La isla

 

Nino Gandarilla Guardia



 

Y las 46 horas después de una cruenta batalla

Sobre el desenlace final de la Batalla de “El Pari”, la horrenda carnicería en la que el Ejército Cruceño aniquiló a una poderosa División del Ejército Real del Perú, en las propias goteras de la ciudad, se han hecho muchas conjeturas. Todo ello, tratando de justificar o entender por qué 200 realistas tomaron la plaza, siendo que 350 patriotas cruceños seguían en pie y con su Caballería victoriosa, después de al menos 7 horas de combate campal en El Pari y en Peji, hacia donde huyeron los escuadrones realistas.

La tesis que muchos historiadores repiten es la siguiente: “Los independientes llevaban la mejor parte en ella, cuando una bala de cañón mato al caballo que montaba Warnes quien cayó al suelo, aplastado por el peso de su cabalgadura, un talavera lo traspasó de un bayonetazo y un oficial lo acabó de matar con un disparo de pistola, quien a todo lo que le dan sus pulmones grita: ¡Warnes, ha muerto!

Cuando los patriotas vieron muerto a su heroico jefe se aterraron y huyeron dejando en el campo montones de cadáveres…” Y cada uno le aumenta o acomoda algo, pues no estaban ahí y tampoco se toman el trabajo de cruzar las diversas versiones para reconstruir los hechos.

El primero que desmiente eso de que los patriotas cruceños “se aterraron y huyeron” es el propio comandante realista Francisco Javier de Aguilera que en su parte de la batalla dice:

“Los apurados momentos, que me circulan, después de la más sangrienta batalla, que desde ayer a las tres de la tarde dio principio contra las numerosas tropas del caudillo Warnes, VIOLENTA Y RIGUROSA HASTA LAS SEIS DE ELLA, Y SUBSIGUIENTE SIN INTERVALOS TODA LA NOCHE, no me permiten más comunicar a V.S. que queda en mi poder su hermosa artillería, compuesta de nueve cañones, porción de fusiles y lanzas; el infame Warnes sepultado en su orgullo…” (Documento publicado en la GACETA DEL GOBIERNO DE LIMA, del miércoles 8 de enero de 1817. El coronel D. F. Aguilera al Mariscal de Campo D. M. Tacón).

Está clarísimo, no se dispersaron los patriotas cruceños, siguieron peleando “sin intervalos toda la noche”. Al contrario, fueron soldados realistas los que huyeron; primero huyó su Caballería hasta Peji, donde fueron exterminados por Mercado… Y la Infantería también.

En el mismo parte el comandante realista dice: “Oportunamente remitiré el circunstanciado; pues este ligero lo hago más con el objeto de quitar la cabida de la melancolía de los MUCHOS EXTRAVIADOS DE MIS TROPAS, que han de haber internado, difundiéndola por esa provincia y sus inmediatas…” Claro está el DOCUMENTO, para que verifiquen los que tanto piden papeles y pruebas. Como diría nuestro pueblo “pelaron los realistas” despavoridos; huyeron de la bravura de nuestros Pardos Libres que como leones acabaron a cuchilladas con el profesional batallón “Fernando VII”; escaparon de la puntería y el arrojo de nuestros estudiantes del batallón “Voluntarios de Santa Cruz”, que se “limpiaron” más de la mitad de los feroces “Talaveras”.

El Colorao Mercado también erró en su parte dirigido al general Manuel Belgrano, desde el pueblo de Abapó. Le dijo que, ante la muerte de Warnes por una bala de cañón “introdujo en esta el terror y espanto, causando la superior, y consiguiente derrota: que con la llegada de la noche, fue imposible a los Oficiales Subalternos reunir la gente fugitiva por la espesura de aquellos bosques…”. No ocurrió eso, Mercado no estuvo ahí, Aguilera sí.

Como hemos visto, el propio comandante realista informó que habían peleado toda la noche y la madrugada en Orden Abierto. Mercado no percibió aquello porque venía de vencer a la caballería realista en Peji y llegó al Pari al caer la noche, retirándose primero al Trompillo y después a Jitapaqui, de acuerdo a los relatos históricos.

