Periodismo, desinformación y Covid-19

En Bolivia ha estado circulando información inexacta y falsa sobre todos los aspectos de la enfermedad, como el origen del virus, la causa, el tratamiento y el mecanismo de propagación.

Brian Costas



Así como el Covid-19 ha alcanzado a casi todos los países del mundo, una difusión masiva de información falsa se ha extendido tan rápido como el propio virus. Estas mentiras han ayudado a allanar el camino de la infección y han contribuido a sembrar el pánico en las sociedades que están respondiendo a la pandemia.

Reconociendo el peligro, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, advirtió que “nuestro enemigo es también el creciente aumento de la desinformación”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha identificado esta “desinfodemia” como una verdadera “segunda enfermedad” que acompaña a la pandemia del Covid-19, que es “una sobre abundancia de información, algunas veces precisa, otras no, que dificulta que las personas encuentren fuentes fidedignas y orientación confiable cuando la necesitan”. Y los dardos apuntan a las redes sociales.

Un equipo de la OMS, que colabora, entre otras empresas, con Facebook, Google, Pinterest, Twitter, TikTok y YouTube, se dedica a desmentir información falsa que se difunde. Por ejemplo, que el virus no sobrevive en climas cálidos, que la administración de medicamentos con altas dosis de cloroquina o el consumo de grandes cantidades de jengibre y ajo protegen contra la infección.

Según sus propios comunicados, estas compañías de redes sociales filtran de manera agresiva consejos médicos infundados, engaños y otras informaciones falsas que podrían poner en peligro la salud pública. En un caso poco habitual, Facebook y Twitter han retirado de sus plataformas la publicación de un jefe de Estado que afirmaba falsamente la eficacia en cualquier parte del mundo de un medicamento contra el coronavirus.

Pero, ¿qué papel juega el periodismo en todo esto? Pues es clave para proporcionar información fidedigna en medio de esta amplia “infodemia”, para combatir los rumores. Sin la acción del periodismo, el contenido falso puede expandirse de manera desenfrenada. En Bolivia, ha estado circulando información inexacta y falsa sobre todos los aspectos de la enfermedad, como el origen del virus, la causa, el tratamiento y el mecanismo de propagación. La desinformación puede difundirse y asimilarse muy rápidamente, dando lugar a cambios de comportamiento que pueden llevar a que las personas tomen mayores riesgos.

La situación en Bolivia

Para no ser cómplices de la desinformación en tiempos de Covid-19, desde el Colegio Médico de Santa Cruz se recomienda hacer caso solo de información que provenga de “fuentes oficiales o de profesionales de la salud, con experiencia contrastada en esta clase de alertas”. Durante los meses que se mantuvo cuarentena rígida en el país, el portal Bolivia Verifica reportó más de 60 notas relativas a información falsa o engañosa vinculada al coronavirus.

En este contexto y de acuerdo a Pablo Andrés Rivero, experto en Comunicación Política y Tecnologías, el comportamiento de la ciudadanía en la demanda y consumo informacional ha tenido características caóticas y abiertas a los dos fenómenos mencionados: infodemia y desinformación. “La práctica cotidiana de consumo digital está fuertemente concentrada en dos plataformas, ambas poco ideales para el rigor informativo y más bien alentadoras de la desinformación: Facebook y WhatsApp. En ambos casos, las “noticias” no se verifican, en Facebook el algoritmo concentra y prioriza posts de personas que “piensen de manera similar” por lo que ahonda las denominadas cámaras de eco. En WhatsApp circulan en grupos diversas “noticias”, prácticas recomendadas y testimonios que podrían comprometer la salud y alentar la ansiedad sobre los hechos” afirma.

Desde la perspectiva de la internacionalista, Annelissie Arrázola, hubo mucha tardanza en instaurarse canales oficiales de información, “como no había canales oficiales, entonces la gente empezó a reenviar todo lo que le llegaba sin hacer verificación de fuente. Lo más preocupante eran las recetas caseras infinitas que se pasan por redes sociales hasta el incentivo fanatizado del dióxido de cloro.  También fue muy triste como la gente creaba fake news de muertes, eso aumentaba la angustia colectiva”.

Debido a la gran cantidad de desinformación y mentiras que circulaban, incluso algunos periódicos de circulación nacional llegaron a caer en la trampa, publicando información errónea. Arrázola identifica al tratamiento con dióxido de cloro publicado en algunos medios como una de las noticias más irresponsables; “no se puede promover medicamentos sin pruebas científicas. Está bien que haya gente que decida usarlo, respeto las decisiones personales, pero aseverar que sana sin un estudio científico no está bien. Se juega la vida de las personas”.

Si bien las verificadoras de noticias como Chequea Bolivia y Bolivia Verifica hacen un esfuerzo por identificar, verificar e informar sobre posibles “noticias falsas”, Rivero duda que haya condiciones para saber cuántas noticias falsas han publicado medios de comunicación bolivianos.

A pesar de ello, la periodista Nelfy Fernández considera que la infodemia no ha afectado al periodismo boliviano y se refiere al que se lo hace de forma profesional, “ese que busca fuentes oficiales o triangular la información. Distinto es el caso del ciudadano cada vez más conectado a las redes sociales, a las que considera el canal por donde informarse, allí es donde convergen los contenidos elaborados con fines desinformativos”, indica. Fernández también cree que este alto tráfico de contenido falso está ayudando a los medios creíbles porque -cuando ya cansados de tanta desinformación- los lectores empiezan a volver a los medios que le inspiran confianza.

“Hay que bajarle a la opinión y subirle más a la evidencia, al contraste de fuentes con datos, a la exploración de las historias que la gente tiene para contar en las calles y menos a los audios y textos dudosos en WhatsApp”: Pablo Andrés Rivero

Rivero recomienda a los periodistas hacer la labor de siempre: desconfiar, verificar, cruzar fuentes, verificar datos, seguir dudando y encontrar la triple confirmación. “Otro aspecto importante ahora es seguir noticias en otros países, muchas veces la misma desinformación se traslada de un país a otro. Se debe insistir en la pedagogía de rigor en redes sociales: ver de dónde viene el enlace, no quedarse nunca con el tuit o el titular, entrar a la noticia, si es un portal que no se conoce ir a ver más, explorar el rigor del portal”. Por su parte, Arrázola apunta a la ciudadanía y recomienda que siempre se verifique la veracidad o reputación de la página o de quien publica la información, para no ser parte de cadenas que alimentan el caos, la angustia y el desconocimiento.

(Cuadro de destaque)