Impuesto a la riqueza ahuyenta la inversión y genera pocos ingresos

El “impuesto a la riqueza” como una de las primeras medidas que implementará el nuevo presidente Luis Arce Catacora ha originado un debate en el país, incluso circulan datos falsos relacionados al tributo. Expertos en economía piensan que esta medida podría ahuyentar el capital de inversión en el país y hablan de su implementación en otros países.

Hasta el momento, se sabe que el equipo económico del nuevo Gobierno no ha definido cómo aplicará el nuevo tributo. Eso sí, desde el inicio de su campaña, el ahora presidente electo aseguró que el 99,99% de la población no pagará el gravamen.

El impuesto no afectará a emprendedores, ni a comerciantes, ni a gremiales, no afectará a la población en general. Es un impuesto a las grandes fortunas, a los grandes millonarios y que hoy más que nunca deben ser solidarios con los que menos tienen”, dijo Arce en una de sus varias cápsulas audiovisuales, lanzadas por el MAS cuando comenzó la campaña electoral.



Después de ganar las elecciones, Arce señaló en varias entrevistas que el impuesto se aplicará al patrimonio personal, y no a las empresas. Agregó que alcanzará a los que tengan un ingreso de entre 5 millones y 10 millones de dólares.

Al respecto, el economista Róger Banegas, explicó que el nivel histórico, actual y proyectado del déficit fiscal en Bolivia, alrededor del 7% del PIB o su equivalente en $us 2.800 millones, requiere dos ajustes alternativos: nuevo endeudamiento público o creación de nuevos impuestos, o inclusive ambos. 

En este caso, se está apelando a la implementación de un nuevo impuesto. “Como su nombre lo indica es forzoso y afecta a la población que genera y cuenta con bienes y patrimonio. Habría que pensar en sentido inverso: ajustar el gasto público y no incrementar el número de tributos”, dijo Banegas.

Otro aspecto que Banegas observa es que el impuesto a las fortunas promueve una cultura del conformismo: desincentivando a la generación de nueva riqueza, bienestar y social y fomentando a una cultura del rentismo y subdesarrollo. “Este tipo de impuestos son elementos distorsionadores de las decisiones de las familias y de las empresas”, afirmó.

El economista Mauricio Ríos García, considera que este impuesto es una mala señal, primero porque seguimos con un mal diagnóstico sobre los principales problemas de nuestra economía, “antes de una falta de ingresos, tenemos un exceso de gasto público”.

Por otro lado, dice que este tributo no solo puede ahuyentar capital, sino que ya lo está haciendo, que tal vez en unas semanas veremos qué tan grande ha sido el impacto del resultado de las elecciones. Por lo pronto, “ya hemos visto cómo los mercados han reaccionado negativamente viendo desplomarse los bonos soberanos, sobre todo con vencimiento a 2028”, dijo Ríos.

“Además, este impuesto a las grandes fortunas no afecta solamente a las grandes fortunas, sino a los más pobres: cuando el capital huye, existen menos posibilidades de invertir, generar empleo y generar riqueza para honrar deudas previas. Los grandes capitales siempre tienen posibilidades, herramientas y métodos para defenderse, pero los más pobres no”, agregó el economista.

Para el también economista José Gabriel Espinoza, el impuesto a la riqueza suele ser difícil de aplicar básicamente porque son muy pocos los países que miden efectivamente la riqueza, hay diferencias sustanciales entre ingreso, patrimonio y riqueza. “Una familia o una empresa o un individuo puede tener ingresos muy altos y un patrimonio muy bajo e incluso negativo si es que por ejemplo está altamente endeudado y, por lo tanto, un impuesto a la riqueza para estas familias o personas que tienen ingresos altísimos no tendría mucho efecto”, explicó Espinoza.

En el caso contrario, señaló que podría gravarse el patrimonio, y ahí entraríamos a situaciones complicadas; por ejemplo, familias que tienen un patrimonio muy alto, pero ingresos escasos, esto suele suceder en el caso de los adultos mayores, jubilados que han ido acumulando patrimonio a lo largo de su vida, pero que ya se encuentran en un momento de ingresos bajos, básicamente lo que perciben es para vivir. Entonces, ambas situaciones aproximadas para establecer el impuesto a las riquezas de las personas tienen serios problemas.

Otro elemento que señala Espinoza es que en Bolivia tenemos una economía informal donde tanto el ingreso como el patrimonio suelen estar escondidos.

En el caso más extremo son los vehículos ‘chutos’ o el contrabando donde gran parte del capital de trabajo que constituye patrimonio pues no está declarado, o lo mismo sucede con el ingreso cuando se realizan las ventas, por lo tanto, este ingreso tampoco se declara, y ése es uno de los problemas.

El economista José Alberti cree que el nuevo presidente no ha presentado una propuesta seria de qué se va a hacer con el dinero recaudado con este impuesto y cuáles son sus efectos en la economía, en la inversión, en el ahorro y en el consumo. “Un tributo obedece a principios de eficiencia, de intertemporalidad, optimización y redistribución”, dijo.

También señala que este tipo de políticas de ponerle más “impuestos a los ricos” siempre es algo que cae bien en la narrativa popular en el pensamiento de la corriente, pero, “lo que no sabe la gente que no conoce las leyes de la economía es que este impuesto ha demostrado que no ha tenido sus efectos ni tampoco esos impactos importantes en cuanto a las recaudaciones”, dijo Alberti.

