Destruir la riqueza ¿Es la solución?

DANTE NAPOLEÓN PINO ARCHONDO

Así como un pintor crea la obra a partir de los rasgos que su dibujo define en la tela, el gobierno del señor Arce nos comienza a dar esos esbozos sobre los que edificará su obra. Y ya podemos ver cómo se van conformando las políticas que van a ser propuestas y seguramente ejecutadas.
Lo primero que podemos señalar como avance informativo, es que hay contradicciones: por un lado, se dice que se aplicará una política de austeridad y por otra parte se enuncia un bono de 1000 bolivianos, se recrean ministerios y se aumentan las planillas de la burocracia. El presidente Arce, que sin duda no dejará de ser el ministro de economía, se queja del déficit fiscal, y de tener que encararlo con créditos externos y al mismo tiempo dice que Bolivia no cancelará el pago de las obligaciones que tienen precisamente con esos organismos financieros a los que debe.
La forma errática de comenzar a explicar lo que quiere hacer el presidente, da señales muy desalentadoras a los que pensaron por un momento que verían un cambio de dirección en la forma de administrar la economía nacional, y confirman las dudas de la mayoría que se tenían sobre tal propósito. Una cosa es la bonanza que le otorgó el mercado capitalista de 2006 al 2015 y otra la que le oferta ahora. Acostumbrado el señor Arce a tener liquidez para atender las demandas que le daban la gana, por ejemplo, automóviles y sedes para dirigentes sindicales y palo y gases para los discapacitados, ahora mira preocupado que esa liquidez se ha esfumado y tiene en la puerta de su despacho una larga lista de acreedores que están esperando su turno para cobrar.
El cambio del paisaje es una realidad objetiva. Los números arrojan cifras negativas, en el fisco, en el comercio exterior, en la disminución de las reservas internacionales, en el pago de la deuda externa y en una demanda de inversión social y de recuperación de ingresos, así como en la caída de la producción de bienes y servicios.
Estos datos de la realidad están pidiendo a gritos un ajuste fiscal serio, un comercio exterior agresivo, una política tributaria que incentive la inversión y la creación de empleo, una política crediticia que favorezca a los exportadores, a los emprendedores y las Pymes y una política social responsable que atienda las necesidades de dos sectores punta en esta nueva etapa: la salud y educación.
Lo que no necesita la economía justo ahora, es la creación de nuevos impuestos y menos de uno que dispare contra la creación de la riqueza. Esta penosa idea no tiene ningún contenido social y no se la debe mirar como una medida de redistribución, al contrario, sus efectos son brutales. Elimina la nueva inversión por las dudas que genera. Después de este tributo habría que ser muy osado para invertir en Bolivia. Los patrimonios afectados verán la forma de convertir sus activos físicos en líquidos y sacarlos al exterior, con esto se generará un efecto multiplicador sobre la inversión pernicioso. Produce desconfianza en los ciudadanos que tienen depósitos en dólares. Una corrida afectará la posición de la Banca directamente a su patrimonio, con los efectos en cadena sobre los depósitos y cartera crediticia, cuyo golpe irá directamente a las actividades empresariales. Recuperar la confianza después de este tipo de medidas, en la sociedad es muy difícil.
Al final, lo que viene proponiendo la izquierda populista infantil es hacer creer que se congracia con los pobres, que se les demuestra cómo se lucha contra los ricos y se los destroza, en una actitud demencial, que en el mediano plazo hará que las inversiones se eliminen, con ello, las fuentes de trabajo se pierdan y el número de pobres aumente. Los ejemplos de ello están en Venezuela, donde la miseria se expande y no hay creación de riqueza, en Cuba donde el hambre y la pobreza se muestran como trofeos del socialismo y hacía donde dijo el presidente Arce quiere conducir a Bolivia.

Fuente: eju.tv