Tres minutos para decidir nuestro destino

 

Fuente: ovidioroca.wordpress.com



Estamos frente a una definición electoral y en momentos muy difíciles para todos nosotros. En diez días más y en los tres minutos que toma llenar una papeleta vamos a decidir en qué país vamos a vivir; nosotros, nuestra familia y vecinos durante los próximos cincuenta años. Elegiremos un gobierno sólido y eficaz; uno blandengue que se despatarra en pocos meses o un gobierno de populistas y narcotraficantes. Votaremos pensando en un gobernante que tiene capacidad y experiencia para manejar el Estado y que sabrá elegir un equipo de operadores eficaces o buscaremos el que nos cae más simpático o siguiendo una consigna.

Para quien se haga cargo del Gobierno, será cómo manejar un cacharro destartalado en una carretera llena de huecos y en plana lluvia; por lo que necesitamos de un buen chofer, mecánicos y ayudantes experimentados para ir arreglándonos de cualquier manera para avanzar.

Hasta hace poco, Bolivia vivió de la producción de los yacimientos de gas natural encontrados en la década de los noventa del siglo anterior, que coincidió con la mayor alza de precios del petróleo de la historia y ahora esto se acabó. Los masistas mintiendo como les es habitual dicen que la plata la hicieron ellos, en realidad se la robaron.

El que se haga cargo del país y con buenas intenciones (no para dedicarse al narcotráfico y traer a los Carteles internacionales), va a tener graves problemas; tiene que arreglar el desastre económico, sanitario, institucional y esto sin plata. Tendrá que hacerlo con una población seducida por el populismo que prefiere escuchar una mentira alentadora, antes que la realidad generalmente dura y cruel; una población acostumbrada a bloquear por todo y por nada y una agrupación política cocalera y narcotraficante decidida a hacerle la vida imposible al gobierno.
Hacer el trabajo de reconstrucción del país será como operar a un enfermo grave y sin anestesia; este se resistirá gritará y golpeará con todo y los galenos como corresponde tienen que tratarlo con respeto y profesionalismo.

El reto de construir un país viable y sostenible, se lo ha dicho y repetido muchas veces, implica salvar la economía, recuperar la democracia, dar respuesta a los efectos devastadores del coronavirus. Para empezar, ahora sin plata y endeudados hasta el jopo, se tendrá que bajar el gasto público y la burocracia y reducir los impuestos; para atraer las inversiones se necesita generar confianza y esto implica el Estado de derecho, institucionalidad estable, leyes justas, libertad de expresión, separación de poderes y garantías a los derechos humanos. El siguiente gran paso es la pacificación nacional, pues sin pacificación, sin reconciliación, sin integración nacional, no es posible el desarrollo.

Los populistas dicen demagógicamente y algunos le creen, que el Estado puede crear riqueza automáticamente y esto para poder repartirla, no toda, según su voluntad e intereses. La gente lo cree y exige desembolsos del Estado, de las gobernaciones y alcaldías y estas no saben de dónde sacar la Plata. Este año sin los ingresos del gas tendrán ingresos menores al cuarenta por ciento de los del pasado año y ahí por delante.

Se ignora o no se quiere saber, que el Estado no crea riqueza, sino que la incauta de la actividad empresarial privada, chica o grande y que cuando se endeuda, los ciudadanos son los que tienen que pagar las cuentas.

Los populistas cuando se apoderan del Gobierno y cuando están eufóricos o desesperados, es decir siempre, se endeudan y luego emiten moneda lo que sin respaldo genera inflación y eso roba sus ingresos al productor y a los empresarios. Pregunten a nuestros vecinos de Venezuela y Argentina, gobernados también por Castrochavistas y Kitchneristas, como les está yendo con la devaluación. Como referencia, un dólar antes de Chávez se cotizaba en 4.30 bolívares. El 5 de octubre 2020, el nuevo billete de 100.000 bolívares vale solo 23 centavos de dólar.

Olvidamos o no queremos entender, que el Estado somos nosotros los ciudadanos responsables, los que trabajamos para generar la riqueza. Que un Estado democrático funciona cuando los ciudadanos diseñan, convienen y respetan un texto Constitucional y normas para convivir pacífica y armónicamente. Un Estado en el que ejercemos plenamente nuestras libertades individuales y donde todos cumplimos con nuestras obligaciones. Donde se trabaja produciendo, innovando y generando riqueza, en libre competencia, cooperación e intercambio de bienes, servicios, ciencia, artes, etc.
Esto lo sabemos, pero suena a trabajo, esfuerzo y esto es muy duro y aburrido; las promesas populistas son mejores. “Si todos juntamos el aceite quemado de la cocina y se lo entregamos al candidato masista Arce él solucionará el problema”. Así lo expuso en su programa de gobierno, créanle y Jallalla Evo.