Cocinaron, pintaron, discutieron mucho y lloraron la noche del 18

Siete exaltos cargos del gobierno de Evo Morales compartieron durante casi un año la vida en la residencia mexicana. Ahora todos son libres.

 

Mery Vaca  / La Paz



Vivir en la residencia mexicana en La Paz, sin salir durante casi un año, no fue una vacación para los altos cargos del MAS que allá se refugiaron durante el gobierno de Jeanine Añez, pero tampoco fue “peor que en la cárcel”, como dijo el exgobernador de Oruro Víctor Hugo Vásquez, refiriéndose, no tanto al confort de la vivienda, como a los operativos de seguridad que rondaban la casa.

Hugo Moldiz, que permaneció 360 días en esa residencia, cuenta algunas pinceladas de la convivencia diaria entre 28 huéspedes, primero, y entre siete, después. Dice, por ejemplo, que, al principio, el cambio fue muy brusco porque pasaron de dormir plácidamente en sus camas a pasar la noche hasta en la sala, en colchones o en los sillones. En la residencia había tres baños, pero no faltaron las filas esos días de hacinamiento.

Cuando el grupo se achicó tuvieron que compartir habitaciones. El roommate de Moldiz fue César Navarro, hasta que éste se marchó y Moldiz pudo disfrutar de una habitación personal, donde acumuló unos 50 libros que su familia le llevó.

Proveer comida para todos tampoco era cosa fácil, por eso Moldiz no duda en destacar “la gran solidaridad humana de Coni y Pedro”, el personal de servicio de la residencia. Al principio, ambos tuvieron que cocinar para todos, aunque los huéspedes se organizaron en grupos para limpiar los baños, el piso y para lavar la vajilla. Luego se harían grupos también para cocinar la cena y para los almuerzos de domingo.

Coni y Pedro, que antes de la sorpresiva llegada de los refugiados solían irse a su casa al final de cada jornada para compartir con sus familias, tuvieron que quedarse a convivir con el grupo para proveer de alimentos a todos. “Vivieron junto a nosotros la dureza de estar limitados en nuestro movimiento, de ser rehenes del gobierno de facto, se quedaron todo el tiempo, meses después recién salían los domingos”, relata.

Pero ya decíamos que los refugiados tuvieron que organizarse en grupos para cocinar. A Moldiz le tocó hacer dupla gastronómica con Víctor Hugo Vásquez, con quien cocinaban platos estándar para la cena, pero alguna especialidad cubana para el domingo. Dice el exministro de Gobierno que tuvo que aprender a cocinar y ahora le sale muy bien el potaje con frijol, el arroz frito a la cubana, el saice paceño y falso conejo.

Pero, ¿cómo pasar casi un año encerrado sin aburrirse? Cuenta nuestro informante que no había forma de ponerse de acuerdo con el único televisor disponible, así que cada quien se entretenía con Netflix, leyendo o escribiendo libros. De hecho, Moldiz escribió uno titulado  Golpe de Estado, la soledad de Evo Morales y aportó con dos artículos académicos para publicaciones del extranjero. Y,  tuvo tiempo de releer a Marx, a Lenin y a Gramsci y hasta de estudiar a los nuevos teóricos norteamericanos de la democracia.

Vásquez, a quien Moldiz califica como “gran intelectual aymara”, escribió dos libros, uno de ellos es una especie de autobiografía y otro sobre lo que Moldiz denomina el golpe de Estado.

Héctor Arce, en cambio, escribió un balance del proceso de cambio y en una reciente entrevista con Gigavisión admitió que “la reelección fue un error, nunca más se debe ir contra la voluntad del pueblo”. Se refiere a la decisión del MAS de habilitar a Evo Morales para que postulara a un cuarto mandato, pese al rechazo popular en el referéndum del 21F.

