La ley tiene ojos y decide

Dante Napoleón Pino Archondo

Aquella noche previa a mi salida, fui a casa de mi hijo, abracé con fuerza a mi nieto, me tragué las lágrimas, le di un beso, miré sus ojos y quería tener la seguridad de que sería por poco tiempo. Aun veo sus ojitos que parecían decirme ¿por qué?, aún siento el silencio de mi esposa que no ponía en duda la decisión para que no me falten las fuerzas, todavía el tiempo gira en torbellino y me lanza a su cima rodando y girando sin parar. Son momentos que revivo cuando me hago la pregunta ¿qué hice para merecer esto? Decir adiós no es fácil. Si lo sabrá mi corazón encogido en las noches de insomnio.



Se parece tanto el invierno y el frio de esa noche al llegar a Lima, buscando un cuarto de hotel para tratar de dormir, como este vacío que nace de la nada y crece en silencio sin dar explicaciones. Dejar atrás mi vida. Romper con los lazos mas profundos, buscar en el cielo una pista que te asegure el futuro, el nuevo comienzo, ponerse de pie y levantar la cabeza que quiere hundirse en la desesperación, no es fácil.

Once años han transcurrido. Ya no soy el mismo que se fue. Ya no veo las cosas como antes, ya no reacciono con la pasión irracional que tenía, ahora valoro las cosas que no valoraba antes, ahora sé que el perdón no es solo una palabra y que la justicia no puede ser una solicitud escrita en papel. Quizás por eso resulta mas amargo tener la convicción de mi inocencia ante la vil acusación que me hicieron y compararla con la resolución de un fiscal que libera de pecado al que realmente cometió delito.

Yo no ordené asesinatos, ajusticiamientos, no hice acusaciones fraudulentas. Yo no desfalque dineros, no me hice museos, no me aproveché del Estado para tener riquezas, no dispuse de la vida de otros, no me inventé delitos y perseguí a mis enemigos con juicios. No fui nunca irresponsable con la educación y mantenimiento de mis hijos, no los negué.

¿Cómo puede un delincuente regresar a la Patria y en vez de ser juzgado y sentenciado, esté libre, reciba honores, mande y ordene al mismo presidente del Estado Plurinacional, tenga poder para instruir nuevos juicios y persecuciones? Mientras otros estamos con el estigma de genocidas por haber sido parte del último gobierno democrático del siglo XX por la acusación que hizo ese mismo delincuente que hoy día se siente dueño de Bolivia, que encarcela por la pérdida de su libreta militar, que no tiene honor ni valora la vida de los demás.

La justicia que no se respeta así misma no es justicia. La justicia que mira para un solo lado es la justicia de los bandidos con título de políticos. La sociedad que permite a los que violaron las leyes y ofendieron el honor de la Patria, la sociedad que prefiere mirar a otro lado y agachar la cabeza ante el tirano, está destinada a padecer oprobios inmerecidos, a soportar luchas fratricidas y mirar sin futuro a sus hijos.

Yo sé que hay patriotas dispuestos a no dejar que el tirano sobreviva, que hay una juventud a la que no se la puede engañar y corromper. Que sienten y asumen como propios los valores y principios de la democracia y del respeto a la ley, que están cansados de mirar el reparto de la cosa pública como si fuera la hacienda privada del tirano. Yo sé que hay esperanza y futuro. Eso es lo que me da fuerzas para unirme a ellos.

Fuente: eju.tv