Entonces ¿de dónde sacó la información? Todo indica que fue de un parte que redactó después el capitán de granaderos Mariano Rendón, quien afirma que en el lugar donde cayó Warnes huyó un jefe de infantería “dispersándose las tropas, abandonando a Warnes herido en el campo de batalla…”

Warnes murió a media tarde y, ya sabemos por el informe realista, la carnicería continuó hasta la mañana siguiente en el campo y en el monte, aunque en primera instancia el impacto hubiera desordenado alguna tropa. Pero ¿por qué ese informe?

Nosotros creemos que Rendón no le perdonó a Warnes el haber muerto, interpretando que fue por orgullo que desafió a Aguilera a un combate de jefes, tal cual lo había hecho en 1814 para abreviar la matanza: “Warnes quiere repetir el episodio feliz de la Florida desafiando al Jefe enemigo a un combate singular…” dice la investigación del Gral. José E. Rodríguez, (“A través de Bolivia”, 1920).

El historiador tiene que aplicar diferentes ciencias para llegar a una conclusión, cuando los papeles son insuficientes. Lo cierto es que el capitán Rendón quedó “huérfano” con la muerte de Warnes y el repliegue del Ejército Cruceño al fuerte de Saipurú, lugar donde no hay evidencia que él haya llegado. Y quedó “guacha” porque tampoco podía volver con su anterior fuerza, ya que él había sido oficial del coronel realista Francisco Javier Velasco, hasta el combate de Samaipata, en agosto de 1814 (véase el Parte de Velasco), pasando después a las filas patriotas. Rendón, en la Infantería, fue el único oficial que supo sobre aquella escuadra que fue en auxilio de Warnes, adelantado a caballo, para el duelo, en terreno tabla y se quebró al verlo tendido después del cañonazo.

 

Atrincherados en “La Isla”

La Caballería Cruceña, comandada por el coronel José Manuel Mercado, llegó victoriosa al río Pari encontrando el anochecer oscurísimo del 21 de noviembre de 1816 (véase lo que ocurrió con el cielo, tras la erupción del volcán Tambora, en Indonesia, el año anterior). Entonces se repliega con sus jinetes al Trompillo para esperar novedades del comandante Saturnino Salazar, tal cual relatan los historiadores, para luego de dar instrucciones marchar al cuartel de Jitapaqui, en las afueras de Cotoca.

¿Dónde se fue la Infantería? Los documentos indican que, como en todo plan de batalla, había una estrategia definida de repliegue organizado a posiciones defensivas. Para despejar las dudas de los documentalistas y los realistas de hoy, veamos qué dice al propio comandante del rey.

Aguilera escribió una carta, acompañada de su primer parte de guerra, a un periodista español del DIARIO BALEAR, con sede en Palma de Mallorca, quien publicó la nota el día 23 de setiembre de 1817. En esa noticia, primero se desmiente la fantasía ridícula de que Aguilera lo “sorprendió” a Warnes, a toda la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, su Ejército y sus pueblos vecinos, un jueves 21 de noviembre a la mitad de la mañana, contándole al Diario Balear que “el día antes una partida enemiga –patriota- sorprendió sus bagajes”.

Pero vamos al punto. El feroz realista, ya disminuido por sus temores, ante la muerte de sus batallones invasores y la hediondera del campo de batalla, le dice al periodista que: “el segundo de Warnes, llamado Saturnino Salazar, se replegó a La Isla, con 800 hombres de Caballería y 100 fusileros…”

El comandante realista estaba cansado y delirando. Vio 800 jinetes victoriosos llegar al Pari, cuando en realidad eran como 250. En lo que sí estaba más o menos cierto era en la cantidad de infantería, más los auxiliares de flecha, que le habían quitado el sueño toda la noche.