Pero hubo quienes se dedicaron a actividades menos políticas y más artísticas, como Wilma Alanoca y Javier Zavaleta, quienes le pusieron empeño a la jardinería, a la cerámica y a la pintura.

Alanoca era la única mujer del grupo y sobre ella Moldiz dice que “fue un ejemplo de resistencia, de luchar contra sí misma y para enfrentar momentos de incertidumbre y hasta del bajón por estar en medio de tantos hombres que a veces hacen chistes machistas y te das cuenta que estás hiriendo sentimientos”.

Si Alanoca y Zavaleta eran aprendices de artistas, el profesional era  el encargado de negocios de México, Edmundo Font, quien además de pintor es poeta muy reconocido en su país.

Font fue nombrado encargado de negocios luego de que la embajadora Teresa Mercado fuera declarada persona non grata por el gobierno de Jeanine Añez, tras aquel incidente en el que encapuchados del servicio diplomático español llegaron a la sede de la embajada en confuso incidente.

Es de suponer que para un diplomático no es nada cómodo convivir con tantos huéspedes sin poder zafarse de ellos ni en el día ni en la noche, y más aún en cuarentena, época en la que ni él pudo salir de su residencia.

El diplomático, según cuenta Moldiz, se dedicó, durante ese tiempo, a pintar una serie de cuadros del Illimani desde diversos ángulos. Un día a la semana, él almorzaba con sus inquilinos y entonces se desarrollaba una intensa charla de intercambio cultural.

También había tiempo para “debates muy duros, pero muy fraternos” o para “discusiones fuertes” por lo que había sucedido, dice Moldiz, porque “no hay gobierno derrocado si no es derrocable”.

Entre culpas, responsabilidades, discusiones y amistades, pasaron la Navidad, el año nuevo, carnavales… En aquellas fechas, no faltaba una buena comida y unos tragos, pero la noche que todos celebraron, se abrazaron, y hasta lloraron fue la del 18 de octubre de este año, cuando supieron que el MAS había ganado en primera vuelta y que, por tanto, su encierro había terminado.

“En mayor medida,  a muchos se nos hizo el nudo en la garganta, otros más expresivos derramaron lágrimas porque, primero, se resolvía la situación en el país, y se resolvía la situación de nosotros”, cuenta Moldiz.

Todos salieron ya de la residencia, del lujoso barrio  de La Rinconada, donde vivieron asediados por los constantes operativos que el exministro Arturo Murillo desplegaba en la zona y por una vigilia de ciudadanos que se apostó en la entrada durante meses para evitar que salieran. Durante todo ese tiempo, el gobierno de Añez se negó a otorgarles un salvoconducto para que abandonaran el país porque existían órdenes de captura en contra de ellos. Moldiz dice que contra él no había nada, pero que no salía por temor a que le armaran algo.

Una vez fuera, pese a haber sido las fichas fuertes del gobierno de Evo Morales, se encontraron con la noticia de que los movimientos sociales ya no los quieren cerca del gobierno de Arce.  Moldiz dice que él ya estaba fuera del gobierno desde 2017 y que no tiene planes para volver, por el contrario, pretende instalarse en México o en Cuba, donde su esposa y su hija de nueve años se fueron a vivir tras la salida de Evo del poder.

Así terminó el asilo de los exministros Juan Ramón Quintana, Héctor Arce, Javier Zavaleta, Wilma Alanoca y Hugo Moldiz, del exgobernador de Oruro Víctor Hugo Vásquez y del exdirector de Agetic Nicolás Laguna. “El asilo más largo en Bolivia”, dice Moldiz, a quien, sin embargo, le corregimos que el más largo fue el del opositor Roger Pinto que tuvo que vivir 454 días en la sede diplomática de Brasil porque el gobierno del MAS se negó a darle un salvoconducto. “Tremenda equivocación”, admite Moldiz. Tarde el arrepentimiento porque Pinto está muerto para enterarse. Falleció en el exilio, luego de haber escapado de su encierro en una maletera.