio de que alguien murió (lagrimea)”.

La Federación de Ganaderos de Beni (Fegabeni) pagó sus pasajes y su estadía. Esta organización privada, además, les proveyó de los medicamentos e insumos necesarios para hacer su trabajo gratuitamente.

“Llegamos el 29, y desde el sábado 30 comenzamos a rescatar a pacientes complicados. Al capitán Francisco Arias lo sacamos, a pesar de que tenía todas las patologías de base. Cuando llegamos, había médicos enfermos y varios ya habían muerto, como el doctor Lijerón. Por eso mismo, hubo doctores que se fueron al campo y se encerraron”, dice.

“Se contrajo de tal manera el sistema de salud que la gente no tenía a dónde ir y de esta situación se aprovecharon muchos profesionales. Había médicos que por mirarle a un paciente desde su auto cobraban 2.000 bolivianos y los especuladores hicieron desaparecer la Azitromicina. Eso no está bien”, protesta.

Han pasado  tres meses desde su primer viaje a Trinidad. En esa ciudad, según Flores, se vive ahora una nueva normalidad, y él cree que en esa capital ya se dio la “inmunidad de rebaño”. “Gran parte de la gente anda sin barbijos, los restaurantes están abiertos y hay atención médica oportuna”, asegura.

Ahora viaja con frencuencia a Riberalta, San Borja, Rurrenabaque, Reyes y Santa Rosa, siempre con el apoyo de Fegabeni. Pero también hay “gente de buen corazón” que dona medicamentos, como Pedro Iñaki Echeverría, quien en Trinidad incluso le puso una camioneta personal para que se movilicen él y su equipo.

Hoy recorre las calles de La Paz. Atiende consultas  y entrega medicamentos. “Usted no cobra por el trabajo que hace acá en la ciudad de  La Paz. ¿Cómo se financia?, ¿quién le paga la gasolina?, ¿quién le da los medicamentos?”, le pregunta Página Siete.

“He ayudado más en Beni que acá. Ahorita también me necesitan en La Paz. Tengo un buen stock de medicamentos gracias a Fegabeni. Hay pacientes que se recuperaron y como agradecimiento me hacen llegar medicamentos para ayudar. Todos los fármacos que tengo para entregar a los enfermos no los compré yo, me los donaron. Entonces, ¿cómo voy a cobrar?”, afirma.

Flores cree que La Paz tendrá su pico de contagios en septiembre. “Hay  pacientes muy complicados  y será más complicado aún estos días”, afirma.

Pero en el país,  hay muchos Pedros Flores que salvan vidas  donde el sistema sanitario no abastece. También hay profesionales bolivianos que ayudan desde otros países como el doctor Luis Zamudio, que desde Brasil organizó un equipo grande de médicos para apoyar a pacientes bolivianos.

Incluso instituciones como la Universidad Gabriel René Moreno brindan apoyo gratuito. Hasta ahora, atendió a 80.000  pacientes con coronavirus.

Así, la Covid-19 tiene un nuevo enemigo y fuerte: los buenos samaritanos.