No hay que inventar la pólvora

En los últimos sesenta años, los países latinoamericanos se han movido impulsados por los vientos ideológicos del populismo aventados por Cuba y el Foro de San Pablo; causando odios, miseria y opresión. Venezuela, que era uno de los países más ricos de Latinoamérica, lo ha sufrido en mayor medida y esto lo pueden certificar los millones de migrantes que salieron huyendo de la miseria y la opresión populista en su país.

Nos enfrentamos a unas nuevas elecciones y en estas deberíamos apoyar una propuesta de economía que nos favorezca y haya demostrado ser exitosa, y un equipo de gobierno que tenga capacidad y honestidad para implementarla. No podemos dejarnos llevar por simples discurso y eslogan electorales.



No es necesario inventar la pólvora; si queremos para nosotros y para nuestro país una mejor economía y una vida prospera y feliz, lo más fácil es comprobar cómo funcionan las diferentes recetas ideológicas en el mundo y asumirla y adaptarla a nuestras circunstancias. Ahora existe el Internet y no la Cortina de Hierro que no permitía mirar más allá de la frontera. Si queremos saber la calidad del fricasé o el locro que cocinan en la pensión de la esquina, hay que preguntar a los clientes habituales o, probarlo.

Los resultados de los modelos económicos y políticos en la economía de los países y la vida de la gente los tenemos a la vista. Si es posible hay que visitar los países tanto populistas como los liberales o escuchar los relatos de sus ciudadanos que viven en ellos, para enterarnos. Eso sí despojándonos de los lentes ideológicos, para ver objetivamente cuáles son exitosos y sus pueblos más felices.

Una vez que tengamos claro el camino (los datos socioeconómicos señalan a todas luces, el liberalismo y la democracia como los de mayor éxito) hay que ponerse a trabajar, tanto en la economía como en la ideología. No habrá una solución mágica y como en todo trabajo se necesita responsabilidad y esfuerzo continuo. Lo importante es que podemos conocer cuáles funcionan mejor, pues los resultados están a la vista en los denominados “países más felices del mundo” y estos países no son populistas, comunistas o socialistas.
Utilizando su típica falacia, los populistas afirman que los países mencionados son socialistas como ellos. Si de verdad lo creen así, deberían copiarlos y le harían un bien a su pueblo, aunque no a los gobernantes, y por eso no lo hacen.
La verdad es que estos países felices tienen una economía de mercado y por tanto los populistas tendrían que privatizar, respetar la propiedad privada y el trabajo y libertad de las personas; algo en lo que no creen ni les conviene.

Los países exitosos y felices no son los más grandes, según el ranking internacional estos son: Suecia, Noruega y Dinamarca, Finlandia, Suiza y varios otros. Todos ellos se caracterizan por combinar una economía de libre mercado y un Estado eficaz y bien organizado, que garantiza un ambiente seguro para la actividad productiva y los sistemas de seguridad social, servicios de salud y educación, con alto nivel de calidad.

En el índice internacional de libertad económica, Dinamarca está en el puesto 14, Suecia en el 19, Finlandia en el 20 y Noruega en el 26. Es decir, lejos de ser economías socialistas o con fuerte intervención del Estado, son economías abiertas, con baja cantidad de regulaciones y particularmente en el mercado laboral; derechos de propiedad bien afianzados, etc. Es decir, son países democráticos, capitalistas y donde funciona la economía de mercado.

El gasto público se vuelca a los servicios de salud, educación, vivienda, etc. La mayoría de los servicios sociales en los países mencionados, tienen “copagos”. Vale decir que, por ejemplo los hospitales no son totalmente gratis y el paciente tiene que pagar una pequeña parte del servicio.

Toda la economía es formal y se cobran impuestos altos, alrededor del cincuenta por ciento del ingreso a las personas físicas, pero a cambio se les da servicios de primera calidad, en salud, educación, seguridad, etc. Es más, en esos países funciona el “voucher”, un cupón para pagar la educación. En vez de financiar la oferta, el Estado financia la demanda y la gente recibe un cupón con el cual paga la escuela de sus hijos; pero elige a qué colegio va a ir y así se genera la competencia e incentiva la calidad de enseñanza. Y lo mismo en los otros servicios públicos.

Las estadísticas internacionales muestran que hay veinticinco veces más pobreza en los países populistas que en aquellos que adoptan el libre mercado. También resulta que las clases más pobres, son once veces más ricas en las economías liberales, que en los modelos populistas, socialistas y anticapitalistas.

El capitalismo no es perfecto pero es el menos malo de los sistemas. Dice Winston Churchill: “El vicio inherente al Capitalismo es el “desigual” reparto de Bienes, la virtud inherente al Socialismo es el “equitativo” reparto de Miseria”.

Fuente. ovidioroca.wordpress.com