El «apocalipsis» llega a Concepción y «solo Dios puede salvarnos», dice el alcalde

El coronavirus sigue latente. Hay incendios en varias zonas y en Copaibo las llamas están activas desde hace dos meses. Hay sequía y no hay agua, y los voluntarios están agotados

Foto: Bomberos Forestales

Una abrumadora oscuridad yace en Concepción. Y no quiere irse. El icónico pueblo chiquitano, que ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad, ya no es más el mismo lugar de antes. Pareciera que las siete plagas de Egipto llegaron hasta allí, devoraron la armonía y la apacibilidad con la que vivía su gente y nadie puede con ellas. El violín se detuvo y los turistas dejaron de maravillarse con el templo bañado en pan de oro, que respira historia desde finales del siglo XVI. El coronavirus anda suelto; hay sequía, fuego, desesperación, cansancio… Faltan más recursos. Y, para agravar la situación, no hay agua. “Solo Dios puede salvarnos”. Es la voz del alcalde, David Mollinedo, que está preocupado por el ‘apocalipsis’ que vive su municipio.

Los males

Hace dos meses, alguien prendió fuego en Copaibo, esa zona riquísima en flora y fauna. El municipio de Concepción, la Gobernación y el Gobierno central se movilizaron, pero ni con todo su poder las malvadas llamas dejaron de estar prendidas. Ahora, hay otro punto: Monteverde y, según Mollinedo, entre este lugar y la reserva, hay 70.000 hectáreas consumidas por el fuego.

“Reconozco el trabajo del ministro (Fernando) López (de Defensa). Él vino y dejó a otras personas, pero las cosas ya no están como antes. Así funciona la administración pública: solo cuando está la autoridad, la gente se mueve. Así es en todo. La otra vez llovió, pero luego el fuego se reactivó”, relata el alcalde.



Según el informe que le enviaron hasta su despacho, todas las brechas abiertas ya fueron consumidas por el fuego y el trabajo no ha servido de nada.

Él, todos los días, envía agua en cisterna a Copaibo y combustible para las pocas maquinarias que actúan ahí, pero -revela- que los voluntarios están agotados y la fuerza militar, también. Los 50 soldados están cansados y, tal vez, no tienen ni la formación de bomberos forestales…”, completa.

Y otra vez lanza: “Un helicóptero va y mira, pero qué más va a hacer. Las cinco avionetas que trajeron para apagar los incendios no sirvieron, porque solo son para fumigar. El mismo ministro se dio cuenta de que no iban a dar para apagar el incendio. Solo Dios nos puede salvar. ¡Que mande su lluvia de una vez!”.

Al fuego se le sumó otro enemigo: la sequía. Hay zonas que sufren de aquello. Pero, ahora en la mancha urbana no hay agua. El propio alcalde se queja y dice que en el barrio Miguel Castedo, donde él vive, acaban de cortarse el servicio en la mañana de este sábado.

Y lo mismo ocurre en otros vecindarios. En su momento se dijo que habría horarios específicos de corte del servicio de agua, pero ahora el agua no sale del grifo en cualquier momento del día. Apunta a la Cooperativa de Servicios Públicos de Concepción como la responsable, pero también dice que es un problema antiguo, porque la planta de tratamiento de agua potable fue construida hace unos 20 años y ya no abastece al pueblo. Antes, Concepción tenía 5.000 habitantes y ahora son 15.000.

Durante el Gobierno de Evo Morales, la autoridad encaró un proyecto para la construcción de una nueva planta de agua. Firmó con el entonces presidente y la inversión ascendía a los 6 millones de bolivianos, luego se redujo a 4,5 millones de bolivianos. Las arcas del Estado pusieron el 70% del gasto total y el municipio encaró el 30% ( el 15% fue dado por la Gobernación de Rubén Costas).

Hace una semana, Mollinedo supo que la obra tiene un avance del 78% y que hasta fines de octubre debería estar concluida. Él se queja, porque la planta tendría que funcionar desde hace mucho tiempo, pero los problemas políticos y sociales perjudicaron enormemente el avance. “Tenemos agua, pero en esta época de calor la gente se baña más o lava más su ropa… Somos nosotros los que pagamos todo el sistema de agua, no la cooperativa. El lunes, junto a todos los movimientos sociales, vamos a ir a quejarnos al Fondo Nacional de Inversión Productiva y Social. El jueves quise acercarme a la presidenta (Jeanine Áñez), pero fue imposible. El Gobierno debería cumplir con sus obligaciones”, explica.

Mollinedo se queja, porque cree que el apoyo de las autoridades nacionales no son suficientes. “La situación no cambia ni con el anterior ni con este Gobierno. Mucho ofrecen, pero poco hacen”, subraya. “Ahora que la presidenta no es candidata, debería ayudarnos. No soy masista, soy alcalde de Demócratas, pero acá no importan los colores políticos. El Gobierno nos ha transferido competencias y hemos cumplido, pero cuando ellos tienen que desarrollar las suyas no la hacen”, encierra.

El burgomaestre asegura que no hay plata y que tienen que “sacrificar” a su gente para que paguen sus impuestos y así tener más dinero. “No me parece correcto que el Gobierno esquive sus responsabilidades”, otra vez se estrella contra el Estado.

Para Mollinedo, ser alcalde es un privilegio. Solo que le tocó pasar por todos estos males. Cree que la clase política se equivoca mucho en sus acciones y que la gente debería saber muy bien por quién va a votar el domingo 18. “A los políticos muy poco les interesa, ojalá que el próximo gobernante solucione nuestras pedidos”, culmina.

Fuente: El Deber