La redacción también pudo ser de la propia cosecha del periodista o una exageración de Aguilera para justificar la pérdida de todo el personal que le confiaron; nunca se sabrá. Los partes de esos tiempos se podían hacer cualquier día, pero con los apuntes del campo de batalla; nosotros creemos que lo hizo días después porque en una parte dice “no cree que se atreva a atacarlo”; o sea: 900 contra 200…

 

¿Dónde estaba ubicada La Isla?

De acuerdo a un relato de la historiadora uruguaya Selva A. Casaballe Ríos, entre las propiedades que poseía la familia de Micaela Montero, mujer de Warnes y prima de Mercado, tenía “Una acción en el lugar de La Isla, al Naciente, a una legua de la ciudad….” (Véase “Santa Cruz en la Guerra de la Independencia”, de Paula Peña Hasbún). Esto es entre el barrio que hoy llamamos la Pampa de La Isla y el Jardín Botánico.

Entonces, la Infantería cruceña, una vez acabada la pólvora y saliendo el sol de la mañana, se replegó hacia el Naciente, para cubrir el paso a Jitapaqui, donde se reuniría la Caballería para coordinar con Salazar. Era un lugar estratégico para dominar el terreno desde el monte, ya que estaba en medio de la pampa.

Pero Salazar no quiso continuar y tampoco los políticos y los curas de la ciudad. Mercado tuvo decidir el repliegue hacia Saipurú, desde donde bloqueó a los realistas hasta 1825, cubriendo las acciones de los ejércitos del Sur, como lo prueba la abundante documentación disponible.

Según el “Manuscrito Lara”, perdidas las esperanzas del triunfo, Aguilera, alguna vez llamado “el león de Santa Cruz”, se ocultó en un “secreto asilo” y dejó en el campo del El Pari, ya pestilente y plagoso, a sus 200 sobrevivientes tablas a cargo del único oficial que le quedaba, el chileno Rocabado, quien esperaba “la definitiva”. Pero 46 horas después, contactado por los curas de la ciudad, apareció “vestido de franciscano” para entrar en la ciudad.

Para los políticos cruceños de esa época, Warnes era el Gobernador que representaba a las Provincias Unidas de Sudamérica que, aunque tenía una fuerza militar en retirada después de Sipe Sipe y La Laguna, hasta esos días contaba con Ejército Cruceño invicto que podía sostener la causa de América. Pero en El Pari yacían casi mil patriotas inmolados y la noticia del Gobernador y líder muerto. En el análisis, Salazar era sólo un valiente comandante y Mercado, segundo en el mando, un compatriota local determinado, pero sin el nexo directo con Buenos Aires.

Es la Política la que determina el rumbo de la historia en ese momento. Mientras el bando patriota busca información de las decisiones de Mercado, consolando a madres y viudas, la facción realista se movió en busca del representante del rey Fernando VII y sus pocos sobrevivientes.

Tomaron la plaza en una acción pírrica, pero comenzaba la fase final de la Independencia de América. En los siguientes meses, los 200 tablas cuzqueños murieron también; una parte por la valiente acción de las mujeres campesinas, que eran acosadas y abusadas por los invasores realistas y, otro tanto, fueron ejecutados por Mercado para protegerlas.

El general Belgrano, que no sabía de esos abusos, se sorprende cómo el “Colorao” le informa “lisa y sencillamente ‘acabo de pasar ciento y cincuenta tablas a degüello con sus tres oficiales’. No tiene conexión alguna con Aguilera y con la muerte del hermano lo debemos creer más comprometido…” (Nota de Manuel Belgrano a Martín Güemes, Tucumán, 3 de noviembre de 1817. EPISTOLARIO BELGRANIANO. Nueva Dimensión Argentina, Taurus, 2001. Buenos Aires).

Dice Casarrubia que sólo quedaron vivos doce tablas “moralizados”, de los 1.600 invasores que mandó el general Pezuela a Santa Cruz, en sus batallones profesionales. No se tiene noticia de los pocos realistas que huyeron del Pari, no volvieron… Aguilera tuvo que esperar que los niños crezcan y, en la guerra doméstica, pidió el apoyo de Mercado.

Documentado y Lógico.

Fuente: eju.tv