El ‘finde’ da un respiro al sector gastronómico que espera recuperar el 50% de sus ventas

Luego de casi seis meses, los restaurantes volvieron a abrir los fines de semana. Los locales gastronómicos operan a un 50% de su capacidad, siguiendo protocolos de bioseguridad

El primer fin de semana, pospandemia, fue atípico para el sector gastronómico. Locales que antes rebosaban de gente trabajan ‘llenos’, pero con capacidad reducida. El ambiente distendido y bullicioso cambió a uno más tranquilo. Pese a que las cosas no son como antes, la reapertura por sábado y domingo, es el puntapié inicial para que el sector — uno de los más castigados por el coronavirus— recupere hasta un 50% de sus ventas.

Hay buenas señales. El domingo, EL DEBER recorrió algunos negocios que volvieron a atender por fin de semana y observó que de a poco la actividad se levanta.

Uno de estos negocios es La Casa del Camba del segundo anillo. En este local, no pasó ni una hora de su apertura cuando los comensales, de forma literal, arrasaron con la sopa de maní y el majadito de pato.

“Estamos emocionados de abrir después de casi seis meses de estar parados. Todo está saliendo bien, se nos acabó la sopa de maní y el majadito de pato, pero estamos haciendo más”, explicó Maité Medina, gerente del establecimiento.

Este local tiene la capacidad de atender 700 personas, pero la empresa acondicionó el espacio para recibir a 300. Toda la gente que llega es atendida por 15 garzones que van y vienen con los pedidos.

El menú no cambió para nada; pero sí el ambiente. Por la emergencia sanitaria, no hay música en vivo y la tamborita, que acompañaba a la gente que iba a mimar su paladar con platos típicos, se silenció.

Ahora, la gente llega, se desinfecta, se toma la temperatura y come sin más ruido que el murmullo de otros comensales, el sonido de brasas en las parrillas y el pequeño retintín de los cubiertos. A lo mucho, un parlante pequeño difunde una canción de Gísela Santa Cruz.

Una situación similar pasa en Factory, un sport bar ubicado en la zona de Equipetrol. El local está dividido en dos áreas: una sala en el interior y una terraza al aire libre. Este negocio tiene capacidad para acoger 250 personas.

Pero debido a las restricciones opera a un 30% de su capacidad en sala, y un 50% en la terraza.

Gino Balcázar, chef corporativo de Factory, explicó que implementaron un estricto sistema de bioseguridad, consiste en controles permanentes y la desinfección del local con nanopartículas de cobre con amonio cuaternario.

“Estos elementos los combinamos para la desinfección de mesas. Además, usamos luz ultravioleta para la desinfección del ambiente por la noche”, aseguró.

Por otro lado, según Balcázar, la empresa realiza un control riguroso a su personal: mediante pruebas rápidas y test olfativos. Incluso, dividió el horario de sus trabajadores para evitar que salgan seguido.

¿Ingresos? de a poco…

En cuestión de ventas, ambos locales indicaron que se están recuperando, no como antes, pero por lo menos hay movimiento.

Los tradicionales negocios de pollos, emplazados en toda la avenida Cañoto, también volvieron este fin de semana. Eso sí, la gente no acudió en masa a devorar las presas del ave — cocidas a la leña o ‘broaster’—, como tradicionalmente lo hacían mientras miraban una película de acción.

En estos lugares, a su manera, emplearon protocolos de bioseguridad, como el uso de alcohol y la distancia social.

Fernando Medina, presidente de la Cámara Gastronómica de Santa Cruz, señaló que un 70% de las 300 marcas, que agrupa la entidad, pudo abrir sus puertas este fin de semana implementando medidas de bioseguridad.

En lo netamente económico, sostuvo que la flexibilización de las medidas restrictivas ayudará a que el sector recupere un 50% de sus ventas y puedan operar a la mitad de su capacidad.

Pero lo principal, según Medina, es que la reapertura reactivará la generación de empleo.

En detalle precisó que el sector genera trabajo para 70.000 personas de forma directa, pero de manera indirecta esta cifra se incrementa a 200.000.

No fue un ‘finde’ donde los comensales de Factory llegaban, veían un partido de fútbol y gritaban gol. O un domingo cuando tronaba la banda y la ‘tamborita’ en La Casa del Camba, y no fue un domingo donde las pollerías se llenaban de gente que comía y miraba una película de Van Damme. Pero hubo movimiento; lo suficiente para que la actividad se empiece a recuperar.