Por otro lado, el experto dice que en vez de aumentar la recaudación lo que hace es tener una incidencia negativa, ha sido regresiva para la inversión, tanto inversión extranjera como privada nacional y también tiene sus efectos en el consumo, en el ahorro y la inversión de los hogares.

Así, Alberti sugiere que más que imponer otro impuesto a la población se debería mejorar de manera eficiente el gasto público ya que con este año serán siete las gestiones de déficit fiscal; es decir, que los egresos son más que los ingresos, que estamos gastando más dinero de lo que nos ingresa.

“Estamos siendo menos eficientes con los recursos que nos ingresan, hay mucha corrupción, más allá de colocar otro impuesto hay que enfocarse en mejorar el gasto público corriente como inversión, el ser más eficiente, reducir la corrupción, el tráfico de influencia. En eso debería enfocarse el nuevo mandatario, más allá de hablar de una medida populista y un impuesto a los ricos debería enfocarse en reducir el gasto corriente. Por ejemplo, se sabe que hay montos millonarios para viáticos, viajes, uso de vehículos para los ministros. Lo que hay que hacer es ser más eficiente con lo que se recauda hoy día y en Bolivia no estamos siendo eficientes en el tema del gasto, hay una responsabilidad fiscal de parte del anterior Gobierno que ahora vuelve a asumir la administración del país”, observa Alberti.

Además, dice que según unos cálculos que se están sacando, este impuesto a la riqueza le estaría llegando a menos del 0,1% de la población boliviana, pero no se recaudaría ni el 1% del PIB. Entonces, el impacto que tuviera no sería importante, es mejor promover la producción y hacer otro tipo de políticas, sugiere.

Experiencia en otros países 

Según el economista Espinoza, la evidencia a lo largo del mundo en los últimos 40 años muestra que este impuesto tiene muy poca capacidad recaudatoria, salvo algunas excepciones como es el caso de Suiza, donde el impuesto al patrimonio recauda más o menos el 1% del PIB por año.

En el resto del mundo y durante los periodos en que se ha aplicado de manera muy periódica y además cortada, cuando se implementa dura entre 4 a 6 años a lo mucho, y luego ya se retrotrae por la poca eficiencia que tiene este impuesto y los altos costos que se tiene, tanto en términos de atracción de inversiones de certidumbre pues en estos casos el promedio de recaudación no supera el medio punto porcentual del PIB”, dijo.

Espinoza también señala que en general este tipo de impuestos están siendo dejados de lado por las dificultades técnicas de evaluar, primero, qué se entiende por riqueza, y establecer aquellos márgenes dentro de los cuales se determina quién es rico y quién no, y si vamos por el lado del ingreso, cuál es el ingreso ya que afecta la población de altos ingresos.

Hay que entender también que con ingresos mayores obligaciones y lo que hay que medir en realidad es no solamente el ingreso bruto, hay una serie de consideraciones que hacen que la aplicación de este tipo de impuestos sea complicada”, destaca.

El experto en economía José Alberti dice que este impuesto a la riqueza o al patrimonio, en la mayoría de los países donde se puso en vigencia hace 20 o 30 años hoy día ya no existe, hay muy pocos países que lo aplican como en Argentina y Colombia, los ejemplos más próximos, pero en la mayoría del mundo este impuesto de alguna manera no ha tenido un impacto.

A lo largo de la historia y ahora los países que hace 20 y 30 años implementaron este impuesto tampoco recaudaron menos del 1% del PIB, en el mejor de los casos en los países se recaudó un 0,08%.

“Este impuesto es ínfimo comparado con otro tipo de impuestos como el tributo al consumo, a los ingresos, el IVA, importaciones, su impacto en el tema fiscal sería incipiente, hay muchas razones para que este tipo de impuestos sea descartado y se trabaje más en la eficiencia del gasto público y reducir la corrupción que sigue galopante”, advierte.

En América Latina hay tres países que aplican el impuesto a la riqueza: Colombia, Uruguay y Argentina.

Algunos expertos prefieren hablar de impuesto al patrimonio, porque desde el punto de vista técnico se trata de un gravamen a los activos menos las deudas.

Y en el caso de Argentina el nombre del tributo es “impuesto a los bienes personales”.

Más allá de las características específicas en cada país, se trata de un gravamen que se aplica a la fortuna de las personas más ricas.

Es distinto al impuesto sobre la renta, el cual se cobra según los ingresos de una persona y no por su riqueza acumulada.

Pero es más difícil de calcular y, como suele ocurrir en temas tributarios, hay muchas maneras de evitarlo, lo cual juega en contra del objetivo básico, que es aumentar la recaudación fiscal.

Pero, ¿es una buena solución? “La desigualdad de riqueza o de patrimonio en América Latina es mucho más grande que la desigualdad medida por ingresos”, le dijo a BBC Mundo, Daniel Titelman, director de la División de Desarrollo Económico de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Es por eso que Titelman considera que el impuesto a la riqueza “es una alternativa válida, un instrumento muy útil”, dado que los países de América Latina necesitan aumentar la carga tributaria de una manera más progresiva.

“La recaudación que ha alcanzado este impuesto en Argentina, Colombia y Uruguay no es trivial en ninguno de los casos”.

Hay países donde se está discutiendo una forma puntual de gravar el patrimonio, como es el caso de Chile, donde el debate está centrado en crear un impuesto a las propiedades a partir de un determinado valor.

De hecho, las propiedades son una de las formas más visibles de la riqueza, pero lo cierto es que el concepto de patrimonio es tan amplio que incluye desde obras de arte, joyas, barcos y autos, hasta cuentas bancarias y activos financieros.